SOCIEDAD › CADA VEZ MAS GENTE EN EL PAIS RECIBE LOS PRESTAMOS DEL BANCO DE LOS POBRES. LA MAYORIA SON MUJERES

Un crédito a la esperanza

La metodología, ideada por el banquero indio Muhammad Yunus, se está replicando en 9 provincias. El sistema se basa en la entrega de microcréditos de un promedio de 300 pesos, que se devuelven en cuotas semanales de menos de 10 pesos. El proyecto está ayudando a salir de la miseria a centenares de familias.

 Por Mariana Carbajal

Matilde Casares compró una máquina eléctrica para cortar el cabello y una pulidora de pies para poder ofrecer más servicios en su peluquería y multiplicó los clientes. Marcela Pereira es costurera: el año pasado tuvo que parar de trabajar porque le faltó dinero para adquirir materia prima. El préstamo lo invirtió en telas y este año pudo hacer guardapolvos para vender al comienzo de las clases; ahora está confeccionando equipos de gimnasia y camperas. Norma Cortez tiene un pequeño despacho de pan. Pidió la plata para incorporar golosinas, que le dejan gran margen de ganancia. Las tres mujeres viven en el sur del conurbano y lograron progresar económicamente en medio de la crisis con un microcrédito de 350 pesos. Lo recibieron sin otra garantía que su palabra, en una parroquia de José Mármol, una de las 18 localidades del país donde se está replicando la experiencia del Banco de los Pobres creado por el banquero indio Muhammad Yunus. El proyecto ya llegó a 9 provincias. En total, se han entregado 250.000 pesos. Los préstamos son mínimos y en promedio no superan los 400 pesos, a devolver en un plazo de un año, en cuotas semanales de menos de 10 pesos. Sin embargo, a través de este sistema alrededor de 800 mujeres pobres han recibido el primer empujón para salir de la miseria. Aquí, una radiografía de un proyecto que es la contracara del asistencialismo.
La metodología ideada por Yunus la trajo al país el economista Pablo Broder. En el verano de 1999 le regalaron el libro Hacia un mundo sin pobreza, donde Yunus cuenta cómo creó el Banco de los Pobres, el Grameen Bank, hace 27 años. Broder le escribió para expresarle su admiración. Como respuesta, Yunus le propuso que se encontraran en abril, durante la Feria del Libro de Buenos Aires. “La charla con él me sedujo. Viajé a Bangladesh y me ofreció su representación honoraria”, recordó Broder (ver aparte). Así nació, en 1999, la Fundación Grameen Argentina, que no actúa como banco sino como diseminadora del sistema de microcréditos.
Una ONG de Posadas, Casa de la Mujer, fue la primera en replicar la experiencia en el año 2000. Ya entregó 176 créditos. “El 20 por ciento son renovación. Algunas mujeres están pagando su tercer préstamo. Tenemos una tasa de devolución del 92 por ciento. Esto demuestra que el sistema sirve, que la gente devuelve con dignidad sus moneditas”, dice con orgullo Beatriz Cuevas, coordinadora del proyecto de Casa de la Mujer.
Julia Isasa tiene 38 años y tres hijos, de 13, 10 y 9. Fue de las primeras en recibir el microcrédito en el país, tres años atrás. Vive con su familia en el barrio Santa Clara, municipio de Guarupá, pegado a la capital de Misiones. “Me enteré por unas vecinas y fui a la reunión. Ahí me explicaron el sistema”, recordó en diálogo con Página/12. Ella era “más bien ama de casa” y su esposo, chofer de colectivo, “estaba sin trabajo hacía dos años”. Tenían montada en su casa, precaria, una pequeña fábrica de alpargatas que estaba parada porque no juntaban dinero para comprar insumos. “Dábamos fiado y se nos hizo difícil cobrarle a la gente y no pudimos seguir más. Por eso, cuando supe de los microcréditos pensé que era la oportunidad de volver a fabricar”, contó Julia. La primera vez le dieron 250 pesos. Hace cuatro semanas cobró el tercer préstamo, esta vez de 600 pesos, a devolver en cuotas semanales de 21,15 pesos, en un plazo de seis meses. Es uno de los microcréditos más grandes que se han entregado en el país. “Es un milagro”, se emociona Beatriz Cuevas. Lo más común es que el monto ronde los 300 pesos, que implica una cuota semanal de menos de 8 pesos. Y se devuelve en un plazo de un año. Julia y su familia no han logrado salir de la pobreza, pero –dice ella– van progresando. “La situación está difícil, pero con el trabajo que hacemos nos mantenemos para comprar el alimento de todos los días.” Julia nunca dejó de pagar su cuota.
Expansión
El Banco de los Pobres se está extendiendo por el país. En el territorio bonaerense ya hay réplicas en barrios de La Plata, Bahía Blanca, José Mármol, Pacheco, Derqui y Florencio Varela. También en las provincias de Córdoba, Formosa, Chaco, Río Negro, Santa Fe, Entre Ríos y Mendoza. Por la profundización de la crisis, la expansión del sistema sufrió un parate el año pasado. Pero en 2003 recobró fuerzas.
“La Argentina tiene una necesidad creciente en materia de microcréditos en clara oposición al asistencialismo, que lo único que logra es aumentar la dependencia e impide la realización del ser humano”, opinó Horacio Lomoro, director de Grameen Argentina.
