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Martes, 21 de septiembre de 2010

CINE › EL CINEASTA GASPAR NOé HABLA DE ENTER THE VOID, SU TERCER LARGOMETRAJE

“En esta película no hay nada ofensivo”

El tercer film del director francoargentino fue presentado el año pasado en Cannes, donde no despertó la misma clase de reacciones airadas que había tenido Irreversible. Acaba de estrenarse en Europa, pero todavía no tiene fecha aquí.

 Por James Mottram *

Cuando Gaspar Noé volvió a Cannes el año pasado con su tercer film, Enter the Void, se lo podía perdonar por esperar lo peor. Su película anterior, Irreversible (2002), con su narrativa inversa que tenía como centro una escena de violación muy gráfica de diez minutos de duración, fue la causa célebre de ese año. La publicidad de la edición francesa del DVD resalta que en la premiere 200 de los 2400 espectadores se levantaron y se fueron. “La gente abucheaba, chiflaba y gritaba”, recuerda Noé, con una voz suave que es cualquier cosa excepto confrontadora. Sin embargo, pese a la advertencia de que el frecuente uso de luces estroboscópicas en la película podía inducir epilepsia, Enter... fue diferente. “Esperaba más reacciones”, se encoge de hombros. “Pero fue muy silencioso.” Casi puede notarse la decepción de su voz. Después de todo, el shock es la mercadería del calvo Noé. Los famosos títulos de presentación de su debut de 1998, Solo contra todos, dicen: “Tiene 30 segundos para irse del cine”, antes de hacer una cuenta regresiva hacia la brutal resolución de su historia nihilista de un carnicero desempleado “peleando por sobrevivir en las entrañas del país”.

Noé compara una ida al cine con los tensos placeres de subirse a una montaña rusa. “Si vas al cine y alguien trata de impactarte, deberías estar feliz”, dice. Irreversible ciertamente lo consigue, desde el reparto con el glamour francés de la pareja formada por Vincent Cassel y Monica Bellucci como protagonistas, hasta la asquerosa secuencia inicial en The Rectum, un club gay tan sórdido que hace que el infierno del Dante parezca atractivo. En ella, mientras la cámara gira y la banda sonora late, el Marcus de Cassel derrumba brutalmente con un matafuegos al hombre que cree que violó a su esposa. A pesar de lo impactante que es, Noé cree que eso tiene poco que ver con el prestigio de la película. “Una buena película es una buena película, y una mala es mala”, argumenta. “Las películas pueden ser impactantes y malas. O pueden ser impactantes y fantásticas.”

Si suena como un chico que alegremente ama provocar –no es por nada que frecuentemente se lo llama enfant terrible–, puede que él se destaque cuando se trata de ser un genuino provocador. Así lo recordaba el veterano director Paul Schrader, cuya puesta en escena repleta de bilis para Taxi Driver de Martin Scorsese se siente como una influencia directa en la ópera prima de Noé: “Hace poco tuve un interesante almuerzo con un director francés llamado Gaspar Noé, quien quería hacer una película conmigo, algo con violencia, pornografía y demás. Y le dije: ‘No creo que a esta altura nadie sea impresionable’”. Noé, evidentemente, se ha propuesto probar que Schrader está equivocado.

Sin embargo, en el caso de Enter..., una película que él describe como un “melodrama psicodélico”, Noé evidentemente busca hacer más que acelerar los latidos. Ubicada en Tokio, narra la historia de dos occidentales recién llegados a la ciudad, Oscar (Nathaniel Brown), un dealer de poca monta, y su hermana Linda (Paz de la Huerta), una stripper. Cuando a Oscar lo asesinan de un balazo en el baño de una discoteca durante una razzia policial, su espíritu emerge para flotar sobre la noche iluminada por neón de Tokio. Luego se ve en un flashback que una vez Oscar le prometió a su hermana que nunca la abandonaría, y lo cumple incluso después de muerto, porque su espectro está sobre ella.

Pero al ser una película de Noé, es cualquier cosa menos un hermoso viaje. Enteramente filmada desde el punto de vista de Oscar, la cámara flota sobre las calles de la ciudad, a través de paredes e incluso de una trompa de Falopio, registrando todo, desde un aborto muy gráfico (la escena que Noé admite que pensó que iba a abuchear el público de Cannes) hasta una excursión explícita a una suerte de albergue transitorio de Tokio. Si bien el resultado no es muy diferente al “chic asqueroso” de sus films anteriores, Noé cree que es diferente a sus predecesoras, en particular a su última película. “Irreversible no era muy seria”, dice. “Como el nombre del boliche, The Rectum: hay muchas cosas que son infantiles en esa película. Pero ésta es más seria.”

