SOCIEDAD › ENTRE LOS HIERROS RETORCIDOS DEL FURGON Y LA GRUA QUE REMOVIO LOS VAGONES DESTRUIDOS

Impresiones después de la tragedia

En el furgón de cola embestido por la locomotora quedaban las huellas del desastre: un olor penetrante, el piso convertido en paredes, restos de bicicletas. Una enorme grúa trabajó toda la tarde para sacar de las vías los vagones accidentados.

 Por Emilio Ruchansky

Dentro del vagón que recibió el impacto de la locomotora de Ferrobaires hay un olor nauseabundo, como de pelo quemado. Es tan fuerte que uno de los operarios tuvo que bajarse ayer porque se sentía mareado. “Alguien se olvidó dos bolsas llenas de alitas de pollo y nos dimos cuenta muy tarde, se pudrieron debajo de una fila de asientos del furgón”, admite Luis “Tito” Fernández, de la empresa de grúas Román, encargada de remover los vagones. No se ve sangre en el pasillo, solo hierros retorcidos y una goma de bicicleta cerca del techo. El piso de chapa se convirtió en la pared del fondo del furgón, lleno de botellas vacías de gaseosas que hidrataron a los operarios en la extensa y calurosa jornada.

“Los dos vagones van a los talleres de la línea San Martín en Retiro. Pero el que está más chocado no tiene arreglo. Lo van a convertir en chatarra”, adelanta Fernández, parado al costado del furgón. Hicieron falta casi 16 horas de horas de trabajo y dos cuadrillas de operarios, capataces, choferes y gruístas para liberar, a las 17, el cruce de vías sobre la calle Irigoin para que pasara el primer servicio de Retiro a Pilar. “En total trabajaron más de 20 personas”, dice el operario.

Abarrotados en las puertas, los pasajeros de ese tren contemplan la postal del desastre de la tarde anterior. Se ve un hueco, rodeado de dos paredes de metal dobladas hacia adentro; en el medio, el fuelle y la puerta están a casi cuatro metros de su lugar original: es lo que se advierte al ver el techo que quedó colgando. El impacto fue tan grande que si se mira de costado al vagón, hay en pie una sola hoja de la última puerta, por la que se suben las bicicletas del furgón.

Con la ayuda de una grúa inmensa, el vagón más afectado se eleva por el aire, luego de que los operarios desprenden las ocho ruedas, encastradas en dos partes, sobre las que se movilizan. Luego, durante varias horas, con un soplete a gas se termina de cortar y emprolijar el vagón impactado por la locomotora. Luego se acerca un camión con un extenso acoplado. Ya viene preparado con maderas y hierros para apoyar el armatoste y que no quede inclinado. Los operarios pasan varias cadenas por debajo del coche para aferrarlo al acoplado. Uno de ellos coloca una luz roja, como de autos, en las bordes del furgón para advertir al tráfico.

Visto de afuera, la imagen es paradójica. El tren parece un camión que al cruzar el paso a nivel quedó detenido en medio de las vías. De hecho, durante el tiempo que duran las tareas, las barreras de la calle Irigoin están bajas y suena sin interrupción el tan-tan-tan de advertencia vehicular. Recién cuando arranca el acoplado para mover el vagón de las vías, un encargado de la Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (Ugofe) apaga el aparato a pedido de los gendarmes que custodian el lugar. “Nos jodía más el ruido que el calor”, comenta después un uniformado.

A pocos metros, entre las cámaras y los vecinos curiosos, Alan y Alejandro se cuelan por las vías para ver de cerca el operativo. Tienen 13 años y se vinieron desde Isidro Casanova para ver el vagón. “Nos tomamos el 172 a Ramos Mejía y después el 182 a Palomar”, dice Alan. “¿Y por qué se vinieron de tan lejos?”, pregunta el cronista. El que responde es Alejandro: “Estaba viendo los dibujitos y cuando vi el accidente no lo podía creer. Nosotros tomamos mucho este tren, vamos a Retiro y a veces a los bosques de Palermo. Como sale barato, fuimos conociendo una banda de lugares con este tren”.

Una decena de chicos de la edad de ellos, en bicicleta o con sus padres, soportan el sol para ver el espectáculo de la grúa que levanta el vagón. También los vendedores ambulantes se distraen al ver cómo el acoplado se lleva al último coche de la formación. “A la locomotora que chocó al tren la remolcaron con otra locomotora más temprano. Aunque parezca increíble, andaba”, cuenta Luis “Tito” Fernández, el operario de grúas Román. El segundo vagón, montado antes del mediodía, espera a una cuadra del furgón, listo para salir en una larga caravana a Retiro.

Un oficial de la Policía Federal, que pide reserva de su nombre, asegura que cuatro muertos “es poco” para la magnitud que tuvo el choque. Mira la cola destruida del furgón y dice: “Mucha gente vio venir al otro tren y se tiró a tiempo”. Mientras habla, el soplete hace ceder varias piezas del furgón y caen en el asfalto. Alguien, tal vez un capataz, se queja por la tardanza: “¡Dejen de emparejar el vagón, si total lo van hacer chatarra!”.

[email protected]

Compartir: 

Twitter

La imagen impactante del interior del furgón destrozado, donde resultaron heridos la mayor cantidad de pasajeros y ocurrieron las muertes.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.