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Viernes, 21 de abril de 2006

LA FERIA SE INAUGURO CON UN ENCENDIDO DISCURSO DE TOMAS ELOY MARTINEZ

“El libro siempre se abre paso”

La apertura de la muestra tuvo más de un matiz. El secretario de Cultura, José Nun, anunció dos proyectos oficiales y Carlos Pazos exigió una reformulación del IVA. Martínez fustigó la ausencia de Kirchner y le dio forma a un discurso emotivo, que levantó ovaciones en la sala José Hernández.

 Por Silvina Friera

La Feria es un clásico del otoño que ya va entrando en su madurez. “Los libros hacen historia”, el lema de esta 32ª edición, le sirvió a Tomás Eloy Martínez para proponer una relectura sobre la Constitución argentina. Lo escuchaban en primera fila el ministro de Educación, Daniel Filmus, que asistió en representación de Néstor Kirchner –nuevamente ausente con aviso, aunque prometió hacer una recorrida por la Rural como el año pasado–; el vicepresidente Daniel Scioli; el secretario de Cultura, José Nun; el jefe de Gobierno Jorge Telerman; el presidente de la Fundación El Libro, Carlos Pazos, y hasta Ernesto Sabato, que no suele mostrarse por la Feria. “Todas las grandes culturas se han creado en torno a un libro sacramental: ya sea el Pentateuco, la Torah, los Evangelios, el Shu y el Yi de Confucio, el Buddhavacana canónico de los budistas, el Chilam Balam y el Popol Vuh de la América anterior a Colón”, dijo el escritor en la sala José Hernández del predio de la Rural. “Algunas pocas naciones han tenido también la fortuna de ser proyectadas y organizadas por grandes hombres para los cuales el libro era un artículo de fe. Fueron los libros los que inspiraron a Moreno, a Belgrano, a Sarmiento. La espada desbrozó el camino, pero el libro lo creó”, dijo. El autor de El cantor de tango recordó que Sarmiento –que repetía que “las escuelas son la democracia”– inició una de las más admirables revoluciones pacíficas del siglo. “Lo que propuso fue crear otra vez el país, pero a partir del libro, apagar con civilización los fuegos de la pasada barbarie.”

La ceremonia de apertura dejó bastante tela para cortar. Pazos abrió el fuego anunciando que Argentina será la invitada de honor en la Feria del Libro de Frankfurt de 2010 y lanzó un reclamo sobre el IVA aplicado a los libros. José Nun, en tanto, tomó la posta para transmitir dos proyectos oficiales que despertaron diferentes grados de entusiasmo en los presentes. Primero anunció la preparación de un proyecto de ley que, a través del diputado Jorge Coscia, se presentará en el Congreso, para crear un Instituto Nacional del Libro que buscará estimular la creación editorial. Pero fue su segundo anuncio el que despertó mejores aplausos: según dijo el funcionario, a partir de ahora todas las viviendas que entregue el Ministerio de Planificación incluirán una biblioteca de iniciación. “El libro es un instrumento decisivo para la democratización del país”, dijo Nun. “Sin acceso a la lectura, el lenguaje nace pobre y sigue siendo pobre: el libro es fundamental para una política de inclusión”, señaló.

La respuesta a esas palabras tuvo su contraparte en el discurso de Eloy Martínez. Duro e irónico, el escritor lamentó “que no haya estado el Presidente para hacer los anuncios que se hicieron a través de sus funcionarios”, para apuntar, en medio de una estruendosa ovación, que “la presencia del jefe de Estado en un acto como éste es insustituible”. El discurso de apertura del escritor formará parte de la historia de la Feria: así lo decidió el público que le dedicó más de un aplauso fervoroso. “América latina entera se miró durante décadas en el espejo de nuestros libros: en los que escribíamos y en los que publicábamos”, señaló Martínez. “Recuerdo cuánto le admiraba a Gabriel García Márquez, en el invierno de 1967, que las librerías de Buenos Aires estuvieran abiertas hasta altas horas de la noche, y que las amas de casa regresaran de los mercados con libros que se compraban como artículos de primera necesidad, junto con la lechuga y el pan del almuerzo.” El escritor aclaró que los tiempos son ahora otros y que la miseria ocupa en muchos hogares el lugar que tenía antes el conocimiento. “Las batallas de estos tiempos de globalización no se libran ya para conquistar nuevos lectores o para crearlos, sino para que el mercado no los deseduque, para que los lectores no pierdan la costumbre de ver el libro como un modo de verse también a sí mismos. La globalización ha engendrado a la vez abismos de desigualdad que antes eran imposibles de imaginar, porque lo que se globaliza es el mercado, no las personas”, advirtió.

