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Domingo, 26 de abril de 2015

LA MUJER SENTADA

ENTREVISTA La llaman la abuela de la performance. Marina Abramovic es sin duda la más célebre y la más polémica entre las artistas que ponen el cuerpo. Conocida por llevarse a sí misma al extremo de la resistencia y el dolor en público, algunos creen que esa administración del dolor es un ritual que transforma el tormento en catarsis colectiva. A los 68 años, menos extrema que en su juventud, alcanzó la masividad con videos viralizados en YouTube, su trabajo con famosos como Lady Gaga y documentales de HBO que la tienen como protagonista. Llega en el marco de la BP15, la Bienal de Performance que tendrá por sede a Buenos Aires entre el 27 de abril y el 7 de junio, y antes charló en exclusiva con Radar sobre haber alcanzado el mainstream, su resistencia física y mental, su actividad docente y hasta los cambios positivos que ve en Brasil, país que visita desde 1985.

 Por Leopoldo Estol

Es una de las artistas más famosas del mundo, la gente hace largas filas para ver sus performances y una vez que la tienen en frente lloran como bebés. Cumplió 68 años sin tener hijos, pero es abuela de una generación de experimentadores y couchea a estrellas pop. No sólo Lady Gaga la reverencia, también el rapero Jay Z versionó una de sus obras para darle ritmo a un videoclip. Inventora de la performance duracional que implica sostenerse haciendo cosas por extenuantes lapsos de tiempo, su actitud es polémica, sus videos se viralizan y el mundillo del arte mucho se muestra displicente con lo que ella decide hacer con su fama.

Marina Abramovic nació en la ex Yugoslavia –puntualmente en Belgrado, capital de Serbia–, hija de partisanos durante la Segunda Guerra Mundial. Ella estudió arte en Belgrado y Zagreb, Croacia. Fue secretaria de asuntos estudiantiles en su Yugoslavia natal. “En el año ’68 le acercamos a Tito un petitorio con trece puntos entre ellos más libertad, un sistema plural de partidos, que la gente pudiese escribir lo que quería o criticar al sistema. Cuando llegué al comité estaban armando una fiesta y les pregunté qué pasaba, si todavía no había novedades. Un compañero me dijo que cualquiera fuese la respuesta ya estaba, todo acabaría de inmediato. Tito no aceptó casi nada de la lista, pero nos dio un edificio que había sido del servicio secreto para hacer un centro cultural. Esa noche volví llorando a mi casa, quemé mi carnet del Partido Comunista y mi papá hizo lo mismo. Igual él tuvo que volver al partido: yo en cambio tenía el centro cultural.”

Drangularijum

Así se llamó la primera muestra que hicieron en el centro cultural y no era arte precisamente, sino cosas que ellos consideraban importantes para su proceso creativo. Eran cinco hombres y Marina. Entre los objetos elegidos había una puerta que separaba el estudio de su exterior, una frazada vieja porque uno solía quedarse a dormir en el taller, una radio muy vieja y también había una chica porque su novio confesaba que, sin ella, él no podía trabajar. Marina llevó unos maníes y una piel de cordero negro que clavó a la pared. En esa época ella pintaba nubes y accidentes de tránsito. Luego hizo algunas piezas sonoras, en las que por ejemplo grabó el sonido de un río. Era una sinécdoque, la parte por el todo, para ella ese sonido representaba al puente. Aunque el puente no se viera.

En Nápoles, en 1974, hizo una de sus perfomances míticas, quizá la más célebre. Antes de comenzarla, dispuso una serie de elementos en una mesa: martillos, látigos, un perfume, unas manzanas y entre muchos otros, un revólver y una bala. La artista puso a disposición del público su cuerpo y la gente aceptó el juego: debían elegir un objeto y usarlo con o contra ella, como quisieran. En las fotos podemos verla con el torso desnudo. Tiene 28 años y pétalos adheridos a sus tetas. Le acaban de cortar el pelo, sus ojos lagrimean. En las manos tiene fotos Polaroid donde aparece ella misma. Alguien las tomó y las puso entre sus dedos. Una multitud la rodea con expectativa. Parece la Victoria de Samotracia antes de que sus brazos y cabeza fuesen cercenados. Por seis horas se dejó llevar. Cuando promediaba un rato ya de jugueteos, uno de los presentes tomó el arma y dispuso de la munición en el tambor. Otro de los presentes se le fue al humo, quiso atacarla. Esa misteriosa entrega en la cual desafía la incertidumbre de una audiencia desconocida volvió a Ritmo 0 –ése es su título– una obra fundamental de la historia del arte. Nunca un artista confió tanto en su público.

Radar se contactó con Marina Abramovic mientras ella estaba en el CESC Pompeia, un centro cultural paulista que es ejemplo en integración social. Como la conexión era débil, en la entrevista sólo fue posible escuchar su voz en inglés que esconde un acento singular.

¿Piensa que la performance puede expresar algo que la lógica del pensamiento no alcanza?

