SOCIEDAD

Vigilia por una causa donde hay más dudas que pruebas acusatorias

Organismos de DD.HH. iniciarán una vigilia antes de la sentencia por el caso de la Masacre de Pompeya. Sostienen que la policía armó la causa para encubrir que balearon a un inocente.

Hoy, a las 17.39, un día antes de la lectura del fallo que decidirá sobre la suerte de Fernando Carrera, acusado por la que se conoció como la “Masacre de Pompeya”, se realizará una vigilia “para iluminar a la Justicia” frente a la puerta del Tribunal Oral 14, en Lavalle y Libertad. Claro que la vigilia, organizada por la defensa de Carrera, intenta iluminar su argumentación: la práctica policial de armar causas a inocentes. Curiosamente, o no tanto, la comisaría en cuestión, la 34ª, es la misma que perdió a nueve de sus hombres tras las rejas por el homicidio de Ezequiel Demonty, arrojado al Riachuelo. Lo particular del caso es que, en apoyo de Carrera participarán de la vigilia el CELS y el Serpaj (actúan como observadores en el juicio), la defensora del Pueblo porteña, Alicia Pierini, miembros del Programa Nacional Anti-Impunidad, y se escuchará una oración ecuménica del rabino Daniel Goldman y el padre Luis Farinello.

Lo acusan de haber atropellado y dado muerte a Gastón Bedoya, de 6 años, a su madre Fernanda Silva, de 31, y a Edith Custodio, de 41, en la esquina de Sáenz y Esquiú, frente a la iglesia de Pompeya, el 25 de enero de 2005. Efectivamente, las muertes fueron provocadas por el Peugeot 205 blanco del acusado y Carrera se encontraba en el asiento del conductor. La diferencia entre la acusación del fiscal Mendieta, que aporta pruebas policiales, y la del abogado defensor Federico Ravina es que el primero afirma que Carrera escapaba de la policía después de cometer con una banda dos robos.

Según el fiscal, durante la supuesta fuga, Carrera se habría topado con policías de la 34 y la 36. Se tiroteó con los policías y en la huida atropelló a las tres víctimas provocándoles la muerte. Luego volvió a disparar y fue herido de un balazo en la mandíbula.

Carrera, en cambio, asegura que la policía lo confundió con uno de los delincuentes. Los policías no estaban uniformados cuando lo encañonaron y creyó que lo intentaban asaltar. Aceleró entonces y en ese momento balearon su auto. Uno de los proyectiles impactó en su mandíbula, dejándolo inconsciente. En ese momento, el auto sin control recorrió una cuadra provocando una masacre. La defensa aseguró que le habían plantado el arma y demostró mediante las pericias balísticas que los orificios en la luneta trasera del auto habían sido provocados por proyectiles disparados desde atrás y no desde dentro del auto.

También se demostró que no había marcas de frenado ni de un intento de esquivar a las víctimas, “ya no para evitar atropellarlas sino como simple reflejo de autoprotección”, señaló Ravina. En ese aspecto, los peritos también señalaron que Carrera recibió el impacto en la mandíbula que lo puede haber dejado inconsciente, con lo que se explicaría que el auto siguiera avanzando sin control y sin reacción.

Por último, de los dos robos de los que lo acusaban y que fundamentaron la supuesta huida de la policía (habrá que recordar que estaban vestidos de civil), uno quedó perdido como prueba del fiscal porque el testigo que aportaba la acusación pifió la marca del auto y, más aún, reconoció que en la comisaría nunca le hicieron ver el vehículo para determinar si lo reconocía. Por otro lado, los testigos de ese robo no sólo no lo reconocieron, sino que describían a un personaje de físico diferente. Según Ravina, “ese robo estuvo armado, nunca existió”.

Del segundo robo, las víctimas y testigos describieron el hecho. En ese caso, el defensor sostiene que el hecho ocurrió realmente, pero sostiene que Carrera no participó en él. “Nadie lo reconoce, nadie lo describe, hablan de unas gorras que después nadie les mostró a los testigos. Uno de ellos, en la audiencia, dijo que jamás le mostraron los gorros como prueba. Cuando el fiscal pidió la prueba para mostrarla, en el tribunal admitieron que jamás había llegado hasta allí. Tampoco había llegado al juzgado de instrucción. En la comisaría 34ª argumentaron que se habían perdido en una inundación.”

Y por si fuera poco, Carrera conducía su propio auto, con los papeles a su nombre, con sus documentos y las fotos de su familia.

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La esquina de Pompeya donde quedó destrozado el Peugeot 205 de Fernando Carrera.
 
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