SOCIEDAD › EL MARATON EN EL AVELLANEDA

Una toma con clase

Medianoche en Palermo Hollywood. Setenta personas reunidas en un centenario edificio de tres plantas de estilo ecléctico. No es un boliche ni un restaurante, es una escuela secundaria pública con alumnos, docentes y padres empeñados en una singular protesta. “Colegio tomado con clases”, dice un cartel de tela escrito con aerosol colgado de la fachada del 5528 de la adoquinada calle El Salvador, a una cuadra de Juan B. Justo.

Es el Nacional 4 Nicolás Avellaneda, fundado en 1903 y actualmente con unos 1100 alumnos, uno de los colegios donde estalló la rebelión contra los recortes en las becas dispuestos por el Gobierno de la Ciudad.

Allí el conflicto tiene dos singularidades: entre los alumnos a quienes se les negó la beca figura la abanderada de la escuela y la toma incluye el dictado normal de clases, en una actitud que fue reforzada con un maratón de clases por veinticuatro horas.

El paisaje en el hall central, presidido por un bronce de Avellaneda, era en las primeras horas de ayer similar al de cualquier toma estudiantil. Un cartelito indicaba dónde se acopiaba la “comida para la noche” mientras otro avisaba que “en caso de precisar el botiquín (hay que) buscar a Ivanna”.

La gran diferencia era que tres horas después de terminado el turno nocturno del miércoles había allí más de 50 alumnos, una decena de docentes y otros tantos padres y todos escuchaban atentos al profesor que exponía. El docente de historia Enrique Vázquez citaba Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, en una reseña de la gestación del actual momento de la región, con su componente de realismo mágico, como lo denominó Gabriel García Márquez.

“Esto que estamos haciendo, estas clases en mitad de la noche, también forman parte del realismo mágico de este continente”, dijo, extrayendo sonrisas de las caras adolescentes con sueño que alternaban con señoras de las cuatro décadas y hasta alguna barba entrecana, y ganándose un unánime aplauso final.

“Nuestro lema es ‘mientras Narodowski duerme, el Avellaneda estudia’”, dijo Lucía González, presidente del Centro de Estudiantes, a las 2 de la madrugada, tras un taller de Educación Sexual, tema que en sí mismo es otro mensaje para las autoridades educativas. La actividad fue guiada por profesores del colegio y profesionales de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), una entidad que capacita docentes, cuya presidenta, Mabel Bianco, estuvo en la escuela “para acompañar y ser solidaria con esta comunidad educativa”.

El profesor de inglés y de literatura Jorge Arietto, que a esa hora libraba una batalla desigual contra el cansancio, destacó que pese a los días de toma transcurridos “yo, que tengo quinto año por la mañana, hoy (por el miércoles) tuve 19 alumnos presentes sobre 24”.

Juan Oromí, delegado de 4º 5º, se congratuló del apoyo logrado por el reclamo estudiantil y elogió, sobre todo, la actitud de los docentes del establecimiento que contrasta con la de otros colegios en conflicto. Arietto dijo que la participación docente en la medida se decidió en una asamblea del colegio, en línea con una tradición en el Avellaneda de unión entre profesores y alumnos.

El dato es clave dadas las directivas del Ministerio de Educación porteño que, según Vázquez, “manda mensajes confusos, como pedir que se interrumpan las clases si hay toma con un llamado telefónico y no por escrito”.

En cuanto a los padres, María –mamá de una alumna de quinto año– subrayó “la responsabilidad de los chicos, que quieren tener clases y saben que las becas son sinónimo de inserción educativa”. “La solidaridad que demuestran los engrandece como personas y los adultos debemos apoyarlos y no boicotearlos como hace el Ministerio de Educación”, afirmó. Lucía, la titular del centro de estudiantes, recalcó además que “a las 6, entre todos limpiamos, pasamos el trapo, acomodamos los bancos para que cuando llegue el turno mañana esté todo en condiciones para el dictado normal de las clases del día”.

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