“Es muy emocionante jugar ante un público que alienta de esta manera.” La frase de Emanuel Ginóbili resume los sentimientos que vivieron los integrantes de la Generación Dorada a lo largo del certamen, pero sobre todo en el fin de semana. Más allá del aliento y de la gran cantidad de banderas que marcaban presencia, desde Tierra del Fuego a Salta, la primera emoción fuerte se dio apenas consumada la derrota ante Brasil en la primera fase, cuando el equipo se retiró ovacionado a pesar del resultado. Y el punto máximo de conexión entre la gente y el equipo se vivió en el tercer cuarto del encuentro ante Puerto Rico, cuando los boricuas sacaron ocho puntos de ventaja. Un doble con falta de Kammerichs fue la chispa para encender un aliento conmovedor, que coincidió con el mejor momento del equipo nacional en el partido. Luego, con el triunfo consumado, el rito de las camisetas al aire con el clásico “Oh, Argentina, es un sentimiento, no puedo parar”, devuelto desde adentro por los jugadores, también quedó en el podio de los momentos más emotivos. Lo de ayer fue parecido: Otra vez el aliento hizo renacer a un equipo que parecía extenuado, cuando Brasil sacó seis de diferencia en el último cuarto. Y la repentización inventó el “son los bigotes del Yacaré”, marca registrada de este título. Ni hablar de los dos reconocimientos más sentidos por los servicios brindados: Uno, repetido cada noche, para Rubén Magnano. “Hasta me dio vergüenza”, reconoció el cordobés. Y el otro fue para Andrés Nocioni, en el momento de la presentación ante Brasil. Las ganas de estar presente a pesar de no estar en condiciones y la imagen de su tobillo morado casi hasta la rodilla, que ayer circuló por twitter, le agregaron un heroísmo a la clasificación, que la gente, el verdadero jugador número 6, supo agradecer.