Es materia de debate que el público vaya a comprar la naturaleza seria de lo que parece un prolongado flashback de ácido, pero no puede haber dudas de que ésta es la película más avanzada técnicamente de Noé hasta la fecha. El viene pensando en hacer un film de este modo desde que tenía 23 años y vio La dama del lago, la adaptación de Robert Montgomery de 1974 del libro de Raymond Chandler, también filmada enteramente desde el punto de vista de un personaje, Phillip Marlowe. Noé alucinaba con hongos en ese momento. “Fui transportado adentro del televisor y adentro de la cabeza de Marlowe –recuerda–, aunque la película estaba en blanco y negro y subtitulada.”

No fue la primera vez que Noé se sintió de esta forma, porque ya había tenido una temprana experiencia con 2001, Odisea del espacio, la obra maestra de Stanley Kubrick, que termina con su famoso cuelgue de la “puerta a las estrellas”. “Recuerdo que el primer trip de drogas que tuve en toda mi vida fue cuando tenía 6”, dice. “Mis padres me llevaron a ver 2001. Me sentí como si estuviera drogado. Estaba abrumado. Estaba poseído. Y tenía 6 años. Y me pasa una y otra vez cuando veo esa película. Me hizo querer tomar el control de esa clase de posesiones recreando la misma situación con otra gente. Pero esta vez, yo soy el titiritero.”

Invariablemente, como 2001, Enter... está destinada al estatus de culto entre aquellos que alguna vez experimentaron con LSD. “Algunos dirán que nunca van a drogarse después de ver mi película. Pero otros diran ‘¡Me encantó, fue como volver a tomar ácido!’”, asegura, y pronostica un regreso del LSD, al menos en su barrio. “De vez en cuando, escucho a gente en París que dice ‘me voy a tomar un ácido’”, se encoge de hombros otra vez. “El LSD puede ser peligroso. Puede ser adictivo. Pero también podés ser adicto a la masturbación. Yo tuve dos adicciones en mi vida: la masturbación y el café. Y abandoné la primera a los 20.”

Nacido en 1963 en Buenos Aires, donde su padre estudiaba arte y derecho antes de trabajar como periodista, la infancia de Noé fue de relocación. Cuando tenía 2 años, su familia se mudó a Nueva York, donde su padre logró una beca Guggenheim. A eso le siguieron otros seis años en la Argentina antes de que la familia volviera a mudarse, esta vez a París. Después de que su deseo de convertirse en artista de comics se acalló, Noé se inscribió en la Ecole Nationale Supérieure Louis-Lumière a los 17, para estudiar cine y fotografía. Aunque trabajó brevemente como asistente de dirección en los ’80, Noé empezó a escribir guiones y a filmar cortometrajes, incluido el que finalmente se convertiría en un mediometraje de 40 minutos, Carne (1991). El film ganó como Mejor Corto en Cannes. Luego llegó su primer largo, Solo contra todos.

Aunque hubo críticas que sugerían que los 162 minutos de duración de Enter... necesitaban de un recorte, Noé, típicamente de- safiante, finalmente sólo sacó ocho minutos para “corte final” que se dio en Sundance este año. Ciertamente que él tampoco tiene ninguna intención de podar los momentos más explícitos de su película por razones de censura. “Si decís ‘no’, entonces no la cortan. Si la cortan, es porque estás de acuerdo”, dice, explicando su política global con los censores. “No creo que vaya a ser bueno para la película que la corten. No creo que nadie vaya a tratar de cortar nada. No hay nada ofensivo. Quizás Irreversible fuera ofensiva. Pero no creo que haya nada ofensivo en esta película.”

Eso depende de cada punto de vista. Hacia el final del film, los espectadores son confrontados con un pene (generado por computadora) impulsado hacia la cámara y eyaculando. En verdad, es un bajón suave después de un trip del carajo. Pero es, de todos modos, un momento destinado a impactar, algo que Noé parece creer es crucial para su particular clase de cine. Y ya está pensando en los mismos términos para su próximo proyecto centrado en el sexo. “No he visto muchas películas eróticas realmente buenas”, suelta. Así que esperen oleadas de shock en sus salas de cine favoritas.

De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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El cineasta es hijo del artista plástico Luis Felipe Noé.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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