SOCIEDAD › DESCONCIERTO DE LOS PASAJEROS

Quejas y solidaridad

“¿El 98 no pasa ni ahí, no? ¡Qué lindo sería vivir en Capital!”, le preguntaba, sin expectativas pero con una sonrisa, una viejita encorvada, cargada con bolsas, a otra, antes de cruzar la calle y encarar a Plaza Constitución para buscar otro transporte. Llegada la tarde, el barrio parecía haber asimilado el paro iniciado el mediodía de ayer desde la Unión Trianviarios Automotor (UTA), por el asesinato de Leonardo Paz, el chofer de la línea 56. El tráfico de transeúntes y vehículos agobiaba como de costumbre, la lluvia volvía a acumular agua en las veredas, pero no había grandes colas en las paradas de colectivos. Los pasajeros que tenían que ir o regresar de provincia ya estaban enterados de la noticia y la mayoría optaba por tomarse el Roca, que se había transformado en un hormiguero. Las opiniones sobre la medida entre los que todavía esperaban empapados iban desde el enojo por no poder llegar rápido a destino hasta la solidaridad con los choferes. En otros lugares de la ciudad, en las paradas se acumulaban largas filas.

Catalina, de 66 años, se había tomado el tren desde Lanús y esperaba el 39 para regresar a su casa, balanceándose de un lado al otro para sacarse el frío. “Es lamentable lo que pasó. Además, ¿cuánto podían llegar a robar? Nada. Yo ahora vengo de provincia, de cuidar a mi nieto, y no había colectivos, nada de nada. Creo que los que más lo sufren son los que tienen que ir para allá”, opinaba, mientras, cada tanto, miraba de reojo para que no se le escapara el colectivo.

“Hace diez minutos estoy esperando, pero porque justo cuando llegué pasaron dos seguidos. No tiene relación con el paro. Capaz que vienen tres o cuatro juntos por el tráfico que agarran por el centro, pero es normal –comentaba la mujer–. El paro nos perjudica, pero lo entiendo, algo tienen que hacer. También es verdad que con la medida tampoco solucionamos nada porque las autoridades no se encargan. Yo no veo que se hagan cargo de la inseguridad. Es un tema porque te pueden robar en cualquier momento y lugar. No te salvás en ningún lado.”

En la parada del 59, sentido hacia Vicente López, estaba una de las colas más largas. Unas siete personas esperaban impacientes, desconcertadas, sin saber si su transporte iba a llegar. “La verdad es que no sé si va a pasar. Hace más de media hora que estoy esperando y no pasó ninguno. Por ahí se ve alguno que va para el otro lado, entonces, por las dudas, espero. Al 60 no lo vi, por ejemplo. Si no viene, voy a tener que tomarme el subte, aunque no me guste. Es demasiado caro y debe estar repleto de gente”, decía Narciso, que lideraba la fila a cara de perro.

“Me parece que está bien que hagan el paro, porque no es justo que les pasen estas cosas, están trabajando. Igualmente, así como exigen mejores condiciones, estaría bueno que ellos también hagan mejor las cosas. También actúan mal. Suben gente con el colectivo en movimiento, no dejan que viajen todos, van a las apuradas... Debería haber inspectores. Yo, dos veces, casi me voy a la mierda queriendo subir”, indicaba, verborrágico, nervioso por llegar tarde a su trabajo, en Congreso y Cabildo.

“Es un desastre esto. No sé si está bien la medida. Si querés ir a provincia, no tenés forma de moverte. También es cierto que una está con la onda de esperar 20 mil horas, pero hay que ponerse en el lugar del otro”, pensaba y repensaba Fabiana, que aguardaba en vano el 129. “Unos policías me dijeron que los que van a provincia no circulan. Ahora voy a llamar a mi marido para ver si me puede pasar a buscar”, contaba acurrucada en uno de los asientos de la plataforma de la parada, que permanecía desierta. Enfrente, las líneas 12, 39 y 102 no dejaban de aparecerse cada cinco minutos y fastidiar a la fila más grande de personas, que aguardaban distintas combis con destino al Gran Buenos Aires.

Informe: Gonzalo Olaberría.

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