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Domingo, 12 de enero de 2003

EN EL QUIOSCO › RESEñAS

TRES HORAS DESPUÉS DEL MATRIMONIO

PAJAROS A PUNTO DE VOLAR
Patricia Highsmith
trad. de Isabel Núñez
Anagrama
Barcelona, 2002

POR SERGIO DI NUCCI

Patricia Highsmith nació, vivió y prometió no abandonar nunca la ciudad en cuyas calles no podía sin embargo caminar con facilidad. Y aunque no cumplió su promesa –de Forth Worth llegó a Nueva York–, mantuvo a lo largo de su vida una independencia retráctil, sureña y norteamericana. Nunca se sintió la ejecutora de una labor extraliteraria, y una disconformidad singular presidió su estilo.
Pájaros a punto de volar se compone de catorce relatos escritos muy tempranamente, entre 1938 y 1949, que fueron publicados en distintas revistas literarias durante el período 1945-1955. El resultado es una exposición equilibradísima que ilustra con igual atención y detalle la contracara de una sociedad que se presenta como muy honesta y muy justa. Patricia Highsmith ha convencido: en la evocación de una naturaleza (sexual) amenazante, en los destinos personales previamente fijados cuya reversión es fatal, en los subtextos a menudo homosexuales. Quienes continúan celebrándola en función del lugar común (“rara paradoja”, “implacable insularidad”, “estupor festivo”) no dejarán de reconocerlos en estos textos, y más, puesto que son, de algún modo, relatos iniciáticos que no retroceden ante el pleonasmo.
El plan con ella ha sido y sigue siendo el mismo: aspirar perplejidad porque en sus novelas se “exhala un malestar casi ontológico”. Por supuesto que allí hay lo que hay en cierta gente: estrategia y malicia. Lo que no impide que haya, también, una muy bien aceitada defensa del resentimiento, y esto sí que es por las mejores razones.
La perplejidad es molesta por incomprensión y es más molesta en el caso de Highsmith. Son los meritocráticos que sienten horror ante quienes no respetan las reglas más inapelables del juego social, y los que llaman a la policía para restaurar el orden y sus prestigios económicos, sociales, morales y sentimentales. Juzgar entonces a Highsmith por obra y gracia de la perplejidad equivale a caer en una ingenuidad ostentosa.
Al igual que en sus volúmenes más celebrados, en Pájaros a punto de volar se obtura la piedad. La fórmula está entonces completa y todo los elementos irrumpen: Highsmith presenta un mundo tan anómico y feroz que el único antídoto para conjurarlo es la evocación de una ontología del mal.
Tampoco faltan aquí los tópicos de la autora, e incluso se muestran más afilados por efecto de la duda: los ambientes humildes y las uniones deshechas por el tedio, de hombres fracasados y mujeres neuróticas, las exaltaciones de las relaciones improbables pero por eso mismo inevitables, la ausencia de esperanza y el correlato del sinsentido. Se trata una vez más, como en casi toda su obra, de la celebración a la inversa de una irreductible y saludable incapacidad: la de pensar sobre cualquier cosa que no esté en directa relación a un conflicto de fidelidades.

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