SOCIEDAD › EL ASESINATO DE UN CHICO POR OTRO, EN ITUZAINGO, DESATA LOS MIEDOS

La construcción de un monstruo

El crimen de Agustín Esteche a manos de un compañero de su escuela impactó de lleno en la sociedad correntina. E. V., el chico detenido, fue internado en el hospital del pueblo, donde ningún niño quiere entrar desde entonces. Las versiones recorren las calles ida y vuelta. E. V. era un excelente alumno y no tenía rasgos agresivos, pero la sociedad necesita el perfil de un monstruo.

“Acá las cartas llegan más por el nombre que por la dirección.” El comentario pertenece a un habitante de Ituzaingó, la ciudad-pueblo correntina que no logra salir de la conmoción por el asesinato de Agustín Esteche a manos de uno de sus compañeros del séptimo grado de la escuela Juan Bautista Alberdi. Y deja claro que el lugar tiene más reminiscencias de pueblo de las que en lo formal permiten sospechar sus 18 mil habitantes. El sangriento episodio es el tema de conversación exclusivo, y en la mente de la gente empieza a operar la transformación en un monstruo del –hasta el sábado–, para todos, un alumno brillante y compañero ejemplar. Mientras tanto, la Justicia local ordenó pericias psiquiátricas sobre el chico y llamó a declarar el próximo jueves a su familia.

Ubicada a 230 kilómetros al norte de la capital provincial, Ituzaingó tiene un solo hospital. Es en el que la Justicia ordenó internar a E.V., el niño de 12 años que acuchilló en su casa a Esteche. Según lo que cuenta la calle, los chicos se niegan a entrar al hospital, a pesar de los retos de sus padres. Tienen miedo de ese monstruo que el pueblo va formando en su imaginario a expensas de lo que el mismo chico sea.

“Necesitamos recuperar el equilibrio perdido desde el jueves pasado, cuando se supo de la muerte de Agustín. No estamos acostumbrados a este tipo de episodios, como sí pueden estarlo en las grandes ciudades. A nosotros nos sacudió y no encontramos la forma de empezar a digerirlo”, relata el mismo vecino, que prefiere no decir su nombre, sobre el crimen ocurrido el jueves pasado, pero cuya trama se descubrió recién el sábado.

Mientras la Justicia local continúa con la investigación –más para encontrar motivos que culpables, pues el chico de 12 años que estaba con Esteche al momento de su muerte aceptó la responsabilidad del hecho–, las charlas en la calle, en los cafés, en el trabajo y en todos lados intentan sin éxito construir un perfil de E. V. acorde a lo que había hecho y no a lo que se sabía de él. Marta Báez, directora de la escuela Alberdi a la que concurrían tanto la víctima como el victimario, no encuentra explicación: “El chico es un excelente alumno, fue abanderado y tiene un promedio de 9,20. Nunca tuvo problemas de conducta y es muy sociable, era imposible imaginar algo así de él”.

Entonces, desorientada, la comunidad no sabe cómo reaccionar. Pero lo cierto es que lo quiere lejos por aquello de que las culpas son ajenas, y algunos de sus integrantes empezaron a reclamar que se lo traslade a un centro de salud de otra ciudad. Creen que sólo así la vida cotidiana puede volver a fluir por sus cauces normales en esta localidad, dedicada casi exclusivamente a la ganadería y al turismo.

Por eso, se espera una gran convocatoria para la marcha de silencio que los Esteche llamaron para este jueves. El reclamo será de justicia, pero el de fondo es el de que alejen al “monstruo” de Ituzaingó. “Agustín era bueno y estaba siempre sonriente. Le gustaba jugar al fútbol. El otro chico tiene que pagar. No puedo dejar esto así”, llegó a decir ante las cámaras la madre de la víctima, Mirta Avila, antes de quebrarse.

Julio Camuglia, concejal electo el domingo por el PJ, grafica a Página/12 la situación. “Hay una especie de psicosis. Los chicos imaginan a este niño como un demonio, como un ser irreal. Y los adultos se empiezan a cuestionar la educación de sus hijos, se preguntan qué están haciendo mal para que uno de los pibes del pueblo haya hecho esto”, cuenta.

Todo ocurrió en el hogar de E. V., ubicado sobre la calle Corrientes, que es una de las dos céntricas de la ciudad. Los testimonios de vecinos indican que la del detenido siempre fue una familia poco dada a socializar con la gente del barrio. “Aunque viven en pleno centro, no son muy conocidos. Nunca salen a tomar mate a la calle, como se acostumbra acá en Ituzaingó”, señala Camuglia. Quienes sí son más ubicables son los abuelos del niño, ambos ex integrantes de fuerzas de seguridad: el materno, policía de Ituzaingó retirado; el paterno, prefecto jubilado.

Los chicos estaban solos realizando un trabajo práctico para la escuela. En un momento, el niño de 12 años dejó a su compañero frente a la computadora y se fue para otro ambiente. Al volver, le clavó un cuchillo en el cuello. Antes de toda la secuencia, de que Agustín llegara al último lugar que pisaría, el chico que confesó el asesinato había cavado un pozo de un metro y medio y había dejado al costado una bolsa, con la que se cree que planeaba envolver el cuerpo sin vida de Esteche.

Cuando la víctima, pese a la herida, salió corriendo hacia un patio interno de la vivienda, el plan quedó desbaratado. Había llenado de sangre todo el lugar, no se podía disimular. Entonces E. V. pensó la historia de un intento de asalto que terminó con la muerte de su colega de estudios. El resto es historia conocida: se contradijo en los interrogatorios, se puso nervioso y terminó confesando todo.

El fiscal a cargo del caso, Eugenio Balbastro, ordenó ayer que se sometiera al chico a una serie de estudios psicológicos y psiquiátricos. Balbastro precisó que “luego de obtener un diagnóstico de los especialistas, se seguirán los tratamientos que correspondan”. Además, los padres del niño de 12 años detenido fueron citados a declarar el próximo jueves en el Juzgado de Instrucción de Ituzaingó, que controla el juez Néstor Anociber.

Informe: Eugenio Martínez Ruhl.

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El frente de la casa de la calle Corrientes donde murió Esteche.
 
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