–No pienso eso: estoy segura de eso. La performance es un arte sin tiempo, es una forma de arte muy inmaterial. Se trata de energía y la energía es invisible. Entonces estamos lidiando con cosas que no se ven pero las podemos sentir y las buenas performances pueden cambiar tu vida. No solo para el performer sino tambien para público. Porque te dan diferentes maneras de ver la vida, diferentes ideas de percepciones y experiencias que pueden ser muy fuertes en un plano energético, pueden ser muy emocionales, pueden moverte y eso es muy importante, esa inmaterialidad que tiene que ver con la energía pura.

Esa confianza personal que irradia en la conversación proviene de haberse metido en lugares raros y también de haber generado una disciplina mental que le permite soportar esos desafíos. Haciendo una apurada lista: ha mezclado medicamentos para la catatonia y la esquizofrenia perdiendo el control de su cuerpo hasta lograr que se sacudiese en espasmos, se ha desmayado víctima del fuerte calor de un fuego que ella misma había encendido, tres veces se ha tajeado en el vientre una estrella sangrante y, por si esto fuera poco, azotó su espalda hasta sentirla completamente adormecida. Dicho fríamente, Marina Abramovic ha superado la barrera del dolor físico y se convirtió en alguien capaz de gestionar su propio dolor en público. Esta conducta separa las aguas entre quienes la tildan de una persona masoquista que capitaliza sus acciones para volverse conocida y quienes piensan que se puede administrar el propio tormento en pos de una superadora catarsis colectiva.

LA ABUELA DE LA PERFO

Lo que esta fuera de duda es que muchas artistas jóvenes reconocen la fuerte impronta de su trabajo. Belén Romero Gunset, quien en el 2011 rompió centenares de objetos en una suerte de performance duracional que aconteció en pleno ArteBA, comenta: “Cuando recién empezaba, en Tucumán, me influyó mucho la obra de Marina: creo que ya forma parte del inconsciente colectivo de la performance. Una de mis favoritas la hizo con Ulay en 1978 es AAAAA.” AAAAA se trata de Marina junto a su pareja de aquel entonces, el artista Ulay (Uwe Laysiepen) gritándose el uno al otro sin más pausa que la necesaria para tomar aire y seguir gritando. Con Ulay se conocieron en el año 76 y su relación los llevo a sostener un estilo nómade de vida. Como puede verse en el documental que hizo HBO sobre ella, The Artist Is Present, compraron una camioneta donde dormían para gastar lo mínimo y poder disponer el máximo de su tiempo para proyectos. Juntos formaron una dupla inolvidable. En Breathing In, Breathing Out, performance realizada con Ulay en 1979 ambos están arrodillados con las narices tapadas presionando boca contra boca. La primera bocanada que toma Ulay es oxígeno puro pero luego lo que Marina respira es el dióxido de carbono que exhala Ulay. Respirar se transforma en una manera de decir ya que pasan 15 minutos intercambiando ese dióxido de carbono viciado, de pulmón a pulmón. Hasta su separación fue una perfomance: cuando decidieron dejar de ser amantes, caminaron la Muralla China: cada uno empezó la caminata en un extremo, se encontraron en el medio y no se vieron más. O al menos no se vieron hasta el reencuentro en una sala de MoMA que fue filmado y viralizado en YouTube en 2010: ella sentada en una silla con los ojos cerrados –la performance se trataba de compartir un momento de silencio con un desconocido que se sentaba frente a ella– y, cuando los abre, se encuentra con la presencia de Ulay. La reacción emocional de ese silencio entre ex amantes resulta conmovedora.

Valeria Piriz, artista uruguaya que también les pone el cuerpo a sus acciones reconoce que “teniendo en cuenta que es una mujer de sesenta y pico de años y que llevar al límite su cuerpo tiene otra implicancia, hoy en día decide hacerlo igual aunque en otro nivel. Permanece sentada siete horas y media todos los días durante tres meses. Como un funcionario del museo pero en silencio, siendo observada y usando como punto de comunicación la mirada, vulnerable, sin mas que lo que ves ahí, mientras la vida transcurre a otra velocidad. Me gana lo emotivo del acontecimiento y la pregunta que me surge es ¿qué lleva a esta mujer artista a hacer esa performance?”

Si bien ella es una persona que tiene sus años encima, no es cualquier persona, ¡es Marina Abramovic! ¡Es una referente de la más provocadora intransigencia! Y más allá del respeto que se le tiene, Inti Pujol, inquieta performer local que ha enseñado el trabajo de Marina en sus clases remarca que lo más valioso ha sido siempre el valor que Abramovic le da a la presencia, es decir cómo irradia el arco de posibilidades que habita en cada persona, cuestión que con la masividad –señala Inti– parece haberse perdido o al menos extraviado.

¿Cómo cambió tu cuerpo desde las cosas extremas que hacías en los ’70 a lo que hacés ahora? ¿Cómo se siente ser mainstream después de tantos años de trabajar para audiencias pequeñas?

