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Domingo, 28 de marzo de 2004

VALE DECIR

Vale decir

El pudor de Cristo
Jim Caviezel, sufrido protagonista de La delgada línea roja y delgado protagonista de la sufrida pasión cristiana de Mel Gibson, le pidió a Jennifer Lopez que se vistiera, por favor. Esto fue justo antes de filmar con ella lo que ha sido descripto como una “cruda” escena de sexo para la película Angel Eyes, que pasara sin pena ni gloria por la cartelera porteña un par de años atrás. El actor, recién casado, argumentó que en aquella ocasión no había querido ofender a su (por entonces) novia Kerri. “Quería respetarla”, agregó. “Los únicos pechos desnudos que quiero junto a mí por el resto de mi vida pertenecen a mi mujer.” Una J-Lo sorprendida terminó rodando la escena con el corpiño puesto. Jim, devoto católico, reza 15 minutos cada mañana antes de salir a trabajar y, dice él mismo, fue a misa cada día mientras filmaba bajo las órdenes de Mel Gibson. Pero, dicen los diarios extranjeros que reprodujeron sus entrevistas hasta el hartazgo, el tipo lleva su pasión religiosa por la vida sin pomposidad. Cuando le preguntaron cómo se preparó para el papel de Cristo, contestó, en broma (al menos es de esperar que haya sido en broma): “Caminando sobre las aguas de mi piscina dos veces por día. No es fácil”.

Arrepentíos
Un hombre que robó un banco de Florida en 2001 acaba de entregarse a la policía tras ver La Pasión de Cristo. El tipo, un tal James Anderson, había asaltado el Palm Beach Gardens, llevándose unos veinticinco mil dólares en diciembre de aquel año, pero ahora se dirigió espontáneamente a la Justicia, donde se decidió arrestarlo bajo cargo de robo armado. ¿Pero por qué te entregás ahora?, le preguntó el perplejo comisionado de Palm Beach. A lo cual Anderson ofreció como única explicación la súbita pasión religiosa despertada en él por la visión de la película de Mel Gibson. El sheriff del pueblo no le creyó demasiado e indicó que le parecía que la movida de Anderson fue algo más calculada y menos espiritual de lo que éste estuvo dispuesto a confesar. “Está quebrado y convencido de que tiene cáncer de próstata –dijo fríamente–. Es más, está cansado de dormir en su auto y caerse a pedazos cada vez que la policía lo detiene. Quiere atención médica y no tiene cómo pagarla.” Tal vez lo de Anderson no haya sido una confesión de lo más religiosa, pero tampoco se puede decir que el comisario sea religiosamente compasivo con los caídos en desgracia.

Dinero del cielo
¡Escándalo! No uno de proporciones bíblicas pero escándalo al fin: un local de venta de ropa de Pensilvania (EE.UU.) ha causado cierto alboroto al poner entre sus ofertas una figura magnética llamada “¡Vístete Jesús!”. Presentado como novedoso juguete de la empresa, el Cristo a escala puede ser vestido (y desvestido) con diferentes opciones de indumentaria, incluyendo un tutú de danza, unas pantuflas y un disfraz de diablo. La tienda que vende el kit del Jesús magnético se llama Urban Outfitters y ya ha recibido unas cuantas quejas de distintos compradores. Los de Urban Outfitters aseguran que no buscan “provocar ni ofender” sino reflejar la diversidad de opinión que, esperan, reine entre sus clientes. El creador del juguete, un tal Normal (sic) Bob Smith, insiste en que no ha hecho nada malo ni herético. “No creo que la sátira religiosa tenga nada de malo”, le dijo a la NBC. “La gente debe aprender a reírse de sí misma, ya que eso es parte de nuestra naturaleza.”

La taquilla la numera el diablo
Ni antisemita, ni polémico, ni nada, simplemente temible: más allá del fuego cruzado por la postura ideológica de la última aventura de Mel Gibson comodirector, una pequeña anécdota acaecida en un cine de la zona rural de Georgia (EE.UU.) en el que se exhibe La Pasión de Cristo alcanza para perturbar al más agnóstico. Es que, como corresponde –y como ocurre en todos lados– la taquilla está numerada, y las entradas para la película de la discordia comienzan con el sugestivo numerito 666. El dueño de un cine en Roma –consultado al respecto váyase a saber por qué, más allá de su cercanía vaticana– opinó que la aparición de la marca bíblica de la bestia en los boletos del cine georgiano debe ser pura coincidencia y que “no tiene nada que ver con la compañía de la película ni con ninguno de sus vendedores. Es una cuestión de la computadora”. Como sea, un espectador planteó su queja en la entrada del cine y le dieron varios pases gratuitos a manera de compensación, de modo que el asunto llegó hasta allí. Lo que deberían preguntarse es quién demonios metió mano en la computadora del cine.

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