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Cacerolazo holandés

“Esto fue un despelote”, comentaba eufórica Alejandra Zlutski, mientras cenaba en un restaurante de Amsterdam. Es que por un día el cacerolazo se mudó a Holanda y “cuando acá las cosas surgen espontáneamente, la policía se pone un poco nerviosa y la ciudad parece sitiada” continuó Alejandra, como regocijándose del clima tenso que causó el bullicioso invento argentino. Ella, junto con otros miembros de H.I.J.O.S. de Holanda, comités latinoamericanos y algunos partidos políticos holandeses, organizó el festival de la protesta “en solidaridad con los argentinos”, del que participaron cerca de 1500 personas. “Lo hicimos en la Konings Plein -Plaza del Rey– a la que rebautizamos Wite Plein –Plaza Blanca– por el color de los pañuelos de las Madres de Plaza de Mayo”. El festival comenzó a las 10 de la mañana y terminó a las 17, “cuando el ambiente se puso más pesado”, y contó con la actuación de murgas –una de ellas argentina– y grupos de rock, además de la realización de colectas “para dar una mano a las organizaciones no gubernamentales de Argentina”. La nota de color casi la da el anónimo que arrojó una lata de pintura contra la carroza de los recién casados, pero le erró al objetivo. Además, el vehículo fue blanco de latas de cerveza y rollos de papel higiénico, que derivaron en la detención de diez personas. Más allá de los incidentes menores, los organizadores del evento solidario coincidieron en que “dejamos bien en claro nuestro repudio a la clase de gente que participó de los festejos reales, la misma que apoya la política de los bancos que tanto afecta al pueblo argentino”.

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