SOCIEDAD › LA MARCHA EN PLAZA DE MAYO POR LA SEGURIDAD SE CONVIRTIó EN UN LLAMADO A VOTAR CONTRA EL GOBIERNO

El día que seguro se quedó en su casa

Participaron unas cuatro mil personas, lejos de las 50 mil anunciadas por los organizadores. El rabino Bergman y el sacerdote Marcó pronunciaron discursos de fuerte tono político y duros contra el gobierno nacional. Blumberg estuvo entre el público.

 Por Emilio Ruchansky

Por más que el locutor insistiera en que el acto de ayer contra la inseguridad era “apolítico”, los disertantes se empecinaron en contradecirlo. Salvo el representante de la comunidad islámica, tanto el rabino Sergio Bergman como el sacerdote Guillermo Marcó criticaron al gobierno nacional. El primero reprochó el adelantamiento de las elecciones, elogió el reclamo del campo y llamó a votar, indirectamente, “contra la hegemonía del Poder Ejecutivo”; el segundo coincidió en que el voto de la gente puede terminar con la inseguridad. Hubo unas 4 mil personas en el acto de la Plaza de Mayo, que evidenció una mezcla de reclamos parecidos con crímenes distintos, desde la abuela paqueta de Belgrano preocupada porque a su nieto le robaron el celular hasta un familiar de un chico muerto en una pelea de barrio del conurbano, pasando por el padre de Carolina Aló, asesinada de 113 puñaladas por su novio.

La concentración de “vecinos autoconvocados”, citada a las 18, arrancó con aplausos espontáneos, un coro repetido (¡se-guri-dá, se-guri-dá!) y el locutor afirmando que “con el dolor no se debe jugar” y pidiendo “calma” ante el atraso del discurso de los tres “líderes religiosos”. Entre los asistentes estaban dos adalides de la mano dura, Juan Carlos Blumberg y Marcelo Bragagnolo, y gente a la que sencillamente nunca le pasó algo pero vive con temor, como Tulio y Julia (que no dieron sus apellidos “por seguridad”) y viven en Barracas. “El principal problema es la inseguridad, después la pobreza y después la falta de educación”, enumeró Tulio. “¿Marchaste contra la pobreza alguna vez?”, le preguntó este cronista. “Sí, claaaro.” “¿Cuándo?” “No sé, no me acuerdo, muchas veces.”

Cuarenta minutos después de lo previsto, el locutor presentó al líder religioso islámico, cuyo nombre no fue difundido por los organizadores, entre los que estaba Constanza Guglielmi, hija del general Alejandro Guglielmi –acusado de represor– y cabeza visible de Mejor Seguridad. “No vive en paz el que se siente inseguro y amenazado, así como tampoco vive en paz el que tiene hambre y siente que la justicia nunca llega”, dijo el religioso. Luego, recordó que su doctrina obliga al creyente a “hacer algo” si ve una injusticia. En principio debe terminar con el hecho con su mano, si no puede, con su lengua (léase, tiene que denunciar lo visto) y si esto último no sirve debe rechazar el crimen en su corazón.

El siguiente orador fue el rabino Bergman, quien se llevó por lejos la mayor cantidad de aplausos. Primero pidió la paz, después hizo la guerra. Dijo, entre otras cosas, que “hay una Argentina que puede ser República después de Néstor (Kirchner)”, que no hay que confundir “el legado de Perón con la locura de Nerón”, que “la vida es más importante que la caja” y se solidarizó con “los hermanos del campo”. Y siguió: “Reclamar seguridad no es ser de derecha o pedir mano dura, la seguridad es un derecho consagrado en la Constitución nacional. Los derechos humanos no son de derecha ni de izquierda, los derechos humanos no se reivindican, se cumplen”.

Fue entonces cuando el rabino criticó el adelantamiento de las elecciones y pidió a los jóvenes “que hagan estallar de votos las urnas”. Luego, en alusión a los dichos del ministro Aníbal Fernández, aseguró: “Sabemos de qué se trata la inseguridad, no es una sensación, es un flagelo de nuestra comunidad. No podemos convivir en paz si hay una situación donde se confunde el orden con represión y justicia con venganza”. Lo ovacionaron. En su discurso, el más largo de los tres, agradeció a Internet por ayudar a convocar manifestantes a través de blogs, foros y Facebook. El resultado, de todos modos, no fue el más eficiente: en la red social llegaron a anunciar su participación 92 mil usuarios. En la Plaza, la concurrencia apenas superó los cuatro mil.

El último en hablar fue el sacerdote Marcó, que desestimó la pena capital porque no sería eficiente. “Es verdad que los delincuentes instalaron la pena de muerte porque te matan por 20 pesos, pero es verdad también que el odio no soluciona nada, porque la pena de muerte la tendrían que instrumentar los jueces que ahora dejan a los delincuentes en libertad”, dijo el ex vocero de Bergoglio. No faltó una alusión al paco y a la pasividad de las autoridades ante el tema.

Entre el público estaba el Facha Martel, el popular luchador de catch Vicente Vanoli y el cómico y político Nito Artaza. También familiares de muchas víctimas de asesinatos como Martín Gaspar, un chico de 8 años acuchillado en Quilmes por cuatro personas en 2007. O la madre de Mariano Ferreyra, que vino desde Campana, provincia de Buenos Aires, con 40 personas más. Su hijo murió en diciembre pasado cuando intentó esquivar a los delincuentes que quisieron robarle una moto y chocó.

Otra de las personas que sostenía un cartelito con foto era la tía de Matías Cuesta, de 18 años, que en marzo de 2006 cayó de un tren apedreado por la hinchada de Talleres de Córdoba. “Lo patearon en el piso, lo escupieron y le robaron. Se murió tres días después en el hospital”, contó la señora, que sabe que su caso es muy difícil de resolver. “Fueron 30 personas, o más, los que lo mataron.” También asistió Edgardo Aló, el padre de Carolina, la chica asesinada de 113 puñaladas. El hombre estaba indignado porque el homicida tiene salidas transitorias de seis horas a la semana. “Y lo vigilan 10 patrulleros... ¿para eso usamos la fuerza pública?”, se quejó. A fines de febrero del año que viene Fabián Tablado saldrá en libertad.

A un costado de la plaza había una ronda de mate entre ex combatientes de Malvinas, que hace un año acampan para que se les reconozca la veteranía de guerra. “Nosotros también somos parte del pueblo, pero nadie se acuerda”, rezongaron. Casi todos estaban a favor de que vuelva la colimba “para terminar con la joda”. Fueron los que más fuerte cantaron el Himno nacional ayer. “Es que lo cantamos desde adentro del pecho, no sólo cuando nos tocan el bolsillo”, dijo uno.

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Los únicos oradores fueron los tres religiosos, de acuerdo con la decisión previa de los organizadores.
Imagen: Pablo Añeli
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