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Domingo, 3 de junio de 2007

VALE DECIR

Tema: La Vaca

La vaca nos da la leche, ¿qué le damos nosotros a ella? Por lo general nada. Pero unos tamberos de las afueras de Madrid descubrieron que darles a sus animales una pequeña gratificación “estética” puede rendir sus frutos. Los administradores de la granja-cooperativa Chirigota les pasan conciertos de Mozart a sus estimadas lecheras mientras son ordeñadas. A cambio, dicen ellos, les proveen cinco litros de leche por día más (y más proteicos) que las vacas que no tienen el placer de escuchar nada mientras hacen lo suyo. La técnica, dice el encargado de la granja, Nicolas Sieber, fue importada de Israel, y al parecer funciona gracias a que ayuda a relajar a los animales, a la vez que evitan que se duerman. Para quien quiera probarlo (y tenga una vaca a mano), que intente con el Concierto para arpa en D mayor, que es el que tiene las tonalidades necesarias para mejorar su leche.

Teatro al spiedo

Un fantasma recorre Europa, haciendo estragos. El espíritu tiene nombre; se llama “corrección política” y recientemente se cobró una nueva víctima. Sucedió en una sala de teatro en Inglaterra. Un actor debió advertir a su público que la obra que estaba a punto de presenciar ponía en escena un pollo rostizado; esto es, para evitar ofender a los “vegetarianos presentes”. El intérprete, un tal Doug Devaney, protagoniza un unipersonal llamado Mein Gutt, una comedia negra acerca de un hombre que está “perdiendo su batalla contra la obesidad”. Pero no fue idea suya la de hacer la advertencia, sino que lo hizo a pedido de los organizadores del Festival de Brighton Fringe, bajo pretexto de que “la presencia del ave cocida podía herir la sensibilidad de algunos de los presentes”. “Había oído sobre los problemas que puede traer el uso de luces estroboscópicas, o de la necesidad de advertir sobre los desnudos, pero nunca sobre un público preocupado por un pollo rostizado”, dice Devaney. “Lo hago sin problema, simplemente me parece raro. ¿Habrá que hacerle saber al público de las puestas shakespeareanas ahora que en King Lear van a ver cómo se arranca un ojo? Creo que le quita algo de su elemento sorpresa al teatro”.

La Cajita Infeliz

McDonald’s lanzó el mes pasado su petición para que el Oxford English Dictionary “rectifique” su “difamatoria” definición de “McJob”. Actualmente, en la entrada en cuestión se lee: “un trabajo nada estimulante y mal pagado, con escasas perspectivas”. La empresa de los arcos dorados dice que la definición ha perdido vigencia y se ha vuelto “extremadamente agraviante para las 67 mil personas que trabajan para nosotros en el Reino Unido”; al menos así se pronunció el vicepresidente de la filial inglesa de McDonald’s, David Fairhurst. “Así como insulta de paso a todo aquel que trabaje en gastronomía y turismo a gran escala”, dijo también Fairhurst, a la vez que agregó que el 90 por ciento del staff de la empresa coincide en que se le provee un entrenamiento valioso que les resultará beneficioso “para el resto de sus vidas”. Ahora McDonald’s invita a sus clientes a sumarse al petitorio, firmando los libros dispuestos en los locales, o a través del website creado exclusivamente para este propósito, y bautizado Change The Definition.

Vuelven los Teletubbies

El gobierno polaco emitió días atrás un comunicado destinado a distanciarse de la ombudsman del país en materia de derechos infantiles, Ewa Sowinska, después de que ésta dijera públicamente que los Teletubbies son gays y que el programa podría alentar a sus pequeños telespectadores a seguir esa orientación sexual. Un vocero del gobierno pidió, más específicamente, que Sowinska “evitara hacer declaraciones públicas que pudieran dejar a la administración en ridículo”. La psicóloga infantil y editora de una revista polaca especializada en paternidad, Malgorzata Borzyminska, descalificó también a la ombudsman, con el argumento de que “el programa está destinado a chicos de 1 a 3 años, y los niños recién empiezan a diferenciar entre sexos en el tercer año de sus vidas”. Pero Sowinska se mantiene firme en su tesis, y ha encomendado a un comité de expertos el estudio del programa como potencial promotor de la homosexualidad entre los bebés y preescolares de su país. A todo esto, en lo que nadie parece estar reparando es en el pequeño detalle de que tanta discusión sobre si el programa puede o no “contagiar” de homosexualidad a los niños polacos suena un poquito homofóbica.

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