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Lunes, 23 de abril de 2012

FúTBOL › SAN LORENZO CREYó QUE LO TENíA CONTROLADO PERO...

Los partidos pueden durar 93 minutos

Ningún encuentro termina hasta que el árbitro da el silbatazo final. Esa aserción, aunque resulte demasiado obvia, muchas veces es pasada por alto. Eso mismo le pasó ayer a San Lorenzo en el Sur. Si hay algo que el equipo de Boedo necesita como el agua en el desierto son puntos. Y en la cancha de Banfield se le esfumaron dos en apenas un parpadeo. En el tercer minuto de descuento, Nicolás Tagliafico, uno de los hombres más bajos del local, con apenas 1,70 de estatura, ganó en el área de cabeza y le ahogó la fiesta a todo San Lorenzo, que se reflejaba en el ensordecedor grito de sus hinchas, que ya se relamían con un triunfo que invitaba a soñar con salir de esta pesadilla llamada descenso.

Pero lo cierto es que no fue el mismo equipo que vapuleó a Godoy Cruz en cancha de Boca el pasado fin de semana. No tuvo esa vertiginosidad y eficacia que sí exhibió ante los mendocinos. Leandro Romagnoli, lesionado, fue un ausencia sensible y difícil de reemplazar en el esquema de Caruso Lombardi. Sin un conductor claro, fue Buffarini quien, con sus incansables corridas, sus piques al vacío y su gran entrega, hizo que el visitante fuera un adversario peligroso para Banfield. Y justamente, el ex Ferro, la figura del partido, en una corajeada se sacó de encima a Alayes y habilitó a Bueno, que abrió el marcador.

En ese momento San Lorenzo pecó. Creyó que los tres puntos estaban en su bolsillo. En esa creencia cavó su propia fosa. El visitante abandonó la pelota, se rehusó a combatir y puso el partido a merced del cronómetro. Por si fuera poco, Caruso Lombardi debió sacar de la cancha a Kalinski, un gladiador y recuperador nato de pelotas, por una lesión en un tobillo. Banfield, dueño de un sinfín de problemas futbolísticos, aprovechó esos obsequios y metió al visitante dentro de su área.

En la última jugada del partido, en el tercer minuto de descuento, el visitante pagó los errores propios por un cabezazo, que fue un golpe al estómago que lo dejó sin aire. El triunfo que se le escapó era un buen anestésico luego de que en la semana los barras irrumpieran en una reunión de Comisión Directiva. Al menos en el final, pese a los dos puntos perdidos, los hinchas aplaudieron a un equipo que se olvidó de luchar hasta el silbatazo final del árbitro Delfino.

Informe: Matías Jofré.

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