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Domingo, 4 de diciembre de 2011

SALí

A comer de madrugada

 Por Martin Auzmendi

La esquina de las trasnoches

The Oldest: ¿Qué más se puede pedir?

Una casa; eso parece The Oldest. Una vieja casona que sobrevive en Buenos Aires, donde siempre hay algo para beber y algo para comer. Su ubicación es estratégica: entre Colegiales y Belgrano, no muy lejos de Palermo, una zona que de noche es muy tranquila. Abre desde las 8.30 para recibir a los que arrancan el día, y cierra bien tarde, más allá de la frontera de las 4.

En realidad, hay dos The Oldest. El original cuenta con dos décadas de vida y está en Caballito. El de Colegiales es el más nuevo, aunque ya tenga 14 años de historia. Ambos comparten el espíritu de bar de barrio, refugios para caer con sed y hambre cuando todo el resto de la oferta gastronómica ya bajó las persianas.

En el interior hay sillones forrados en cuero negro y verde, columnas de hierro, otras de concreto cubiertas con madera. Estos materiales nobles generan un clima cálido, pero a la vez extraño, con cuadros en las paredes que parecen sacados de un palacete francés de cotillón, toallas de marcas de cerveza colgadas del techo de la barra, televisores que rotan videos musicales y relojes donde el tiempo está detenido.

Como todo lugar que abre muchas horas, The Oldest cambia a lo largo del día. Cuando llega la noche, el lugar se transforma, crece el ruido, los boxes son elegidos por parejas íntimas, la barra se convierte en puerto de los bebedores avezados y la vereda el destino de los que necesitan aire fresco.

“Esta es la carta de cena y ésta es la de minutas”, ofrece Gerardo, encargado del turno noche, entregando en mano dos grandes menús plegables. Entre los platos, aparecen geishas de salmón ahumado con guacamole picante, ribs a la bourbon o fusilli con fileto, pesto, olivas negras, tomates secos y albondiguitas. Entre las minutas, hamburguesa completa, sandwich de tortilla española o el sandwich de lomo The Oldest, que lleva panceta, queso, lechuga, tomate, cebolla, huevo y papas. Cualquiera de los platos, de ambas cartas, se puede comer hasta pasadas las 3. “A las 3 sigue llegando gente, vienen grupos de amigos y también parejas sueltas o gente sola que se sienta a la barra”, explica Gerardo, parado delante de la buena selección de botellas del bar, entre las que hay más de 30 whiskies, aperitivos, rones y licores locales y extranjeros. Multitud de bebidas, comida a toda hora... ¿qué más se puede pedir?

En una de las paredes de la barra, cuelga una foto en blanco y negro de cinco hombres, fechada en 1934, que hace honor al nombre del bar. Entre todos los que están en la foto suman 453 años. Cada uno tiene enfrente un gran vaso con cerveza. Ellos, y los sedientos y hambrientos de este siglo, agradecen lugares como The Oldest.

The Oldest queda en Av. Elcano 3410. Horario de atención: domingos a miércoles, de 8.30 a 4; jueves a sábados, de 8.30 a 6.


Madrugadas en el Lejano Oeste

Western Pub Wrangler’s Saloon, homenaje a una tradición

¿Quién no estuvo en un saloon al leer una historia de Lucky Luke? ¿Quién no se sintió acodado en una barra del Lejano Oeste junto a John Wayne en Un tiro en la noche o Río Bravo? ¿Quién no sintió el sabor del whisky americano y el regusto del tabaco en las películas de Sergio Leone? Todo aquel que tenga algunas de estas imágenes frescas en la memoria, puede ir al primer piso de Juramento 2121 y encontrar un espacio hecho con los restos de esos lugares, de esas historias, de esas leyendas. Un lugar con una década y media de historia, que es un mito en la zona.

Western Pub Wrangler’s Saloon es un reducto reo, algo bohemio, inspirado en los bares de las películas del Lejano Oeste. En su centro hay cinco hermosas mesas de pool de madera, antiguas e intactas, cubiertas por paños rojos. No es el único juego posible: están quienes eligen naipes, el flipper o pagar para jugar a clásicos como el Pictionary, ajedrez, Backgammon e incluso librar batallas para conquistar países imaginarios en el TEG. En las paredes cuelgan fotos en blanco y negro de vaqueros, aborígenes norteamericanos y un fresco donde unos hombres huyen a caballo a los tiros. Difícil saber si son de los buenos o de los malos. Sobre algo que parece un estante desprendido de dos de las paredes del salón más grande hay un tren en miniatura que hace un recorrido viajando desde unas montañas (¿los Apalaches?) hasta la ventana que da a Juramento. Hay cuernos en las lámparas que iluminan las mesas de pool y jugadores de esos que saben a qué juegan. Un cartel amenaza: “Caída de bola y taco $2,50”. “Cerramos todos los días a las 5 de la mañana”, dice una chica que atiende, sin mucha simpatía, y agrega que hasta esa hora la cocina sirve todo lo que ofrece la carta. Lo dice como si fuera obvio, como si quien da de beber debiera también dar de comer, sin restringir una u otra cosa por algo tan simple como el horario.

