SOCIEDAD › UN ESTUDIO VINCULA LOS EFECTOS DE LA ALIMENTACION CON LA POTENCIA SEXUAL

Dime qué comes y te diré cuán potente eres

Una investigación revela que entre los hombres con disfunción eréctil son mayoría los que consumen alimentos poco saludables. Y por el contrario, los más eficientes adhieren a dietas sanas, como la mediterránea.

 Por Pedro Lipcovich

Cuando entró en el restaurante, todas las miradas masculinas se volvieron hacia ella, pero la chica sólo se fijó en uno: ese flaquito que, después de un aperitivo con aceitunas, comía pescadito con verduras y un poco de vino. Porque la chica, que conocía el contenido de esta nota, sabía elegir. Sabía que la potencia sexual de quienes siguen la dieta mediterránea tiende a ser más confiable que la de los adictos a las grasas saturadas. Una reciente investigación mostró que “entre hombres con disfunción eréctil hay prevalencia de dietas poco saludables”, además de otros rasgos como “la inactividad física”. La razón es esencialmente la misma por la cual quienes siguen dietas saludables suelen tener menos problemas cardiovasculares: “El funcionamiento del pene tiene requisitos similares a los de los vasos sanguíneos –explicó un especialista–: la erección es un fenómeno hidráulico, mediado por la sangre”. “¿Un fenómeno hidráulico? ¿Pero yo no tengo nada que ver?”, pregunta la chica del restaurante. Sí, ella tiene mucho que ver, admite su compañero de mesa (que ha pedido un postre de higos con nueces). Ellas tienen mucho que ver –como se sugiere en nota aparte– pero, por mejor voluntad que pongan, “la primera vez que me pasa...” puede ser el primer indicio de un problema cardiovascular.

La investigación, llamada “Factores dietarios en la disfunción eréctil”, fue publicada en el International Journal of Impotence Research. La efectuó un equipo de la Universidad de Nápoles dirigido por Katherine Esposito. Los investigadores tomaron dos grupos de cien hombres de entre 20 y 80 años que no padecieran enfermedades cardiovasculares. Los integrantes de uno de los grupos padecían disfunción eréctil, determinada (ver recuadro) mediante el International Index of Erectile Function (IIEF). Por otra parte, evaluaron la dieta habitual de cada participante, utilizando un cuestionario que mide el consumo de nueve alimentos: seis de ellos –vegetales, legumbres, frutas, nueces, cereales y pescado– se puntúan como beneficiosos, y otros tres –carne, pollo y productos lácteos– como potencialmente perjudiciales. El consumo de alcohol se valoró como positivo siempre y cuando no superara los 50 gramos por día. Se estableció también, para cada participante, la relación entre grasas insaturadas (vegetales), puntuadas como beneficiosas, y grasas animales (saturadas), puntuadas como perjudiciales. Con todos estos datos fue posible establecer tres grupos, según la proximidad de los hábitos alimentarios de cada sujeto a la dieta mediterránea, tomada como modelo de alimentación saludable.

De los hombres que no padecían problemas de potencia sexual, 37 tenían alta adhesión a la mediterránea; en cambio, sólo 20 de los que sufrían disfunción eréctil seguían la dieta más saludable. Recíprocamente, 42 de los que, a la hora de la verdad, tenían problemas, resultaron seguir la dieta menos saludable; en contrapartida, sólo 30 de los afortunados en la cama se atrevían a desoír los postulados mediterráneos.

La investigación también midió el índice de masa corporal (IMC), que resultó “significativamente más elevado en los hombres con disfunción eréctil”, al punto de que “el sobrepeso aparece como un factor específico de riesgo”, según el artículo del Journal. En particular, “la obesidad visceral (es decir, la panza), medida por la circunferencia de la cintura, fue más pronunciada en los hombres con esta disfunción y resultó más claramente asociada con ésta que el IMC”. El estudio señala que “si bien todavía no es clara la relación entre obesidad visceral y disfunción eréctil, hay evidencias de que los adipocitos (células grasas del abdomen) producen sustancias que pueden afectar la función de los vasos sanguíneos”.

El hecho es que “los hombres con disfunción eréctil, comparados con otros de edades similares, muestran diferencias en los estilos de vida que pueden jugar un papel en la aparición y avance del problema: en especial, la prevalencia de pautas dietarias no saludables y la inactividad física fueron significativamente más elevadas en los hombres con disfunción”.

José Vázquez, jefe de Andrología del Hospital de Clínicas de la UBA, comentó que “en rigor, el pene es una parte del aparato vascular: es, en definitiva, un órgano vascular adaptado para la erección, que es un fenómeno hidráulico mediado por la sangre. La erección es básicamente un fenómeno de dilatación de los vasos, similar al aumento de calibre que se produce en las arterias cuando hace falta aumentar el volumen sanguíneo hacia algún órgano en particular. Y las ‘órdenes’ le llegan trasmitidas por el sistema neurovegetativo, de modo similar a como las recibe el aparato vascular”.

“Por eso, la disfunción eréctil (cuando tiene este origen orgánico) y los problemas cardiovasculares pueden considerarse el mismo tipo de enfermedad, manifestada en distintos órganos”, concluyó Vázquez. Un interés particular de la investigación presentada en el Journal es que, en personas que todavía no presentaban ningún síntoma cardiovascular, ya presentaban dificultades en el orden de la erección.

En cualquier caso, no se trata de comer saludable sólo cuando la chica entra en el restaurante. “El efecto de la dieta no se puede medir en días ni en meses –puntualizó Vázquez–; se trata de proteger a largo plazo, el aparato vascular, del que, al fin y al cabo, el pene forma parte.”

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