SOCIEDAD › DIALOGO CON LA METEOROLOGA CLAUDIA CAMPETELLA

Con pronóstico reservado

Aunque poca gente lo sabe, en la Argentina hay más de un pronóstico del tiempo. Además del emitido por el Servicio Meteorológico, la Facultad de Ciencias Exactas diariamente hace sus apuestas.

 Por Federico Kukso

Además de la observación, la explicación y la obstinada búsqueda del conocimiento verdadero, una de las patas de la ciencia moderna es su capacidad predictiva. La astronomía anticipa casi milimétricamente los movimientos planetarios, los eclipses y el andar de los cometas para asestarles impactos profundos; la física vaticina el baile de las partículas elementales y la biología avizora cómo se plegarán ciertas proteínas y qué estructura adoptarán. Sin embargo, la ciencia que más aprovecha la posibilidad de adelantarse a los hechos es la meteorología. Aunque aprovechar es poco: la explota con sus pronósticos cotidianos y entrevé, antes de que arrecien, los caprichos del tiempo. En la Argentina, hay al menos dos instituciones que realizan pronósticos meteorológicos: el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), intervenido en 1966 y que desde entonces depende de la Fuerza Aérea, y el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, desde donde sale todos los días un pronóstico “no oficial” dirigido por la meteoróloga Claudia Campetella, investigadora de ese departamento, único lugar donde se estudia meteorología en el país.
–¿Cómo se hace un pronóstico del tiempo?
–Primero le digo cuál es la página:http//prono.cima.fcen.uba.ar Ahora sí: para hacer un pronóstico del tiempo lo primero que uno tiene que saber es cómo está la atmósfera en ese momento. Es lo que llamamos un diagnóstico. Para eso, contamos con los datos que toman las 115 estaciones meteorológicas de superficie en las que se miden la temperatura, la humedad y me da la idea al ras de la tierra. También debemos saber cómo está la tropósfera, los primeros 12 km de la atmósfera donde se produce el tiempo meteorológico. Para eso se tiran unos globos que miden presión, temperatura, viento y humedad en diferentes niveles. Con eso, se adquiere y reconstruye una estructura tridimensional de la atmósfera. Cada día en nuestro país, en nueve ciudades, se tira un globo.
–¿Y eso en qué mejoraría los pronósticos?
–Si uno tirase más seguido esos globos (cada uno cuesta algo así como cien dólares), se podría representar mejor la atmósfera. Ahí está la diferencia entre el servicio meteorológico del Hemisferio Norte y el del Hemisferio Sur: en el primer mundo se tiran por lo menos dos globos al día y, en casos de grandes tormentas, Estados Unidos tira cuatro globos diarios. Acá aunque haya una de estas catástrofes naturales no se arrojan más globos sonda.
–¿Y con esa información qué se hace?
–Toda la información que recogen estos globos la colecta el SMN.
–Entonces, ¿cómo hacen ustedes su pronóstico?
–Buena pregunta... El SMN pone cierta información libre en Internet (temperatura, presión, humedad), pero no los datos de los radiosondeos. Lo que hacemos nosotros es algo más indirecto: recurrimos al “Sistema mundial de simulación de información” que recolecta información de cada país. Argentina tiene que mandar todos sus datos a diversos centros. Nosotros, entonces, los levantamos de la Universidad de Wyoming, en Estados Unidos.
–Una buena triangulación...
–Sí, una triangulación tonta, porque el SMN los podría publicar libremente. Es una tontería, porque igualmente los conseguimos.
–Todo esto sin Internet no va para adelante.
–Obviamente, la meteorología, como muchas otras ciencias, es una antes de Internet y otra después de internet. Sin ella sería imposible hacer un pronóstico desde la universidad, porque no tendríamos los datos.
–Ahora bien, ¿se puede decir que son exactos los pronósticos?
–Ciento por ciento no, pero en los de 48 y hasta los de 72 horas realmente los modelos están andando bastante bien. Si uno pensara que estos modelos salidos de computadora son 100% eficientes no sería necesaria la existencia de los meteorólogos.
–Y, ¿son necesarios?
–¿¡Me lo pregunta a mí, una meteoróloga!? La verdad que sí hacemos falta: el meteorólogo aporta un valor agregado a la cuestión. Estos modelos, por ejemplo, andan mal en la zona de montaña. Nosotros tenemos una cordillera de 300 a 500 km de ancho y una altura de cinco mil metros y generalmente los modelos no la representan tal cual es, entonces hacer un pronóstico para Jujuy o Bariloche es bastante complicado. El modelo da una guía y el meteorólogo corrige a partir de su conocimiento y experiencia.
–¿Pero cuánto pone el meteorólogo y cuánto pesa el dato?
–Hace 50 años los pronósticos eran totalmente subjetivos: a partir de la información empírica el meteorólogo con su conocimiento y poniendo en juego todas las leyes físicas hacía un pronóstico a 24 y 48 horas. Ahora, en cambio, funcionan los “modelos de pronóstico”. Como la atmósfera es un fluido gaseoso, está representada por un número de ecuaciones que no tienen una resolución exacta. Entonces, el meteorólogo tiene que hacer algunas aproximaciones para resolver esas ecuaciones. Así se tiene el estado inicial de la atmósfera y mediante esas ecuaciones uno puede conocer el estado de la atmósfera para un tiempo posterior. Pero no es una solución exacta sino aproximada. Cuanto más avanza el tiempo, aumenta el error.
–Parece que la palabra “aproximadamente” inunda el discurso de la meteorología...
–Y... sí, aproximadamente. Ocurre que en la Argentina no hay mucha experiencia en “radarmeteorología”. Si bien está el radar en Ezeiza, que es muy bueno, no se le saca mucho provecho. En Estados Unidos no te dicen “aproximado”, sino que acotan mucho el área y te dicen “es así”. Lo único que resta hacer es capacitar gente. Completo lo que venía diciendo: después está el pronóstico de “corto plazo”, que va de las 12 horas a los cinco días, y también está el pronóstico climático, que es más estacional y se predice con tres meses de anticipación.

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Claudia Campetella, meteoróloga del Departamento de Ciencias de la Atmósfera (FCEyN, UBA).
 
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