La última réplica, hasta el momento, es la de Florencio Varela. Allí, la semana pasada, se entregaron los primeros préstamos –de 300 pesos cada uno– a dos mujeres que viven cerca de la Estación Zeballos. “Una es Betty, tiene un taller de costura y pidió el dinero para comprar tijeras especiales que le van a permitir trabajar más rápido y una máquina para colocar broches. La otra es Silvia, tenía un almacén armado en su casa y se mudó a un local sobre una avenida y necesita la plata para ampliar el stock de mercadería”, detalló Claudio Aguirre, del Instituto de Formación y Trabajo, la ONG que lleva adelante la experiencia en Varela. Las otras tres mujeres que completan el grupo son Gladys, que tiene un pequeño kiosco y quiere adquirir una máquina de cortar fiambre para tener un rubro más; Nancy, que se dedica a la venta de cosméticos y quiere comprar productos en cantidad para conseguir mejor precio; y Alejandra, que vende tartas caseras en ferias y se mueve de un lugar a otro en bicicleta y destinará el préstamo para alquilar un local y ofrecer servicio de lunch.
Cumplidoras
El sistema tiene pautas fijas que se deben cumplir. La misma metodología se está aplicando en 66 países. La Fundación Grameen Argentina llevó el know how a Uruguay, Paraguay y Perú, donde en la última semana comenzó la primera réplica en Tingomaría, una localidad a 500 kilómetros de Lima. La primera condición es que los microcréditos están destinados a pobres, que deben formar grupos de cinco personas del mismo sexo, que se conozcan, pero que no sean parientes directos ni vivan bajo el mismo techo. Cada una debe presentar un microemprendimiento independiente que sea viable y genere ingresos a partir del monto del préstamo solicitado. La tenacidad y la perseverancia son indispensables. El dinero no llega hasta varios meses después –a veces siete u ocho– y durante ese tiempo los futuros beneficiarios deben reunirse semanalmente para ir avanzando en su proyecto. Primero reciben la plata dos de los integrantes del grupo y más adelante los otros, si los primeros van cumpliendo con sus cuotas. La garantía tradicional de un préstamo bancario es reemplazada por un sistema basado en la solidaridad grupal y en la viabilidad de la actividad productiva. La exigencia de los grupos tiene su fundamento: Yunus encontró que el hecho de no estar solos, le da a los prestatarios una suerte de seguridad y fortalece los vínculos.
El Banco de los Pobres no es exclusivo para mujeres, pero son ellas las que persisten en el sistema. De los más de 800 mil prestatarios del Banco de los Pobres en todo el mundo, el 97 por ciento son mujeres. “En Grameen se aprende haciendo. A lo largo de 27 años de experiencia se ha comprobado que las mujeres son más cumplidoras, administran mejor los recursos y son más solidarias con su familia y con sus pares, se adaptan más fácilmente a la autoasistencia y son más responsables que los varones”, señaló Lomoro, director de Grameen Argentina. En la mayoría de las réplicas que se están desarrollando en el país, no hay varones o son muy escasos. “En la reunión inicial donde contamos el proyecto había varios hombres. Se formaron cinco grupos de varones, pero finalmente quedaron dos. Cuando vieron que la entrega del dinero no era inmediata y tenían que venir todas las semanas a reunirse, abandonaron”, contó a este diario Noemí Richmond, de la Asociación Génesis, de Viedma, que entregó la primera tanda de diezmicrocréditos el 27 de agosto de 2002. “Ya llegamos a los 41 préstamos, por un total de 13.900 pesos”, precisó Richmond.
Más que un microcrédito
La plata de los préstamos proviene de donaciones. En algunos casos, la Fundación Grameen Argentina da dinero a las ONG que replican el sistema. Si no, son ellas las que tienen que encargarse de recolectarlo. “Nosotros hemos pedido donaciones no menores a 50 pesos a particulares. Hay personas que se encargan de dar todo el dinero para una prestataria. Hubo gente que donó el dinero para todo un grupo”, indicó Richmond, coordinadora de la experiencia en Posadas. “Estamos en el 91 por ciento de devolución, un porcentaje mucho más alto que en los bancos, donde ronda el 70 por ciento. Las mujeres devuelven mejor que los varones: 95 por ciento frente a 76 por ciento, según nuestra experiencia”, contó. Casa de la Mujer, de Misiones, comenzó a prestar con el dinero donado por una empresa. “Ahora estamos en tratativas con el Banco Macro para que nos dé una línea de crédito para poder seguir adelante”, agregó.
El proyecto Grameen es mucho más que el microcrédito. Con el empujón inicial que le da a las mujeres para progresar en su microemprendimiento, se producen cambios significativos en cada una de ellas. Los comentarios de los coordinadores consultados por este diario en distintos puntos del país son casi idénticos: las mujeres llegan abatidas, desesperanzadas y su estado anímico queda marcado en la falta de arreglo personal, en la postura corporal encorvada. Pero a medida que se incorporan a los grupos, que reciben el microcrédito y el proyecto productivo avanza, experimentan una metamorfosis notable. Se maquillan, tienen otra cara, otra actitud. Beatriz Pecollo, directora de Cáritas de la parroquia Nuestra Señora de Luján, de la localidad bonaerense de José Mármol –donde en un año han dado 34 créditos–, describe el impacto positivo: “La gente pobre cree que no tiene nada para dar, que no sirve para nada. El hecho de pertenecer a un grupo, de que sus compañeras crean en ellas, de salir adelante con su propio esfuerzo, las convierte en otras personas. Es increíble cómo crece su autoestima, se sienten que son útiles, que sirven para algo”.

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