SOCIEDAD › ALCIRA DAROQUI

“Proceso de violencia”

Alcira Daroqui es socióloga, investigadora del Instituto Gino Germani y autora del libro La niñez ajusticiada, un trabajo auspiciado por Unicef en el que se analiza y se atraviesa críticamente la estructura que sostiene el sistema de minoridad en la Argentina. Empleada hace 15 años en un juzgado de menores de Quilmes, Daroqui es una de las pocas intelectuales que trabaja la criminalización de los adolescentes que está en contacto permanente con “los pibes”. Desde esa perspectiva, es una de las voces más autorizadas a hablar sobre los efectos que producen las instituciones de encierro en los menores, el rol de la Justicia y los efectos no deseados que podría tener la baja de edad de imputabilidad que propicia la mano dura.
–¿La institucionalización es un camino de ida hacia el delito?
–Hay que ser prudente. Las condiciones para que un chico llegue al delito son sus condiciones sociales previas a la institucionalización.
El delito es parte de un proceso de violencia, en el que podrían mencionarse desde el embarazo infantil, el consumo de droga, la vida sexual prematura sin cuidados, el golpe cotidiano del padre o la madre.
–En ese contexto, ¿cómo se inscribe el delito?
–Esos chicos comienzan a resignificar. Unos les pegan a las compañeras, otros les pegan a otros pibes, otros abandonan al hijo. En algún momento las violencias padecidas comienzan a ser violencias producidas, o un acto hacia los otros, que no dejan de ser de ninguna manera violencias padecidas. La chica que golpea a sus hijos es cuestionada por la institución, el marido, el barrio. Y con el delito terminan presos.
–¿Cómo impacta entonces el ingreso a los institutos?
–Obviamente, la privación de la libertad nunca va a favorecer ningún proceso sino que va a agravar los aspectos que lo llevaron a caer en el sistema judicial y penal a esa persona. Pero no es la única razón del agravamiento. En general, en los chicos jóvenes con causas penales la privación de la libertad no es por mucho tiempo salvo que el chico sea reincidente permanente o que la familia pida que lo internen. Blanquea ante el juez otros problemas. La madre lo que suele decir es “yo no lo puedo manejar”.
–¿Qué diferencia hay entre un chico que va a máxima seguridad?
–Una vez más la diferencia es azaroza. Salvo en casos excepcionales en delitos muy graves, donde el máxima seguridad puede ser el primer paso institucional, los jueces suelen preferir darles oportunidades. Hay jueces a los que les molestan las permanentes fugas de los pibes y entonces los mandan a máxima seguridad. Hay otros jueces que se dan cuenta de que en cada fuga cuando vuelven a delinquir se van poniendo más en riesgo. De alguna manera piensan “no quiero ser cómplice del homicidio de este pibe”. También hay jueces jodidos que los largan para que los maten, al menos eso resulta evidente para cualquiera de nosotros.
–Los chicos son conscientes de que el riesgo que corren es cada vez mayor. He conocido muchos que se plantean “rescatarse”.
–El pibe sabe que puede morir pronto. Ellos viven una realidad cotidiana donde la muerte es familiar y cuando se le advierte “no seas estúpido que te van a pegar un tiro”, eso que les decimos para ellos es la estupidez. Las alarmas y preocupaciones que uno tiene como profesional están tomadas por un atravesamiento de clase que no tiene nada que ver con el del chico. Uno ya no sabe cómo conmocionarlos. Muchos chicos me dicen “la calle ya no da para más”. Tengo un montón de pibes queriéndose meter en el Ejército o en la policía. Esto implica que existe una búsqueda. Pero lo desquiciante es que como no hay adónde ir, piensan en un lugar donde por lo pronto los van a maltratar. Por eso cuando hablamos de este tema hay que hablar de cómo naturalizan la violencia.
–¿Qué cambiaría realmente bajar la edad de imputabilidad?
–Eso significa habilitar al juez a poder aplicar penas. Pero no habrá una enorme diferencia con lo que ya ocurre. En provincia, el porcentaje de chicos a los que un juez de menores les baja sentencia es ínfimo. El chico va al instituto, está encerrado, sale, pero nunca fue condenado. Así que con una ley para condenarlos antes en lo jurídico no cambiará nada. Pero puede habilitar a otras cosas: lo más peligroso es que puede dar un criterio de mayor punición en la propia policía. Se encontrarían más legitimados para tomar acciones más violentas con pibes más chicos.
–El tema es entonces que así se resguarda la impunidad policial.
–Es un ejercicio indiscriminado de la violencia, que no es sólo para los pibes chorros. Si la policía realmente se pusiera en un criterio de eficiencia tendría que tener cincuenta detenidos por día, y hay días en que no hay un solo detenido y hay veinte comisarías en la zona. Esa supuesta ineficiencia basada en las múltiples relaciones de la fuerza termina redundado en menos detenciones, y también en relaciones oscuras inaccesibles para el sistema jurídico. Son relaciones muy inestables, son como las relaciones de la mafia, durante mucho tiempo los cubren y un día son varias las razones porque la policía puede abandonar a alguien y eliminarlo.

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