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Viernes, 6 de abril de 2007

Modelo pingüino

La naturaleza no tiene una sola manera de ser ni de hacer, ni es un espejo en el que los seres humanos tengamos que mirarnos. Sin embargo, sí llama la atención que, precisamente, un modelo natural de democracia familiar sea, reciente y subrepticiamente, objeto de películas, películas y más películas. El boom pingüino –nada que ver con la figura K– es cada vez más importante. Los personajes pingüinos del film Madagascar ganaron tantos adeptos que generaron su propio corto. Después, La marcha de los pingüinos (un documental no solamente infantil) mostró con un despliegue cinematográfico (que no habitualmente tiene tanta llegada masiva) la vida de estos animales. Y, hace muy poco tiempo, Happy Feet conjugó una muestra de relaciones de amor equitativas, la aceptación de lo diferente e, incluso, un trasfondo social donde se realza la necesidad de movilizarse para generar conciencia a favor del medio ambiente. El biólogo y escritor Diego Golombek, autor del libro Sexo, drogas y biología (y un poco de rock and roll), de la colección Ciencia que ladra, de Siglo XXI Editores, reflexiona: “No somos la única especie que comparte la crianza de la cría. Personalmente, durante una investigación en la Antártida observé cómo en el momento de empollamiento de los huevos, del nacimiento de los polluelos y de darles de comer a esos polluelos se turnan la mamá y el papá pingüinos. Después, cuando son un poquito más grandes y no tienen que comer todo el tiempo, se quedan en guarderías, mientras papá y mamá van a buscar comida. Está buenísimo”.

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