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Bernasconi arrancó a los gritos en el juicio oral en su contra

El ex juez federal de Dolores se sentó del otro lado del mostrador. Ante el tribunal que lo juzga por inventar causas contra famosos, se defendió con un discurso vehemente. Dijo que fue engañado por Schlagel y los dos policías de su juzgado. Y que Anzorreguy sabía todo.

Se midió todo lo que pudo durante la mañana y la siesta. Mecánicamente, a cada rato, estiraba los labios en lo que parecía un beso lanzado a nadie, puro nervios, mientras la defensora oficial pedía nulidades y recusaba a uno de los magistrados. Cuando el ex juez federal de Dolores, Hernán Bernasconi, estuvo a las cuatro y media de la tarde, frente a los jueces, pasó del tic a sacar la rabia: “¡Si se hubieran preocupado por saber quién es Bernasconi, por mi conducta, por mi moral!”, reprochó al tribunal el ex juez acusado de comandar una asociación ilícita que armó causas por narcotráfico a personajes de la farándula. El juez Luis Di Renzi –el mismo que condenó a los personajes jurídico-policiales del caso Coppola– intentó que bajara la voz. “¡Pero ustedes les dieron prioridad a esas prostitutas!”, lanzó blandiendo el brazo derecho con los lentes de lectura en la mano, a propósito de las famosas chicas del caso. “Ahora mismo está pensando en el número de pena que me va a aplicar. Hay una decisión tomada antes del juicio”, acusó siempre airado, golpeando cada tanto el vidrio de la mesita sobre la que gritaba, según él, la verdad.
Después de tanto mascullar en la soledad de la cárcel –está preso desde enero de 2000, cuando lo encontraron en Río de Janeiro– Bernasconi, de traje gris, camisa a rayas celestes, demacrado, pudo argumentar con vehemencia y dramatismo su inocencia en la trama de pruebas inventadas, droga plantada e irregulares causas por narcotráfico. Fue justamente la diferencia entre un pasado impoluto y ese mal paso que según él le significó trabajar junto al ex secretario del juzgado federal de Dolores Roberto Schlagel –otrora su mano derecha– y los policías Daniel Diamante y Antonio Gerace, el que utilizó ayer como argumento de defensa.
Bernasconi descargó su ira acusando con su discurso encendido a las muchachas que protagonizaron el caso Coppola, y a la postre lo llevaron al ocaso: básicamente Samantha Farjat y Julieta La Valle. No se quedó atrás al criticar la “corporación judicial” ni al lanzar el nombre de Hugo Anzorreguy, ex jefe de la SIDE, como uno de los funcionarios con los que se reunió para analizar la investigación que apuntaba a Alberto Tarantini y Guillermo Coppola, manager de Diego Maradona.
Para este juicio oral que se desarrollará de a tres jornadas por semana y en el que hablarán unos 70 testigos desistió de su abogado particular y se decidió, afectado por la crisis él también, por una defensora oficial. El caso recayó en las manos de Estela León, quien a pesar del poco tiempo del que dispuso para preparar su estrategia, el primer día abrió con dos pedidos de nulidad y directamente un pedido extraordinario de recusación ante la Corte Suprema de la Nación, que fue rechazado después de una hora y media de deliberaciones entre Di Renzi y los jueces Guillermo Madueño y Juan María Torino. El trío, en un salón adusto, de calefacción exagerada, con lugares contados para periodistas, pero poca afluencia de prensa y familiares, luce como los jueces malhumorados de las películas policiales de los cincuenta. Ayer, cuando Bernasconi levantó la voz hasta saturar la sala con su gravedad expresiva acusándolos de imparciales, apenas le hizo bajar la mano del mentón hinchado a Di Renzi para cruzar los brazos en leve señal de que el otro se pasaba de la raya.
Lo cierto es que Di Renzi intentó frenar el tono de la diatriba dos veces. Primero cuando, decidido a hacer lo que llamó “algunas reflexiones”, Bernasconi se lanzó al ataque criticando la manera en que el mismo juez se refirió a él en las fundamentaciones de la sentencia en la que se condenó a Schlagel, Diamante y Gerace por asociación ilícita y una serie de delitos cometidos al fabricar causas a los personajes de lo que se conocía como el clan Coppola: “Párrafos agraviantes, injuriosos, inmerecidos”. “No digo que pregunten cuál fue mi infancia, pero corresponde que siendo un hombre de derecho pregunten cuál fue mi comportamiento. ¡No habrían encontrado nada reprochable!”, escupió el ex juez. “Perdón, doctor, le voy a pedir que baje la voz”, le dijo sin moverlas mejillas Di Renzi. Luego Bernasconi continuó arriba y se lanzó contra “esas prostitutas que llevaron a las tres de la mañana a declarar”. Se refería a la noche en que Samantha y Natalia fueron acompañadas por Mariano Cúneo Libarona a declarar ante el juez federal de San Isidro Horacio Marquevich y desnudar con sus relatos una historia en la que se había puesto cocaína donde no la había y se había avanzado en base a procedimientos truchos.
Ayer Bernasconi no quiso referirse a las pruebas concretas que dice tener para demostrar que él no estaba al tanto de los manejos de la dupla policial de agentes encubiertos. Dijo que hasta ignoraba que Diamante y Gerace pasaban escandalosas y jadeantes noches con las chicas en el mítico hotel Plaza de Dolores. “Creí que Gerace decía la verdad, no que era una trampa”, dijo casi en el único momento en que salió del rol de duro para pasar al de víctima de polis corruptos. Fue el momento de emprenderlas contra los jueces federales y su mala fama ganada durante el menemismo. “Esto es una corporación –dijo el ex juez federal–. (Gabriel) Cavallo y (Juan José) Galeano fueron dos soldados del poder político”, acusó a los jueces que llevaron las causas por armado de causas que ahora lo tienen contra las cuerdas y tras las rejas.

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Hernán Bernasconi ya no luce bronceado y con buenos vestidos como en su época de esplendor.
 
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