SOCIEDAD › ROCCO TOLONE, UNO DE LOS PERSONAJES MITICOS DE VILLA GESELL

“Los recuerdos no se compran”

Llegó en 1965, a los 16 años, con unos amigos de vacaciones, y nunca se fue. Promotor de los más emblemáticos boliches de Gesell, siempre vinculado con el mundo del rock nacional, Rocco Tolone sigue viviendo la villa con la misma esencia.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Villa Gesell

Es uno de los personajes más famosos de la villa, uno de los pocos que conservó brillo propio y que no fue arrasado por la leyenda de don Carlos Gesell. Llegó a estas playas en noviembre de 1965, a los 16 años, con dos amigos, “dos vagos” como él mismo los define y se define. “Nosotros practicábamos el ‘vaguismo’”, afirma Rocco Tolone a los 59 años. Eso significa “tomar café con otros vagos a la mañana, a la tarde y a la noche”. En Gesell se quedó porque cuando había decidido irse, en ese noviembre de 1965, “se largó una tormenta terrible y el bondi en el que iba a viajar, no pudo salir”. Esos días en Gesell lo marcaron: “Me enamoré de la villa y aunque antes de Navidad, el 21 o el 22 de diciembre, mi hermano vino a cagarme a patadas en el culo y me llevó de vuelta a Buenos Aires para que pasara la Nochebuena con mi familia, a los pocos días me volví y no me fui nunca más”. Fue vendedor, amigo de Miguel Abuelo, Moris y otras glorias del rock nacional, y dueño de los primeros boliches bailables de Gesell. Hoy se reparte entre Marbella, donde tiene un bar famoso, y Villa Gesell. “Todos me preguntan cómo puedo cambiar aquello por esto. ‘Cómo vas a cambiar diez mil Ferrari por cuatro Renault 12.’ Yo les digo: los olores de los pinos y los recuerdos no los podés comprar. Acá está mi esencia. Si yo no llego a venir un verano, me vuelvo loco.”

Rocco nació en Calabria, pero a los 11 meses su familia se afincó en Villa Devoto, en la avenida Lope de Vega, a cuatro cuadras de la cárcel. Dice, en broma, que algunos famosos, incluyendo a Madonna, les pusieron Rocco a sus hijos, por él. Admite, de inmediato, que también hay “una fila de forros” con el mismo nombre. Recuerda que en aquel primer noviembre, Gesell era “un desierto total” y sólo estaba La Jirafa Roja, uno de los primeros pubs. La charla con Rocco es en la vereda cubierta y de madera de La Vieja Jirafa, en el mismo lugar donde estaba el otro boliche, que hace años cambió de nombre. “Después estaba Tía Vicenta, 07, y no había mucho más. Al lado de La Jirafa Roja vivía un holandés, Billy, al que yo le alquilaba una pieza.”

“Gesell era un lugar que tenía toda la onda de la gente que venía de Buenos Aires, del Instituto Di Tella, la onda de los artesanos. Era un movimiento que comenzaba. Todas las noches se hacían canciones. Yo tuve varios boliches que hicieron punta acá, como Dogos, Savage, que era un boliche bailable, y en la playa un parador que revolucionó todo, que era Windsurf, al que venían muchos periodistas.” Desde los 12 años, Rocco había sido vendedor ambulante. “Yo trabajaba de vendedor en Los Quitacobres, una galería que era de un grupo de personas de la Galería del Este, en Buenos Aires. Miguel Abuelo laburaba como quitacobrero en la galería Combo. Ellos se decían a sí mismos los ‘artesanatas’. También estaba Billy, un pibe que después se hizo famoso en Francia tocando el bongó y fue amigo de (Julio) Cortázar. Nosotros estábamos con toda la gente del rock nacional.”

“En esos primeros tiempos también trabajé con el hijo de Astor Piazzolla y con Moris cuando abrieron, por un tiempito, Juan Sebastián Bar. Yo laburaba de mozo y después, al otro año, me independicé. Mi gran negocio acá fue un boliche bailable que se llamaba Zácate por un tema de Willy Colón que repetía Zácate, Zácate, Zácate. ¿Te acordás de ese tema? También venía Javier Martínez. Estábamos todos.” Considera que en esos años Gesell era un lugar “muy exclusivo”, pero aclara que se refiere a que “venía toda la gente bohemia de Buenos Aires, todos los vagos y los personajes extraños. Desde un juez de la Nación hasta un multimillonario, pero todos mantenían el bajo perfil, porque ésa era la onda. Nadie venía a caretear porque el lugar no daba para eso. Andábamos descalzos. No era la ostentación onda Pinamar. Era un pueblo al que llegabas y te cautivaba, era como salvaje. Desde la esquina de 104 y 3 se veía todo el mar”.

Cuando se le pregunta si conoció a don Carlos, responde: “Me lo crucé mil veces por la calle, pero nunca hablé personalmente con él. Nunca cruzamos una sola palabra, nunca”. Rocco tiene tres hijos, Emiliano, que sigue sus pasos y hoy está al frente de La Vieja Jirafa, Franco “que no toca un vaso ni aunque le pidas por favor” y Malena, de 20 años, de la que dice que es “una genia de las relaciones públicas que tiene 9,20 de promedio en la Facultad, pero es una vaga atorranta mal”. Aclara que lo expresa “con orgullo de padre baboso”. Ahora se está preparando para el nacimiento de su primera nieta, hija de Emiliano. “Se va a llamar Luz. Hay que ver qué me depara la etapa de ‘nono’.”

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“No era la ostentación onda Pinamar. Era un pueblo al que llegabas y te cautivaba, era como salvaje.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
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