–Antes que nada, yo quería ser mainstream, yo empeñé muchos años de carrera para convertir a la performance en algo mainstream porque me parecía muy injusto que la fotografía como género se volviera tan rápidamente popular entrando en los museos y la performance siempre fuese tan periférica. Después de 45 años yo probé que la performance podía ser mainstream y estoy muy contenta de que esto haya pasado. Pero al mismo tiempo mi primeras performances tienen que ver con los límites físicos del cuerpo. Después vienen los límites mentales del cuerpo y son mucho más difíciles. La gente cree que ahora estoy haciendo cosas fáciles pero sentarse en una silla tres meses es diez veces más difícil que tajearme una estrella en el estómago que lleva apenas unos minutos. La gente no se da cuenta que al hacer performance no es el cuerpo el que se vuelve fuerte, es la mente la que se vuelve fuerte. Hace unos años, hice Siete piezas fáciles con perfos de los setenta muy conocidas entre ellas, una de Beuys y otra de Vito Acconci, que aumenté en su duración de 1 a 7 horas, solamente para probar que ahora soy mucho más fuerte por esta resistencia mental que aprendí en el camino.

Mucha gente relaciona tus piezas históricas con el espíritu de las vanguardias por ser tan extremas. Pero con estos museos gigantescos con estructuras que son difíciles de manejar hacer arte se vuelve contradictorio. En el documental La artista está presente, una chica que aprecia tu obra va a tu encuentro poniéndose desnuda para expresar su admiración. Y es bruscamente expulsada por el personal de seguridad. Entonces, ¿por qué vos podés desnudarte en los museos y esta chica no?

–Es muy simple: porque cada país tiene sus reglas. Y estas reglas no son de ahora, siempre fue así. Hablando de los sesenta, el accionismo vienés, un grupo integrado por Hermann Nitsch, Otto Muehl, Günther Brus que performeaban en Austria, por ejemplo, ellos cagaban y meaban en la escena y llegaron a quemar la bandera austríaca. Fueron expulsados del país y Günther Brus no pudo volver por muchos, muchos años. Entonces hay una serie de reglas que cada país pone que no tiene nada que ver con la performance o sobre lo que nosotros queremos o no, es como es. En Estados Unidos la desnudez está prohibida, en Europa no. En Brasil la gente está desnuda y a nadie le importa. A mi me dio pena lo que pasó con esa chica, pasa que justo yo estaba con los ojos cerrados, cuando me enteré ya todo había pasado... Después nos volvimos amigas y le di mi opinión sobre su trabajo.

La gira que trae a Marina a Buenos Aires tiene una parada previa en Brasil donde ella da una serie de ocho conferencias y enseña aquello que hoy define como su legado, el “método Abramovic”. Método que la volvió algo así como la gurú de varias estrellas pop, entre ellas Lady Gaga, quien además de gritar, caminar desnuda con los ojos vendados y abrazar una barra de hielo –también– dejó de fumar.

¿Cómo sentís las diferencias sociales que existen en Latinoamérica? ¿Conociste las favelas en Brasil?

–Claro que visité las favelas, conozco Brasil desde el ‘85. Fui en ese año invitada por la Bienal, y sigo viniendo así que vi diferencias y cambios políticos. La primera vez el presidente era Collor, que era extremadamente corrupto. Veo los progresos. Porque ahora más de 5 millones de brasileños se han sumado a la clase media. Entonces veo cómo cambian las cosas aunque no sea suficiente. Para mí es importante mi función como artista, no me siento un político. Como artista puedo influenciar la conciencia en pos de un cambio. Creé un método que creo que podría funcionar en todo nivel si todos se acercan a participar: pueden ser políticos, maestros, cualquier grupo social, religioso o raza. Si este tipo de experiencia puede brindar un poco de claridad en tu vida y de esa manera algo cambia, entonces así puedo ayudar a la sociedad. Es muy importante para mi que lo que puedo hacer en un nivel personal.

¿Qué va a pasar en Buenos Aires?

–Fui invitada a dar una charla y a enseñar mi método en el cual más de 300 personas por día pueden participar, que es mejor que hacer una sola performance, así que haré eso. Vení a participar y veamos que pasa. Lo más importante es la experiencia y la experiencia no es algo que solamente se puede ver: es algo de lo que formar parte y realmente quiero que la gente sea parte del proceso.

Las 500 entradas para la charla que Marina Abramovic dará mañana en el Centro Experimental de la Unsam están agotadas. La entrada para el workshop será por orden de llegada. Es una actividad gratuita para mayores de 14 años, tendrá lugar el martes 28 y miércoles 29 de 10 a 18 horas en la misma sede de la Unsam, Sánchez de Bustamante 75.

El artista está presente, performance del Museo de Arte Moderno de Nueva York, 2010

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Del libro Marina Abramovic, editado por Phaidon Press, 2008
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