SOCIEDAD › APRUEBAN DE MANERA DEFINITIVA LA LEY DE CASAMIENTO ENTRE HOMOSEXUALES

Matrimonio a la francesa

La formalidad que faltaba se cumplió sin sobresaltos: la Asamblea Nacional de Francia ratificó por 331 votos contra 221 la ley de “matrimonio para todos”. Los opositores a la norma, cuya violencia siguió creciendo, presentaron un recurso ante el Consejo Constitucional.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Francia se convirtió en el decimocuarto país del mundo y el noveno de Europa que autoriza por ley el matrimonio entre personas del mismo sexo. En su segundo paso en la Asamblea Nacional, el proyecto de ley fue aprobado por 331 votos a favor y 221 en contra. El texto pasó sin ningún obstáculo mayor por cuanto el Partido Socialista disponía de una confortable mayoría en la Cámara. La aprobación de este importante dispositivo fue saludada con aplausos, lágrimas, abrazos y gritos de “égalité, égalité”. No era para menos. La oposición conservadora, los católicos integristas, los obispos y la extrema derecha se unieron en un concierto de manifestaciones, violencia y homofobia alarmante en contra de un proyecto de ley que no hace sino legalizar lo que ya es un hecho corriente en la sociedad: la unión entre personas de un mismo sexo. La ley sobre “el matrimonio para todos” también autoriza la adopción de hijos por parejas del mismo sexo. Este proyecto socialista dio lugar a una guerrilla callejera con católicos ultras que rezaban de rodillas en la puerta de la Asamblea Nacional y también legislativa: en total, la derecha presentó 8555 enmiendas en la Asamblea y 314 en el Senado. La batalla se desplaza ahora al Consejo Constitucional. La conservadora UMP (Unión por un Movimiento Popular) presentó un recurso ante el Consejo a fin de que el texto de ley fuese censurado. Si los sabios no lo censuran, los primeros matrimonios podrán celebrarse en junio próximo.

Los opositores al matrimonio igualitario no bajan los brazos. Pese a la adopción de la ley, los grupos hostiles saldrán esta misma noche a manifestar y cuentan con mantener el ritmo de las protestas hasta finales de mayo. Hasta ahora han sido tan violentos como activos, pero no lograron que el presidente François Hollande cediera a la presión de la calle: fuertes agresiones físicas a los homosexuales, insultos, destrucción de locales asociativos, los anti y su brazo político, la UMP del ex presidente de Nicolas Sarkozy, mostraron el lado más sucio y camorrero de la costura. En plena discusión de la ley en la Asamblea Nacional estos grupos crearon “comités de recibimiento” con los cuales perseguían y hostigaban en público a los diputados y ministros socialistas. La semana pasada, el diputado opositor (UMP) Philippe Cochet acusó al gobierno de querer “asesinar a los niños” al autorizar la adopción de niños por los homosexuales.

Paradójicamente, esta batalla no tuvo como objeto la privación de un derecho sino la conquista de uno de ellos, pero la reacción fue al revés. El sociólogo Eric Fassin escribió en las páginas del vespertino Le Monde que “hoy es la igualdad de los derechos la que suscita en reacción a ella la violencia homofóbica”. La derecha francesa ha ofrecido un espectáculo patotero y denigrante mientras que los socialistas salvaron lo poco que les queda de diferente: calco atenuado de la derecha liberal, el socialismo rescató de sus propios valores esta ley con la cual marcó una clara distinción con los conservadores. Al menos una, límpida e importante, entre tantas similitudes. “Sabemos que no le retiramos nada a nadie”, dijo la ministra de Justicia y promotora del texto, Christiane Taubira. Desde enero hasta ahora, esta mujer casi desconocida ha defendido el proyecto de ley a golpes de citas literarias, discursos humanistas y una combatitividad a toda prueba.

Nicolas Gougain, el portavoz de la Inter-LGBT, la federación de las principales asociaciones que defienden los derechos de los homosexuales, declaró que esta ley era “una victoria de la igualdad, de la democracia y de la posibilidad de vivir juntos”. Sin embargo, el responsable también reconoció que los debates dejaron “al desnudo una homofobia sin complejos”. Los ministros socialistas y las asociaciones gay festejaron el martes el fin de los debates y la victoria de la sanción de la ley.

Del otro lado, las reacciones eran de una hostilidad sin complejos. El portavoz de la Conferencia de los Obispos de Francia, monseñor Bernard Podvin, expresó su “profunda tristeza”. Para Podvin,”el matrimonio es un zócalo y no únicamente la extensión de un derecho”. La derecha siguió con su discurso alarmista y desubicado que consiste en acusar a François Hollande de “dividir al país” con una ley secundaria frente a la crisis económica. El diputado de derecha Hervé Mariton (UMP) interpeló al Ejecutivo diciendo que le “agregaba crisis a la crisis, provocaba tensiones y encendía la mecha de la homofobia”. Son, sin embargo, los diputados de la UMP quienes desfilan en las calles junto a las patotas de la extrema derecha del Frente Nacional y los grupúsculos neonazis.

François Hollande hizo realidad la promesa número 31 de su plataforma electoral. De ahora en más, lo que está en juego es el futuro político del movimiento radical de oposición a la ley que se forjó con el correr de los meses y los debates. El líder de la UMP, Jean François Copé, quiere recuperar ese movimiento y transformarlo en proyectil “global” contra el gobierno. El objetivo son las elecciones municipales del año que viene, donde, según calcula la oposición, los socialistas podrían pagar el tributo de las divisiones que acarreó la ley. Quedaron flotando muchas heridas y agresiones. La máxima ha sido ver a tanta gente y tanta violencia desatada por poner en tela de juicio un derecho.

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Las asociaciones de la diversidad sexual festejaron el triunfo legislativo en la Asamblea.
Imagen: EFE
 
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