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Domingo, 24 de septiembre de 2006

CINE > LA NUEVA PELíCULA DE LISANDRO ALONSO

Los otros

En Fantasma, el director Lisandro Alonso reunió a los protagonistas de sus anteriores películas, Misael Saavedra, el hachero pampeano de La libertad, y Argentino Vargas, el hombre que sale de la cárcel y remonta el río en Los muertos, y los filmó en el edificio vacío del Teatro San Martín, que durante el rodaje estaba en obra. El resultado es una rara experiencia de extrañamiento, y de cine dentro del cine.

 Por Mariano Kairuz

Hay algo espectral en los lugares que uno conoce repletos de gente y de movimiento, que se manifiesta cuando esos lugares se vacían. Esa ausencia, y esa fantasmagoría que la llena, son en parte la materia invisible de la que se compone la tercera película de Lisandro Alonso. Cualquiera que haya frecuentado la sala de cine Leopoldo Lugones, en el último piso del teatro San Martín, reconocerá buena parte de los ámbitos por los que deambulan los personajes de Fantasma –incluso algunos de esos espacios “secretos” que están a la vista de cualquiera que haya bajado los diez pisos por las escaleras, como el ascensor de emergencia– y descubrirá algún subsuelo que ni siquiera sospechaba que existía. Incluso es posible identificar unos pocos rostros indisolublemente ligados a la sala, que en la película parecen habitar el edificio de la calle Corrientes cuando ya no queda nadie más.

Para filmar Fantasma, Alonso reunió a los no-actores protagónicos de sus dos primeros largometrajes. Misael Saavedra, el hachero pampeano de La libertad, y Argentino Vargas, el hombre que sale de la cárcel y remonta el río en Los muertos, están y se sienten evidentemente fuera de lugar en el edificio del teatro San Martín y en su sala de cine. La idea de juntarlos se le ocurrió al director cuando presenció el primer encuentro entre ambos en ocasión del estreno, en esa misma sala, de la segunda película. A Argentino lo había conocido buscando locaciones por Santa Fe, “viendo arroyos, ríos, gente”, carpa y bolsa de dormir al hombro. Sabía que por el camino podía encontrar a su personaje también, y que seguramente iba a ser una persona totalmente ajena al cine. Y tras ver la película que había protagonizado se limitó a decir que le había parecido “entretenida, como para mirar un rato”, y que no tenía con qué compararla porque era la primera película que veía.

“Para el estreno de Los muertos lo había invitado también a Misael, aunque no estaba en la película, porque era un momento importante para mí y quería compartirlo con él”, cuenta Alonso. “Y una vez que los encuentro a los dos, los veo saludarse, cruzar alguna sonrisa, me pareció increíble. También el entorno en el que estaban, con mucha gente en la sala. Los vi tan sapos de otro pozo que me dije ‘bueno, esto me gustaría filmarlo’, ya sea que dure 10 minutos o 20 o 30, o 63 minutos, como terminó durando.”

La posibilidad apareció cuando se dilataba la financiación de su próximo proyecto, Liverpool, y Alonso esbozó un breve guión y logró juntar los medios de producción (algo de dinero que le había quedado de Los muertos, algún aporte privado, el apoyo de la Universidad del Cine) y carta blanca absoluta para filmar en el teatro, durante dos o tres semanas en las que estaba en obras. “Improvisamos, fuimos de acá para allá. Es raro, como en las otras películas, Misael y Argentino no entienden muy bien por qué están ahí. No sé si habían venido solamente por el dinero que iban a cobrar, pero el hecho es que estaban, y el hecho es que lo disfrutaron.”

En un caso extremo y muy físico de cine dentro del cine, uno asiste desde una butaca en la Lugones a una película en la que alguien asiste a una proyección desde una butaca en la Lugones. La película dentro de la película es Los muertos, y Alonso sabía que era probable que lo tildaran de ombliguista por este gesto, pero insiste en que el objetivo es otro. “Hablar un poco de cine, con un sentido del humor particular. A mí me había gustado mucho la película de Tsai Ming-liang, Goodbye, Dragon Inn, y para mí era como dar una contestación a la película de él, que es más nostálgica. Y agradecer a los lugares que me ayudaron a hacer lo poquito que pude hacer con las películas. A lo mejor sí peca de lo que algunos vieron como un egocentrismo infinito. Sé que es una película cerrada, para unos pocos, pero eso no me molesta.”

El público podría ser otro de los fantasmas de la película de Alonso. “El fantasma es toda la película”, dice volviendo sobre los espectros del origen de todo esto. “Todo lo que pasa ahí, la proyección. Todo es un gran fantasma, el de ver la sala vacía, un fantasma interno mío, y esa especie de aura que rodea a las películas que no encuentran un lugar ni un público y que tal vez solo la pueden encontrar en una sala como ésta.”

Fantasma se da hoy y mañana a las 19. 30 y 22, y a partir de la semana próxima, los viernes, sábados y domingos, en la sala Leopoldo Lugones, Av. Corrientes 1530. www.teatrosanmartin.com.ar

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Imagen: Pablo Mehanna
 
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