libros

Domingo, 9 de diciembre de 2007

LANDERO

Aventuras de papel

El mundo de la adolescencia y la pasión por los libros conforman el universo de la nueva novela de Luis Landero.

 Por Luciana De Mello

Hoy, Júpiter
Luis Landero
Tusquets
400 páginas.

“No es el mundo de la burguesía lo que madame Bovary convierte en materia central de la novela, sino algo más ancho que cubre transversalmente a las clases sociales: el reino de la mediocridad.” Lo dijo Vargas Llosa sobre la obra de Flaubert y bien podría decirse también de esta novela de Luis Landero, que puede situarse ya sea por la trama, por el estilo narrativo o por la construcción de los personajes dentro del registro de las novelas decimonónicas. Las obsesiones del autor de Juegos de la edad tardía, Caballeros de la fortuna, y El Mágico aprendiz se retoman en esta novela que da forma a personajes que se encuentran atrapados en una vida mediocre de la que sueñan escapar. El fracaso, el tedio y el odio son los motores que impulsan a sus personajes a modelar sus vidas carcomidas por la sed de venganza. Así los clásicos de gran parte del canon literario de los siglos XVIII y XIX van siendo citados uno a uno en la novela, y a tal punto llega la presencia de estos autores que la prosa del propio Landero se termina contaminando de barroquismos, reiteraciones y metáforas que terminan por quitarle fuerza al relato de una historia que por momentos cuesta creer que llegue a nuestros días.

Cuando se le pregunta por el contenido autobiográfico de su obra, el autor responde que “hay dos mundos que son las fuentes de donde manan mis demonios: mi infancia y mi adolescencia. Ambos me alimentan literariamente. Esa es la semilla, pero lo demás es imaginario”. Landero conoce muy bien el espacio donde ha puesto a vivir a sus personajes. Al igual que Tomás Montero, uno de los protagonistas de la novela, es profesor de literatura. Y de la experiencia de la frustración de no haber cumplido con las expectativas que su padre ideara para él fue que compuso al otro personaje, Dámaso Méndez. Es justamente allí, en el origen de esa experiencia donde se hace fuerte su narrativa, donde ganan espacio los personajes y su construcción logra hacerse consistente. Hoy, Júpiter es claramente una novela que habla de la relación del hombre y la escritura. Quizá sea por eso que toda la hondura y humanidad puesta en los personajes masculinos se esfume de pronto a la hora de construir a las mujeres de su relato. A las señoritas les queda reservado el lugar de meros objetos de deseo, y a las madres el de la locura. Pero el autor no se inquieta, sólo se excusa: “Los personajes femeninos me los tengo que inventar, no tengo experiencia”.

Landero dice: “Tenemos la vida que tenemos pero lo que realmente nos define es lo que nos gustaría ser”. Así la novela se abre al juego de los dobles desde varias perspectivas, tanto dentro como fuera de la ficción, donde la escritura se plantea como riesgo y desafío. El riesgo es contar la verdadera historia que se lleva dentro. El desafío: no sucumbir al deseo del éxito. Landero se decide por el camino del riesgo: se sienta a contar la historia que lo atormenta. Frente a la máquina, el escritor pasa de la venganza a la purificación. Mientras que en la novela, la vida del hombre de acción confluye con la del hombre de letras y el personaje del escritor fracasado –que no hacía más que citar a otros– se sienta en la última página del libro a escribir por fin una novela, la historia de su vida y la de Damaso Méndez. Una historia que se propone escribir en 400 páginas, la misma extensión que le llevó a Landero escribir Hoy, Júpiter y de la que el protagonista comenzará una reescritura. Y la última acción: la de la lectura.

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