SOCIEDAD › JOSE PELLUCCHI, EL FUNDADOR

“Somos nuestro clown”

 Por Pedro Lipcovich

“La institución hospitalaria funciona como aparato de captura que aplasta el deseo”, sostiene José Pellucchi, fundador de Payamédicos. Médico y clown –como otros payamédicos, se formó con la reconocida maestra de clown Cristina Moreira–, explicó los alcances institucionales del accionar payamédico, precisó sus fundamentos teóricos y contó cómo se previenen los riesgos de una práctica en relación permanente con el dolor y la muerte.

–Desde que nos cambiamos y nos ponemos la nariz, ya no somos nosotros: somos nuestro clown. Cada uno tiene un clown, un personaje que lo acompaña y se va desarrollando, un “heterónimo”, en el sentido en que lo concretó el poeta Fernando Pessoa. Y somos payamédicos no sólo con los pacientes sino con todo el que se cruce en nuestro camino, incluso el personal del hospital. En la ideología dominante, el hospital es un lugar para sufrir y la enfermedad es un castigo: también el personal resulta muy afectado por esto. Pero, en contacto con el clown, el hospital se enternece. A veces los enfermeros se enojan con pacientes muy demandantes y, mediante nuestras intervenciones, se amigan. Además, no es uno, son muchos payamédicos los que trabajan juntos y entonces se genera algo difícil de explicar, el hospital se llena de colores, de música.

–Usted habla de un efecto “ideológico” sobre el hospital...

–Hay un funcionamiento del hospital como aparato de captura, donde el deseo se aplasta y el paciente se convierte en un objeto pasivo que el médico toca, pincha, manipula. Tratamos de recuperar la producción de subjetividades deseantes; que el paciente vuelva a ser un sujeto, en contra de una ideología dominante que privilegia el poder del médico, de la “clínica”. No me gusta esa palabra, “clínica”; ahora la usan hasta los artistas, que dan “clínicas” en vez de talleres. Pero el término viene de kliné, que significa “inclinado”, pasivo. Lo nuestro no es una clínica, sino que tratamos de generar lazos tiernos.

–¿Qué intensidad llegan a tener esos lazos?

–Habitualmente vamos a los hospitales una vez por semana; nos esperan; se establece una relación con los pacientes, y nosotros trabajamos con esa relación. Otros payasos de hospital, en otros países, van una sola vez a cada lugar para evitar que los pacientes “se encariñen”, es decir, evitar lo que en psicoanálisis se llama la transferencia. El paciente nos pone por ejemplo en un lugar parental, y uno podría prestarse a esto, pero nosotros tratamos de no promoverlo, y algo que nos protege es el clown: ese personaje encarnado, que portamos con nosotros, nos protege de los impactos de la transferencia, y también tratamos de generar en el paciente un personaje clown, eso es la payasización, y entonces la relación viene a darse entre dos personajes, sin perjuicio de que hayan sido construidos con material propio de cada uno. La generación de estos personajes promueve los aspectos más tiernos y fantasiosos, antes que la expresión de las carencias. Nos basamos en los conceptos del “esquizoanálisis”, introducido por Gilles Deleuze y que, en la Argentina, desarrollan Tato Pavlovsky, Hernán Kesselman y otros. Procuramos lograr con el paciente una producción conjunta.

–¿Cuáles son los riesgos de los que llamó “impactos de la transferencia”?

–Después de cada presentación, como norma, hacemos una supervisión o “cartografía” del grupo de trabajo. En las supervisiones se puede examinar esas capturas, que acontecen cuando el clown empieza a sucumbir. Cuanto más afianzado tenga uno el clown desde lo artístico, más se protegerá de esta irrupción. Recuerdo el caso de una payamédica con una paciente que le hablaba siempre desde lo real: que la habían operado, que le habían sacado tantos metros de intestino; la paciente no se había payasizado y le hablaba como podría haberles hablado a un familiar, a un amigo o a un psicólogo. Y la payamédica también perdía su clown; la paciente misma se daba cuenta de que la payamédica hablaba con la voz de siempre, no con la voz del clown. Estas cuestiones se ven en las supervisiones, que generalmente son grupales aunque a veces, si un payamédico está muy afectado por alguna situación, pueden ser individuales. También tomamos otras medidas de proyección. Por ejemplo, cuando una payamédica ha tenido un bebé, preferimos que no vaya a salas de pediatría, porque la enfermedad de los chicos podría afectarla demasiado.

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