SOCIEDAD › LO QUE VIERON VECINOS Y SOBREVIVIENTES

Relatos de la devastación

Los relatos de los vecinos, los primeros que llegaron a socorrer a las víctimas del descarrilamiento de Santiago de Compostela, enmudecen cualquier relato. Entre lágrimas, con la voz anudada en la garganta, los improvisados rescatistas describieron escenas de horror, de heroísmo y dejaron en claro la solidaridad gallega en una catástrofe que habría dejado impávidos a muchos.

La moza de un bar, a 30 metros en línea recta del siniestro, llamó en el mismo momento del siniestro al 061 para reportar un escenario dantesco. “Me decían que esperara, no me creían, pero yo sólo le podía decir que había muchos muertos.” En tanto, el dueño del local habilitó el jardín para atender a los heridos en un improvisado hospital de campaña. El espacio, delante del establecimiento, se llenó enseguida de personas ensangrentadas y con restos de esquirlas metálicas en el cuerpo. En cuestión de minutos, empezaron a llegar camiones de bomberos, ambulancias y la policía. Algunos de los vecinos se apuraron a bajar por su cuenta frazadas y agua.

“Cuando llegué a la zona el vagón todavía estaba moviéndose. Vi una mujer salir por la ventana”, relató un hombre. “Vi venir un torpedo enorme de polvo y ruido, pensé que el tren se venía contra mí y me eché a correr”, aseguró al diario español El País una vecina llamada Mari, que tendía la ropa en su casa, enfrente a las vías del tren, cuando escuchó la ensordecedora explosión a las 20.42 del miércoles (15.42 de Argentina).

Del vagón número 7, uno de los ocho que descarrilaron y acabaron volcados, salió Raúl Fariza, un norteamericano de Houston que llegaba a la ciudad por las fiestas del Apóstol Santiago de Compostela tras visitar a unos familiares en Zamora. Fariza comprobó cómo el convoy se salía de la vía y también vio a decenas de personas rodando por el suelo. Entre ellas, su mujer, Myrta. “El impacto le arrancó el cuero cabelludo y estaba llena de sangre por todas partes.” Cuando la rescataron los servicios de emergencia, estaba viva. Este mismo viajero también vio cómo se rescataba a un bebé, “en principio, sano y salvo”.

Los relatos de los testigos compiten en horror. “Yo iba escuchando música y no escuché nada, solo cuando descarrilamos. Había gente destrozada, muchas personas sangrando, fue horrible.”

En el vagón contiguo, dos universitarios contaron aún con cara de pánico que sintieron el impacto y que enseguida se vieron “rodeados de cadáveres”. “El instante del accidente ha desaparecido por ahora de mi mente. Recuerdo el anuncio de que estábamos a punto de llegar a Santiago y después que el tren se dio vuelta”, dijo Pilar Padilla, quien iniciaba sus vacaciones.

“Todo transcurrió muy rápido. Cuando me quise dar cuenta estaban los bomberos sacándome del tren. Creo que fue por el techo. Al instante me vi en una camilla y después me trasladaron al Hospital Policlínico La Rosaleda. Intento hacer memoria, pero es como si esos momentos de mi vida hubiesen desaparecido. No sé si algún día recordaré.” Padilla tiene rota una muñeca y heridas en los pies.

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