SOCIEDAD › OPINION

Un cambio de actitud

Por Víctor Santa María*

La falta de trabajo y la miseria están marcando dolorosamente la ciudad. Al caer la tarde, miles de personas buscan subsistir recogiendo aquello que otros desecharon.
El problema de los desocupados, que actualmente trabajan como cartoneros, a destajo y sin mediar ninguna regulación que les permita dignificar su tarea, necesita una pronta solución.
Sin embargo, algunos precandidatos se apartan del problema y anuncian soluciones a largo plazo. O peor aún, plantean que la “solución final” para los cartoneros es “mandarlos presos” para desarmar esta actividad que “es un nido de cultivo para la delincuencia”, como declaró un joven empresario con ambiciones políticas.
Los trabajadores de edificios, preocupados por esta tremenda realidad, venimos proponiendo distintas medidas de acción concreta para la recuperación de los residuos domiciliarios. Creemos que cualquier solución tiene que ser integral y deben participar todos los estamentos de la sociedad. Reprimir el cirujeo y el trabajo de los cartoneros, utilizando métodos típicos de los gobiernos militares, no es más que seguir sosteniendo una estructura de inequidad que nuestra sociedad no va a tolerar y también es darle la espalda al verdadero problema.
El desafío es generar un cambio de actitud en los vecinos que posibilite la clasificación de los residuos en origen, o sea, aprender a seleccionar lo reutilizable, como el papel, el vidrio y el plástico. Nuestra colaboración es solidaria, ya que el 80 por ciento de la población de la Ciudad de Buenos Aires habita y trabaja en edificios. Por eso es que nos proponemos actuar como agentes de difusión y lograr que en cada lugar donde se genere desperdicios comience una tarea de selección para separar los residuos comunes de los materiales recuperables y que esa discriminación se haga en distintas bolsas para lograr una primera preselección.
Con nuestro compromiso y el de los habitantes de los edificios, podemos prevenir la rotura de las bolsas en la vía pública con la consecuente falta de higiene para todos los ciudadanos; garantizar la correcta clasificación de los materiales en su origen para facilitar la tarea de los cartoneros, quienes también estarían menos expuestos a las enfermedades producidas por revolver los residuos, y serviría para simplificar el trabajo con el que logran obtener su sustento diario.
Pero también los trabajadores de edificios apoyamos otras propuestas para resolver los pasos posteriores de la cadena de reciclaje de residuos. Y creemos que es necesario actuar rápidamente y poner en funcionamiento la moderna planta de reciclaje de basura que pertenece al Gobierno de la Ciudad y que actualmente se encuentra desactivada por causas desconocidas, más atribuibles a trabas burocráticas que a otras imposibilidades.
Será necesario que la administración porteña apoye la formación de cooperativas, favoreciendo la vacunación de sus trabajadores y el suministro de ropa, guantes y material de trabajo. Los 90 municipios del interior del país que llevaron a cabo estas prácticas de reciclaje han tenido resultados exitosos, demostrando que ese tipo de fomento es verdaderamente importante y sirve para cumplir con los objetivos de desarrollo programático.
El Gobierno de la Ciudad debe ayudar a establecer un vínculo directo entre las cooperativas de cartoneros y las empresas que necesitan las materias primas. De ese modo se evitaría la tercerización de los acopiadores que se quedan con la mayor ganancia de un negocio que mueve alrededor de 50 millones de dólares anuales.
Habrá entonces que reclamar a la administración de la Ciudad que declare una emergencia ambiental para que rápidamente se pueda adaptar la normativa a esta situación excepcional, ya que este es un fenómeno urbano vinculado con la dificultad económica que atraviesa nuestro país.
Tratemos de vislumbrar en esta crisis algunos beneficios: solidaridad con aquellos que realizan la tremenda labor de preseleccionar la basurareutilizable; cambio cultural en los ciudadanos para colaborar con esta tarea sumando un beneficio infinitamente mayor que es el cuidado del medio ambiente; trabajo para la inmensa cantidad de desocupados; higiene, prolijidad y aseo para vivir en una ciudad más sana.

* Secretario general de la Federación de Trabajadores de Edificios (FATERYH)

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