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Miércoles, 28 de septiembre de 2011

CINE › BERTRAND TAVERNIER DIRIGIO LA PRINCESA DE MONTPENSIER, QUE SE ESTRENARA MAÑANA

“La filmé por mi necesidad de conocer”

La película, que fue presentada en Cannes 2010, está basada en la novela de mediados del siglo XVII, en la que Madame de La Fayette echaba la mirada un siglo atrás, observando el período de las guerras religiosas entre católicos y hugonotes.

 Por Horacio Bernades

Bertrand Tavernier había visitado ya la Francia del Antiguo Régimen (Que la fiesta comience, 1975), la de fines de siglo XVIII (El juez y el asesino, 1976), la de la Edad Media (La passion Béatrice, 1987, inédita en Argentina), la de la Primera Guerra (La vida y nada más, 1989) y la de la Segunda Guerra (en Laissez passer, 2002). Ahora vuelve sobre la del siglo XVII, época que daba marco a la también inédita La hija de D’Artagnan. Al hombre que adaptó a Georges Simenon (L’horloger de Saint Paul, 1974) y Jim Thompson (Más allá de la justicia, 1981) le toca hacer lo propio con La princesa de Montpensier, novela de mediados del siglo XVII, en la que Madame de La Fayette echaba la mirada un siglo atrás, observando el período de las guerras religiosas entre católicos y hugonotes. Presentada en Cannes 2010, La princesa de Montpensier se estrenará mañana en Buenos Aires.

“No importa qué período histórico sea, de lo que se trata es de capturar su alma”, sostiene el realizador de Un domingo en el campo en entrevista con Página/12. Pero La princesa de Montpensier es, además de un relato histórico, una historia de amor, algo menos frecuente en Tavernier. La peculiaridad es que la que ama no es aquí una chica cualquiera sino la hija de un prominente marqués. En lugar del duque de Guisa, objeto de los desvelos de la muchacha, su intrigante padre la fuerza a contraer matrimonio con un príncipe más conveniente a sus intereses. Pero el príncipe debe partir a la guerra y es entonces cuando Marie conoce al duque de Anjou, futuro Enrique III. En la entrevista que sigue, el realizador que antes de filmar la historia estudió a fondo la historia del cine (en los años mozos fue un reconocido crítico e historiador) protesta contra el dominio de la industria cinematográfica por parte de una casta de burócratas, defiende el cine como arma de conocimiento, detalla su trabajo de adaptación y admite posibles relecturas contemporáneas de la novela original.

–Nunca antes estuvo cinco años sin filmar, algo que le sucedió recientemente. ¿A qué se debió el parate?

–En el período al que usted se refiere (entre 2004 y 2009), yo estaba embarcado en un proyecto para filmar en Estados Unidos un policial que se llamó In the Electric Mist, en el que actuaban Tommy Lee Jones y John Goodman. Se trataba de una película de cierto costo y, en Hollywood, concretar un proyecto lleva años y años. Antes de conseguir lo que ellos llaman green lighting, el proyecto debe pasar por las manos de productores, abogados, agentes de seguros, agentes de ventas e innumerables comités de “expertos”. Toda una burocracia corporativa, de gente a la que si algo no le interesa, es el cine. Es necesario explicar, fundamentar y justificar ante ellos toda clase de decisiones creativas: por qué uno eligió a un actor y no a otro, por qué prevé determinado tiempo de rodaje, por qué una determinada locación y no otra, y así sucesivamente. Todo ello redunda en un largo tiempo de “ablande”.

–¿El episodio terminó con un happy end, al menos?

–Sí y no. Tuve problemas con el productor estadounidense. Se trataba de una coproducción, la otra parte era mi propia compañía, Little Bear. Las discusiones hicieron eclosión durante la fase de montaje; hubo que recurrir a abogados y finalmente acordamos que él estrenaría su propio corte en Estados Unidos, y yo el mío en el resto del mundo. Aun en estas circunstancias, creo que la película –un policial negro aggiornado, que transcurre en Nueva Orleáns después del Katrina– quedó muy bien. Le digo más, la considero una de mis mejores películas.

–La princesa de Montpensier es una de sus muchas películas ubicadas en un momento histórico preciso. ¿A qué obedece ese interés por los dramas históricos?

–A mi necesidad de conocer. Filmar un drama histórico me da la posibilidad de entender, absorber un mundo que no conozco. En este caso, todo lo que sabía sobre la Francia del siglo XVII era lo que había leído en libros. Pero con eso no se hace una película: es necesario llegar hasta el alma de un período histórico determinado para poder contar una historia. Eso lleva tiempo. Se requiere un largo proceso de acumulación de información de todo tipo, desde lo más general de la época hasta lo más particular, de lo macro a lo micro, para poder narrar una historia desde el interior mismo de ese período.

–O sea que filmar fuera de Hollywood también lleva su tiempo.

–Sí, con la diferencia de que uno no se pasa todo ese tiempo discutiendo cifras y porcentajes, sino adentrándose en algo esencial para lo que se quiere contar.

–Volvió a escribir el guión en compañía de Jean Cosmos, uno de sus guionistas de confianza.

–Después de La vida y nada más, Capitán Conan y Laissez passer, he aprendido a amar la inventiva, el sentido del humor y la belleza de su escritura. Sus diálogos dieron vida a lo que hasta ese momento eran sólo páginas de historia.

–¿Cómo decidieron encarar la adaptación de la novela de Madame de La Fayette?

–Básicamente, narrándola desde el punto de vista de la protagonista, que comprende apenas un veinte por ciento de lo que sucede a su alrededor. Siguiendo ese presupuesto, el relato no podía ser omnisciente. Me interesaba mostrar cómo era esa época, pero debía hacerlo a través de los ojos de Marie. Me propuse evitar el error de muchos films históricos, que abordan su tema desde la perspectiva que da el presente. Quería ser fiel a la visión que los personajes tienen sobre su propia época, necesariamente más corta, menos abarcativa.

–¿Cómo materializaron esa perspectiva en los hechos?

–Marie es una rica heredera, que vive una historia de amor en el marco de una serie de intrigas cortesanas que involucran a los personajes más poderosos de su tiempo. Pero a ella no le interesan esas intrigas, sino el hecho de que su padre quiera imponerle con quién debe casarse. De allí que yo no podía mostrar esas intrigas en detalle sino de modo tangencial, que es como ella las ve.

–Sin embargo, hay un segundo personaje, el conde de Chabannes, que sí está al tanto de esas intrigas.

–Sí, y el de Chabannes es un segundo punto de vista que la película adopta para sí, complementando el de Marie.

–En la medida en que su ética lo lleva a desertar de la guerra, puede verse en Chabannes una posible representación del héroe contemporáneo.

–En todo momento fui consciente de que Chabannes encarna a un tipo de héroe ético, lúcido y consecuente con sus ideas, que tanto puede darse en esa época como en cualquier otra. Incluidas las guerras contemporáneas, desde ya.

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En sus años mozos, Bertrand Tavernier fue un reconocido crítico e historiador.
 
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