“El le habrá contado a ella una historia –conjeturó Ana Fernández, docente en la Sociedad Argentina de Terapia Familiar—. En el juicio oral, Barreda no se hacía responsable de sus crímenes: decía que había sido víctima de maltratos y humillaciones. Tal vez mantuvo ese discurso ante la nueva mujer y ella se sumó: ‘Pobrecito, nadie lo entendió, lo trataron mal...’. Hay mujeres que, con un perfil en cierto modo maternal, salen en defensa, en salvaguarda: ‘Si me hubieras conocido antes, las cosas no hubieran sido así’.”

Es que “la gente se junta por las razones más extrañas, conscientes o inconscientes”, observó Fernández. “Otra posibilidad es que él, ante ella, sí se haya manifestado arrepentido: él nunca volvería a hacer algo así, no sabe cómo pudo hacerlo... En todo caso, debe haberse armado algún discurso tranquilizador.”

Un discurso capaz de contrarrestar “un hecho como el asesinato de las hijas. No se trata, supongamos, de un hombre que delinquía y mataba pero siempre fuera de su casa. Es alguien que mató a sus propios hijos –señaló la terapeuta—. Pero entre los dos pueden haber armado una historia de amor donde eso no esté; y, para ella, ayudar a este hombre absolutamente necesitado podría ser ocasión para desplegar una disposición a dar, a proteger, que tal vez no pudo ejercer antes. Y esto puede funcionar, quizá funcione, si la historia terrible no se hace presente cada día”.

Por su parte Ana Martínez –terapeuta en la Fundación Familias y Parejas– subrayó una pregunta: “¿Qué podrá pasar si se presentan situaciones donde él se sienta humillado? Ante circuitos que se repitan, podrían plantearse riesgos. Algo importante es si existe arrepentimiento: cuando se han dado situaciones de violencia, es clave si hubo una posterior autocrítica, si la persona pudo medir la dimensión de lo que hizo”.