SOCIEDAD

Un argentino ciego logró ver tras un implante de ojos artificiales

Es una de las ocho personas operadas en Portugal con un sistema que usa cámaras y electrodos conectados al cerebro.

 Por Pedro Lipcovich

Hay un argentino, y sólo uno, que ve la luz al final del túnel. Se trata de Edmundo, de 51 años de edad y ciego desde hace 29, quien se convirtió en uno de los ocho primeros pacientes en recibir un implante de ojos artificiales, que incluyen minicámaras de TV, computadora para procesar las imágenes y electrodos conectados directamente en el cerebro. La tecnología fue desarrollada por un equipo norteamericano y las operaciones se efectuaron en Portugal. Una versión del mismo sistema había sido presentada hace dos años, y todavía se lo considera un método experimental. No proporciona una visión tan precisa como para, por ejemplo, leer, pero, según el equipo que lo desarrolló, permite a los usuarios movilizarse por sí mismos en una ciudad; les ofrece, efectivamente, una imagen “túnel”, focalizada por la minicámara de TV.
Las intervenciones fueron efectuadas en Lisboa por el neurocirujano portugués Joao Lobo Antunes, en el marco del programa del Instituto Dobelle de Estados Unidos. Se realizaron en abril pero se dieron a conocer ayer, cuando los resultados fueron presentados para su publicación en el Journal of the American Society for Artificial Internal Organs. El paciente argentino había perdido la vista a los 22 años en un accidente de auto; el mismo motivo causó la ceguera de otros tres de los ocho pacientes, cuyas edades van de los 39 a los 77 años y sus tiempos de ceguera desde dos hasta 57 años.
La operación dura unas cuatro horas, se efectúa con anestesia general y consiste en implantar, en el sector del cerebro que procesa las imágenes visuales, una placa de platino con una serie de electrodos.
El sistema completo funciona así: el paciente usa unos anteojos donde hay montados una minicámara de televisión y un sensor ultrasónico de distancias. Los datos que estos instrumentos reciben son enviados a una computadora que la persona lleva en la cintura. Esta procesa la información y la envía a la placa de platino, cuyos electrodos la introducen en el sistema nervioso.
El resultado es una imagen “túnel”, focalizada por la cámara. En la prueba que se efectuó hace dos años, cuando el sistema fue presentado por primera vez, un paciente fue capaz de retirar un gorro negro colgado en una pared blanca y colocárselo a un maniquí situado en otro lugar de la habitación. También pudo leer letras de cinco centímetros a un metro y medio de distancia.
William Dobelle, director del proyecto, informó ayer que esta “segunda generación” del ojo artificial incluye la “detección de bordes”, lo cual permite distinguir formas sobre fondos no contrastantes. Y comunicó que dos de los pacientes fueron capaces de conducir autos en una pista privada. Cuatro de ellos pudieron percibir colores. El sistema permitiría a la persona movilizarse por sí misma en un ambiente urbano.
Todos los pacientes habían perdido la vista por traumatismos y ninguno era candidato posible para trasplantes de retina. El implante no es apto para personas ciegas de nacimiento, ya que su corteza visual no está desarrollada como para responder a los electrodos.
Ninguno de los pacientes experimentó complicaciones posoperatorias, según informó Antunes, quien no obstante previno que “los riesgos de infección todavía no han sido totalmente establecidos”. El sistema no fue aprobado hasta ahora por las autoridades sanitarias norteamericanas, razón por la cual las operaciones se efectúan en otros países.

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El aspecto de los anteojos donde están ubicadas las minicámaras.
 
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