Y quizá para vacunar el optimismo de muchos de los presentes, Martínez repasó un par de cifras que dan cuenta de esa desigualdad: una quinta parte de la población del mundo sigue sin tener acceso a forma alguna de educación, y más de los tres quintos restantes no pueden comprar libros. “Mil quinientos millones de personas carecen hoy de agua potable y más de mil millones viven hacinados en casas miserables, indignas de la condición humana. Mil millones de personas no saben leer ni escribir”, añadió. Para el autor de Santa Evita, la educación obligatoria de Sarmiento es ahora una utopía más inalcanzable de lo que era hace siglo y medio. “Innumerables chicos siguen sin poder ir a la escuela porque tienen que ayudar a ganar el pan de sus padres, y los que van no lo hacen para aprender sino para comer, porque a muchos de ellos la escuela les ofrece la única comida del día.”

Después de repasar esta dolorosa realidad, Martínez recuperó el optimismo al plantear la importancia de la lectura. “Leemos para aprender cómo es la respiración del mundo. Y también leemos para descubrir que el mundo no respira como imaginábamos, sino de otra manera. Todo y todos somos, a cada instante, otros. Si no supiéramos leer, tampoco sabríamos pensar”, afirmó el escritor. “Cuando el poder no lee, el poder no piensa. Las dictaduras militares se negaron a leer. Con el poder iletrado no hay diálogo posible: sólo obediencia y monosílabos. Después, durante los años en los que el país fue sometido a un voraz remate, el acto de pensar se volvió ineficaz e inútil. Para prosperar, ya no era preciso leer: es decir, no hacía falta pensar. Se impuso el hábito de la discusión frívola. Cuánto nos ha costado salir de ese pantano en el que estábamos estancados, huérfanos del libro”, opinó.

El escritor comparó al libro con el agua. “Se le imponen cerrojos y diques, pero siempre termina abriéndose paso. La adversidad pareciera fortalecerlo”, precisó. “Aun en los peores tiempos, las ideas que después se transformaron en palabras han soslayado las censuras y las mordazas para cantar cuatro verdades y seguir siendo incorruptibles e insumisas cuando a su alrededor todos callan, se someten y se corrompen. Ni el odio de los bárbaros ni la intolerancia de los injustos ha podido destruir el libro, porque su memoria es también la memoria de la especie humana.” El escritor pidió rescatar al libro “de la indiferencia de los que mandan, de la ceguera de los que creen que es posible vivir sin él, de la estupidez de los que imaginaron que acabarían con él quemándolo o prohibiéndolo”. Entre los aplausos se escuchó su pedido final: “Salvemos al libro, porque en el libro ha estado siempre lo mejor de nosotros”.

Por su parte, Carlos Pazos se quejó por la asimetría que sufre la industria editorial con el Impuesto al Valor Agregado, “que pasa a ser un costo directo sobre el libro”, y por el cual dijo que seguirán bregando para obtener una reparación. En la misma línea de cuestiones impositivas, el presidente de la Fundación El libro confesó que lamentaba que en la reciente modificación de mínimos no imponibles para los trabajadores de la cuarta categoría no se haya tenido en cuenta a los trabajadores de la cultura, que son los autores. “El mínimo no imponible para ellos continúa siendo de 833 pesos por mes. Esto, si no se modifica, es una causa más, aparte de la fotocopia ilegal y de la piratería de libros, para desalentar la creación”, explicó. “Un autor menos es una opinión que deja de expresarse ante la sociedad”.

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“Leemos para aprender cómo es la respiración del mundo”, dijo Tomás Eloy Martínez.
Imagen: Bernardino Avila
 
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