SOCIEDAD › SE CAYO LA HISTORIA ARMADA POR LA BONAERENSE

El caso Piazza sigue abierto

El cuento de los policías terminó. Ahora hay dos hipótesis de trabajo para resolver el raro asesinato del comisario.

 Por Raúl Kollmann

Con la liberación de los tres únicos detenidos por el asesinato del comisario Jorge Piazza se cayó definitivamente la increíble historia oficial del caso, armada por hombres de la Bonaerense y que durante dos años y medio tuvo el aval de fiscales y jueces. Pero tras esa medida, el asesinato está impune y la Justicia debe buscar a los homicidas. Las hipótesis que hoy sobreviven son dos. La primera es que a Piazza lo mandó a matar otro comisario, que tiene una enorme estructura de ex integrantes de la Bonaerense y de la Federal y que se dedica a negocios turbios relacionados con seguros, falsos robos y falsos siniestros. La otra hipótesis es que ese mismo comisario lo mandó a matar porque Piazza estaba a punto de declarar en la causa por el asesinato de Jorge Gutiérrez, hermano del diputado Francisco Gutiérrez, a quien mataron mientras investigaba el affaire de la llamada Aduana Paralela.
Para los criminalistas consultados por este diario, el secuestro de Piazza en la transitada avenida Calchaquí, en el momento de más movimiento de la semana, un viernes a la tarde, indica que se trató de un operativo policial. Se utilizaron tres vehículos y, aparentemente, seis hombres. La grotesca maniobra posterior de encubrimiento y desviación de la pesquisa (ver aparte) agregan elementos que le ponen más todavía el sello de la Bonaerense a la operación comando del 14 de febrero de 2003.
En ese marco, la mirada está puesta en un poderoso comisario retirado, cuyo nombre aparece reiteradamente en la causa. Como en otros casos de la Bonaerense, el hombre resultó emprendedor y armó una de las consultoras y empresas de inspección de seguros más grande del conurbano. Curiosamente, desde su celular salieron dos llamadas la noche del asesinato. Una, a la casa del propio Piazza, donde no había nadie y quedaron grabados en el contestador una serie de gemidos y ladridos. De inmediato, sale un segundo llamado al mejor amigo de Piazza, otro comisario, al que le pasan los mismos gemidos y ladridos. Tal vez sea una coincidencia, pero la lógica indica que a esa hora a Piazza lo estaban llevando a un descampado, al lado de una dependencia policial, donde seguramente podían escucharse ladridos y gemidos. El móvil del crimen habría sido que Piazza percibió maniobras relacionadas con seguros, robos truchos y una especie de mafia que actuaba en la materia y que encabezaba el comisario mentado.
La segunda hipótesis tiene que ver con el asesinato del comisario Jorge Gutiérrez. Piazza estaba a punto de declarar en la causa judicial relacionada con ese crimen, ya que en su momento jugó un papel clave en la pesquisa porque era el instructor judicial de la comisaría segunda de La Plata, que tenía jurisdicción sobre la estación de trenes. Justamente en un vagón de un tren que llegó a La Plata apareció el cuerpo de Gutiérrez. El principal sospechoso del homicidio –que fue una ejecución por encargo, sin mediar palabra– es el cabo de la Policía Federal Alejandro Santillán. Dos testigos presenciales lo reconocieron, pero luego, en el juicio oral, Santillán fue absuelto por el beneficio de la duda debido a que uno de los testigos, un vendedor ambulante conocido como El Conejo cambió su declaración parcialmente diciendo que no le vio bien la cara. En el marco de la investigación, Piazza participó de una increíble reunión en el momento en que se estaba por producir la detención de Santillán. Esa noche, hubo una intensa negociación entre jefes de la Federal y la Bonaerense en la Dirección de Investigaciones de La Plata. Al juez no lo dejaron entrar y se tuvo que quedar afuera mientras esperaba la negociación que estaba a cargo de Piazza. Finalmente, después de dos horas, el magistrado se cansó y ahí mismo detuvo a Santillán.
Según cuentan sus amigos, Piazza estaba preocupado por su nueva declaración en la causa Gutiérrez y aparentemente se disponía a revelar detalles de aquella reunión. Además, en la causa judicial consta que un mes antes de morir, el 2 de enero, Piazza percibió que lo estaban siguiendo y a otros dos suboficiales que en su momento trabajaron con él los tirotearon, a uno intentaron secuestrarle la esposa y a ambos los amenazaron por teléfono.
En el expediente judicial hay elementos para profundizar la investigación. El armado de pistas falsas ya produjo una demora de dos años. Habrá que ver si ahora se busca de verdad a los culpables.

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