SOCIEDAD › LOS CAMARISTAS BISORDI Y CAPOLUPO ORDENARON VOLVER A CERO UNA CONDENA POR GATILLO FACIL

Un fallo desde la trinchera

Un policía fue condenado a perpetua. Los dos jueces ordenaron un nuevo juicio basados en un absurdo. Ambos habían pedido la renuncia y buscan el retiro por insoportables. Capolupo lo obtuvo.

 Por Horacio Cecchi

Un caso de gatillo fácil que terminó con la condena a perpetua de un cabo de la Federal volvió a fojas cero por obra y gracia de dos jueces de Casación, el camarista en resistencia en las trincheras de la jubilación, Alfredo Bisordi, y la ahora ex camarista con trofeo jubilatorio en mano, Ana María Capolupo. Ambos jueces avanzaban por los meandros hacia el juicio político, con la consecuente amenaza no sólo del despojo de un retiro con honores sino, mucho más sufrido, del voucher a la buena vida jubilatoria. El caso que resolvieron hacia atrás es el del asesinato por la espalda de Camila Arjona. En abril de 2006, el Tribunal Oral 10 condenó a perpetua al cabo Adrián Bustos y a tres años a sus colegas Miguel Cisneros y Mariano Almirón. La apelación utilizó los argumentos habituales. Pero Bisordi y Capolupo encontraron un detalle formal que ni las mismas defensas consideraron relevante: dos de los jueces del juicio olvidaron señalar en el escrito que adherían a calificar el delito como de homicidio agravado y privación de la libertad, pese a que coincidieron en todas las circunstancias y en la culpabilidad del ex cabo.

A la fecha del fallo de Casación, el 3 de octubre de 2007, Bisordi y Capolupo llevaban una ardua batalla con el gobierno y los organismos de Derechos Humanos por su sillón (ver nota en página 2). En realidad, por el modo en que lo abandonarían. Ambos jueces presentaron la renuncia para acogerse a la jubilación. El gobierno rechazaba la renuncia para avanzar hacia un juicio político que de resultar adverso significaría perder la jubilación.

Camila Arjona, de 14 años y embarazada, fue asesinada de un disparo de 9 milímetros por la espalda la noche del 1º de abril de 2005, en la villa 20 de Villa Lugano. Durante el juicio, los jueces Silvia Mora, Alejandro Becerra y Jorge Bustelo, del Tribunal Oral 10 porteño, encontraron probado que el cabo Bustos, de la comisaría 52ª, disparó por la espalda a Camila y le provocó la muerte. Que junto con Cisneros y Almirón tomaron unas cervezas y discutieron con unos chicos de la villa. Que a uno de ellos lo golpearon y le arrancaron un diente. Que luego de disparar, Bustos le pateó la cabeza a la chica. Y que fueron vitales los testimonios de algunos presentes, uno de ellos incluso que describió cómo Bustos disparó contra Camila, que en ese momento escapaba.

El caso quedó tan probado, tan demostrado y resultó tan bizarramente claro que el propio jefe de la Federal, por entonces y actual, Néstor Valleca, pidió perdón personalmente a la madre de Camila, Norma Díaz, en el momento en que la mujer era recibida por el ministro de Interior, Aníbal Fernández. Por primera vez un jefe de la Federal se acercaba a la gente en semejante reconocimiento. Será difícil que la situación se repita.

El fallo del Tribunal Oral 10 encontró culpables a los tres uniformados, a Bustos por el asesinato y a sus dos colegas por privación ilegal de la libertad y lesiones leves. A Bustos lo condenaron a perpetua. A Cisneros y Almirón, a tres años.

Las defensas apelaron. Sostuvieron lo erróneo de los dichos de los testigos; que algunas pruebas fueron mal interpretadas; que la condena tenía fundamentación insuficiente; que no hubo privación ilegal de la libertad porque como policías su actuación es detener; que hubo contradicciones; que la descripción de Bustos coincidía con la de otro policía; que los testigos de la acusación estaban preparados para torcer la versión, y que los jueces no utilizaron el principio de la duda a favor del reo.

La apelación llegó a la Sala IV de la Casación porteña, conformada por Gustavo Hornos, y los dos en resistencia en la trinchera jubilatoria Bisordi y Capolupo. Y el 3 de octubre de 2007, los camaristas llegaron a una conclusión. Bisordi y Capolupo coincidieron curiosa y no casualmente. Y no se detuvieron a analizar los argumentos de la defensa para hacer lugar a la apelación sino que Bisordi señaló que faltaba la adhesión de dos de los jueces del juicio.

Cuando se fundamenta un fallo los jueces realizan tres preguntas que van respondiendo en orden: si están probados los hechos, la participación de los acusados y la calificación que corresponde. La jueza Mora respondió y fundamentó las tres preguntas. Becerra y Bustelo adhirieron a las dos primeras: consideraron que Camila fue asesinada por la espalda y que Bustos era el responsable. Pero olvidaron adherir a la demoninación de homicidio calificado. El camarista Hornos sostuvo que fue un error inocuo, ya que la condena fue leída en público delante de los tres jueces y nadie manifestó oposición; que los tres firmaron todos los folios sin disensos y que ni el secretario ni las defensas ni los acusadores se percataron jamás. Hasta que llegaron Bisordi y Capolupo.

“Durante dos horas, después de que le dijimos, la madre de Camila lloró desconsoladamente –confió el abogado de la familia, José Vera–. El mundo se le vino abajo. ‘¿Hay que pasar por todo esto de nuevo?’, decía.” “Todo esto” es recordar situaciones, recuperar pruebas y, por sobre todo, rescatar testigos de entre sus miedos.

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Norma Díaz, madre de Camila, que quedó destrozada cuando le anunciaron que se volvía a cero.
Imagen: Rafael Yohai
 
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