SOCIEDAD

Cómo es vivir con alto coeficiente intelectual

- Héctor Roldán: “Yo siempre cuento que, más que inteligente, llegué a la adultez pensando que era medio tonto. Tuve muchos problemas en la escuela primaria, por un lado me adelantaron un grado y estaba muy bien, pero en lo que hace al tema emocional y social ese hecho de estar adelantado me jugó en contra. Yo tenía amigos ‘intelectuales’ tres o cuatro años mayores y amigos de juegos tres o cuatro años menores. Aparte, como me portaba mal en la escuela me medicaron con Ritalin entre los 8 y los 11 años. Yo tenía doscientos mil problemas, no encajaba en ningún lado. La palabra que más escuché en el secundario fue ‘desubicado’. En esa época faltaba siempre, no estudiaba. Después hice muchas carreras, porque están todas buenísimas, pero no terminé ninguna. Cuando vine a dar el examen de Mensa tenía un susto bárbaro, pensé que me iba a encontrar con puros genios, pero era gente normal”.
- Verónica Rocchi y Hernán López: Esta pareja se presentó junta a dar el examen de Mensa y ambos entraron. Verónica dice que fue su marido Hernán quien conoció la asociación e insistió en ir: “Unos amigos ofrecieron pagar un asado si pasaba el examen”. Ella cuenta que en su infancia “académicamente nunca tuve problemas. En la escuela fui una santa, el mejor promedio de mi promoción. Mis problemas eran más de sociabilidad, yo por un lado me moría por ser aceptada en grupos divertidos del colegio, ir a los bailes, pero al mismo tiempo me aburría. Siempre estaba queriendo estar con gente más grande, pero no los encontraba en mi ámbito. Yo no pensaba que era inteligente, me daba cuenta de que no era muy aceptada ni querida, pero no sabía por qué. Creía que era más aburrida o antipática, o lo que fuera que no encajaba. Esos problemas de sociabilización mejoraron después que cumplí veinte años”. Lo de Hernán no es tan distinto: “Cuando era un chico era un paria en la escuela –dice–, aunque mis maestras me querían porque les servía para ayudar. El secundario fue surfearlo: no recuerdo hacer una sola tarea. Después estudié astronomía, pero lo tuve que dejar porque es una carrera muy cara y no hay tiempo para trabajar. Ahora hago publicidad”.
- Hernán Freedman: “En la escuela empecé a tener algún inconveniente a mitad de la primaria –afirma el presidente de Mensa–. Era muy buen alumno, todo diez, pero me agrupé con ‘el desperdicio’ de la clase. Eran repitentes, algunos más grandes, y con ellos podía hablar de otras cosas. Con el resto de los chicos empezó a haber problemas de competencia. En sexto grado tuve la suerte de tener mi primera computadora, que fue un oasis: podía desarrollar al infinito lo que se me ocurriera. Luego, en el secundario fui a un colegio técnico orientado a la computación y no necesité estudiar, tenía mucha afinidad con el tema. Después hice la carrera –Ingeniería en sistemas– sin inconvenientes. Y en la facultad fue donde mejor me sentí con la gente”.

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