Los nombres de la carta completan la ilusión del lugar: hamburguesa Buffalo Bill (con lechuga, tomate y jamón y queso), milanesa Comanche (napolitana con fritas), pizza John Wayne (mozzarella, tomate y cebolla) y tallarines Lucky Luke, un homenaje a la delgadez del cowboy solitario. Para beber, cerveza fría, whiskies escoceses, norteamericanos y argentinos, y otros tragos ineludibles.

La sala principal prioriza a los jugadores de pool, pero este pub cuenta con otras dos salas, más pequeñas, para los que sólo van a beber y a comer. A sus pies, en el Belgrano comercial y coqueto, todo sigue su curso. Pero en este primer piso, como en un sueño, los que viven la noche hasta la madrugada se rodean de los fantasmas del Lejano Oeste.

Western Pub Wrangler’s Saloon queda en Juramento 2121 (1 piso). Teléfono: 4780-3438. Horario de atención: todos los días de 15 a 5.


Con vista a la plaza

Club Serrano, donde todo confluye

La Plaza Serrano es el centro neurálgico de la noche de Palermo Viejo. Si uno viajara 25 años atrás en el tiempo, encontraría allí la bohemia rockera del viejo Taller y poco más. Desde esos días, el barrio creció, abrieron nuevos polos nocturnos y se inauguraron decenas de bares, restaurantes y tiendas de ropa. Pero el cónclave donde confluyen Serrano, Borges y Honduras sigue siendo el más popular centro nocturno. ¿El secreto? Una amplia oferta de espacios, cada uno con su estilo, pero todos abiertos hasta altas horas de la madrugada.

De día, la Plaza Serrano es un hervidero de turistas que buscan el color local y porteños que quieren ver qué pasa en Palermo. Con la caída del sol el ambiente se transforma, cuando cobran vida los salones interiores de lugares como Tazz, Crónico, Brujas, Dadá o Sans (este último tomó el emblemático espacio de El Taller). Y entre todos ellos, Club Serrano destaca por alejarse de la estética bohemia y tradicional, apostando en cambio por una escenografía más moderna. El lugar tiene la barra principal en la planta baja, mesas en la vereda y un salón donde sentarse a comer. Pero el favorito de todos, en especial en las noches más calurosas, es la terraza, que se abre al clima y espíritu del barrio.

Viernes y sábados, este club sigue despachando comida hasta las 6. Algunos de sus clientes están desayunando, mientras otros prefieren seguir con french fries con salsa de queso gorzonzola, rabas y fingers de pesca rebozados con cereales, tortilla española con cantimpalo o croquetas de mozzarella con guacamole. También se puede optar por sándwiches especiales para el hambre de trasnoche, como una clásica hamburguesa completa o el más retro cocktail sándwich, relleno de palmitos, camarones y hojas de rúcula. Queda claro que Club Serrano apuesta a lo popular, y en esa línea debe leerse la sección especial de milanesas, con una imperdible gratinada con crema de quesos y rúcula, o la americana con cheddar, panceta, aros de cebolla, pepinillos y salsa BBQ.

Para los sedientos, hay una carta amplia de cócteles, buena variedad de cervezas, completa selección de whiskies y hasta una sección de la carta con tragos afrodisíacos, donde aparece el Frozzen Jengibre (ron, Cointreau, jengibre, helado de limón y azúcar) o el Fran (Frangelico, vodka, leche condensada, brandy, licor de coco y café en polvo). Tragos que compiten con los postres del club, como el Serrano Helado, hecho con mousse de Bailey’s, frutos secos y café de avellanas. En la plaza, ya se escuchará el canto de los primeros gorriones madrugadores. Pero en Club Serrano todavía será de noche.

Club Serrano queda en Serrano 1551. Teléfono: 4831-3822/5417. Horario de atención: domingos a jueves, de 10 a 3; viernes y sábados, de 10 a 6.


Fotos: Pablo Mehanna

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