SOCIEDAD

Preso a los dos meses por dejar una huella de agua y sangre

Ayer quedó detenido un sospechoso mencionado hace dos meses por Página/12 por el triple crimen de Cipolletti. Gendarmería encontró una huella en la pared, aunque él se lavó las manos.

 Por Carlos Rodríguez

Sus huellas habían quedado marcadas en el laboratorio que fue escenario de la masacre, pero recién fueron detectadas más de dos meses después por un equipo especial enviado desde Buenos Aires por la Gendarmería Nacional. El hombre a quien ahora se adjudica la autoría del triple crimen ocurrido el 23 de mayo en Cipolletti, trató de lavarse las manos, pero sesenta días después se encontró sobre una pared una huella digital nítida que había quedado escrita con agua del lavabo y sangre de las víctimas. El acusado, ayer detenido por orden del juez Juan Torres, se llama David Andrés Sandoval, un ex paciente de la psicóloga Carmen Marcovecchio, una de las tres mujeres asesinadas. El nombre de Sandoval ya había sido difundido por Página/12 en su edición del 28 de mayo pasado. Ese mismo día se conoció una ambigua desmentida de parte del juez Torres: “No tenemos a David Sandoval en la causa”. Ayer, más de dos meses después, confirmó que ya está en el expediente.
“El informe pericial remitido esta mañana por los peritos de Gendarmería al juez es por demás contundente, ya que aparecen más de ocho puntos característicos de coincidencias entre las huellas que se encontraron en el laboratorio y las que pertenecen a Sandoval”, confirmó anoche una fuente allegada a la investigación. El juez Torres recibió los datos antes del mediodía y desde entonces se consideraba inminente la detención de Sandoval. El hombre, que hoy tiene 26 años, había sido paciente de Marcovecchio hacía unos diez años, cuando se encontraba detenido en un instituto de menores, el Hogar Santa Genoveva, de la ciudad de Neuquén.
Dos horas después de recibido el informe de Gendarmería se produjo la detención de David Sandoval, quien ni siquiera había intentado escapar hacia otra provincia o fuera del país. Hasta ahora, el único detenido era Orlando “Clavo” Sandoval, que aunque tiene el mismo apellido no es pariente del presunto asesino, con el que habría colaborado sólo para que pudiera escapar del asedio policial que siguió al triple crimen de Marcovecchio, la bioquímica Mónica García y la paciente Alejandra Carbajales. En el mismo episodio fue herida de gravedad otra paciente, Ketty de Bilbao, de 70 años.
David Sandoval fue atendido por Marcovecchio cuando tenía 16 años y estaba en el instituto de menores por haber cometido una serie de robos de poca monta. La información obtenida por Página/12 hace dos meses, en medios judiciales que volcaron una gran carga de subjetividad y adjetivos, señalaba que Sandoval tuvo una infancia que pasó por todas las gamas del maltrato infantil. Había sido rechazado por dos familias con las que fue llevado a convivir, había sido violado por sus compañeros de encierro y es un homosexual asumido. Según esa información a capella, que ahora deberá ser confirmada por las pericias psicológicas, el detenido habría actuado “en venganza” porque durante aquellas sesiones de terapia había tenido algunas discusiones fuertes con la psicóloga Marcovecchio.
Los peritos de la Gendarmería intervinieron a solicitud de la parte querellante y ante la quietud manifiesta de la investigación. Al comenzar su tarea en el laboratorio de análisis clínicos ubicado en pleno centro de Cipolletti, encontraron huellas dactilares “impregnadas de agua y sangre” que estaban marcadas “en una puerta, en grifos de lavabos, archivos de consultorio y hasta en una bicicleta que habría sido utilizada por el asesino” para escapar del lugar y que fue hallada en el domicilio del “Clavo” Sandoval, señalado como amigo del imputado.
Los peritos estimaron que las huellas pudieron ser halladas “a pesar de que el criminal puso sumo cuidado en tapar sus manos usando guantes y rociando los rostros de las víctimas con ácido acético”, según explicó la Gendarmería en un comunicado enviado a los distintos medios periodísticos. El trabajo de los peritos se hizo con la ayuda de un laboratorio móvil que fue llevado a Cipolletti y cuyo costo llega a los 350.000 dólares. El mismo equipo fue usado recientemente en Córdoba y permitió encontrarpistas importantes para esclarecer el asesinato todavía impune del senador cordobés Regino Maders. En ese caso también aportó pruebas para la detención del presunto asesino.
El único que expresó disconformidad con la prueba aportada fue el abogado Eves Tejeda, defensor del ahora detenido Sandoval. “Es ridículo pensar que esa huella pertenece a mi cliente porque él nunca estuvo dentro del laboratorio”, fue su comentario al ser consultado anoche por este diario. “Necesitaban un culpable y ya lo encontraron, pero ahora hay que ver qué es lo que realmente tienen”, agregó el experimentado abogado de Cipolletti. El triple crimen de Cipolletti es el segundo que ocurre en esa ciudad en los últimos años.
El múltiple homicidio tuvo como víctimas, otra vez, a tres mujeres. En este caso, el homicida, cuando escapaba, tuvo un encontronazo inoportuno con Ketty Bilbao, que había concurrido al lugar para pedir un turno para hacerse unos análisis. La mujer, de 70 años, fue atacada de un balazo en la sala de espera, pero pudo recuperarse a pesar de que el homicida la había abandonado, dándola por muerta. Al salir del laboratorio, el criminal cerró la puerta de ingreso con llave y en la vereda intercambió algunas palabras con la hija de Bilbao, que estaba esperando a la mujer en su auto. “Andá y fijáte”, dijo el hombre a la hija de la mujer que resultó herida. Las dos mujeres serán ahora de vital importancia para terminar de identificar al culpable.

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El asesinato de las tres mujeres fue cometido el 23 de mayo en un laboratorio de análisis.
 
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