SOCIEDAD › LOS TRATAMIENTOS A DISTANCIA POR TELEFONO

Hay un psicólogo en mi línea

Paralelamente a las terapias online (o posiblemente antes) avanzaron también los tratamientos por teléfono. El psiquiatra Ricardo Carlino, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba), tiene experiencia en esa línea y acaba de presentar un trabajo sobre el tema en un ateneo de esa institución. Cuenta que consideró la posibilidad al notar que, en el caso de personas que habían emigrado, las comunicaciones telefónicas con sus familias empezaron a cambiar de función. “La gente habla dos o tres veces por semana por teléfono o a través de Internet –que es barato o directamente gratis– y no sólo se comunica información. Aparecen cosas de la vida cotidiana; el teléfono empieza a tener una función de compartir vivencias comunes. Uno podía pensar que una sesión de análisis no podía hacerse por teléfono porque no es simplemente una consulta, es un transcurrir, un dejarse llevar por lo que va saliendo. Pero si el teléfono empieza a tener una función de convivir y compartir, no sólo de comunicar datos, entonces una sesión de análisis puede tener sentido.”
Fue precisamente una paciente que tuvo que emigrar la que primero le planteó la posibilidad de seguir la terapia por teléfono y lo hicieron tres veces por semana a lo largo de dos años. “Es distinta una sesión por teléfono: la parte sensible es la auditiva, y quedamos privados del uso de la visión, del olfato, del tacto, porque hasta cuando uno le da la mano a un paciente algo se trasmite. Entonces hay que ir desarrollando algunas de las habilidades que desarrollaron los ciegos.”
Justamente en su trabajo Carlino menciona la ceguera como un punto de referencia. “En Buenos Aires, en la década de los ’60, a un estudiante ciego, luego de haber aprobado todas las materias de la carrera de Psicología, se le negó el título que lo habilitaría profesionalmente –escribió–. En sustitución, sólo le ofrecían un certificado de estudios cursados, con el argumento de que un psicólogo ciego no podía ejercer la profesión por estar privado de uno de sus sentidos.” Otro recuerdo “tomado también de la realidad” habla de las habilidades que pueden desarrollarse a ciegas. “Un maestro de ciegos mantenía un diálogo fluido con una alumna ciega, a la que acompañaba su hijo de 5 años, cuando en el medio de la conversación, la madre gira la cabeza en dirección hacia el niño y le dice: ‘Pedro, ¡cuántas veces tengo que decirte que no quiero que te pongas el dedo en la nariz!’.”
Por eso Carlino sostiene que “ciertos prejuicios pueden operar como si fueran realmente fuente de razón y equidad cuando se sostiene a ultranza que un tratamiento de este tipo no puede tener cabida. Es de suponer que a medida que un analista se va compenetrando del quid de esta técnica tendrá mayores posibilidades de desarrollar nuevas habilidades perceptivas”. Por ejemplo, “aspectos paraverbales (cadencia, amplitud, ritmo y entonación de la voz), así como ciertos indicios presentes en irregularidades o accidentes habidos en ellos ofrecen información que puede ser decodificada”.
Otras diferencias de ambiente son desconocidas por el terapeuta: “... puede darse que estando en pleno calor de verano, del otro lado de la línea se esté en el medio de una tormenta de nieve –describió Carlino– o que mientras es noche de un lado sea día en el otro. A propósito de las diferencias contextuales, he instalado en mi consultorio un reloj con doble cuadrante que muestra la hora de Buenos Aires y la del otro lado de la línea. Cuando en el transcurso de una sesión miro el reloj y percibo la disparidad horaria, me produce un efecto de concientización de esa diferencia, lo que aumenta mi grado de conexión real con el paciente”.
–¿Y qué pasa con los silencios?
–De entrada es una angustia terrible, uno no sabe si la comunicación se cortó, si el otro se distrajo o si es él quien está pensando que se cortó. Con el tiempo se va legalizando por ambas partes, puede haber silencios de un par de minutos que son tolerados sin necesidad de toser. Pero también para promover que el otro siga hablando se puede decir algo. Esto no es idéntico a la terapia presencial y hay que aceptar la diferencia.

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