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Domingo, 23 de diciembre de 2007

RESCATES > MIKE STEVENS Y SU CARRERA DE SOULMAN AUTOGESTIONADA.

Mentiras verdaderas

A fines de los años ’60, un hombre negro de Washington llamado Mike Stevens, fanático del soul, decidió materializar su sueño de ser cantante soul de manera autogestionada, casera y “ficticia”: inventó al personaje Mingering Mike y le fabricó discos –que parecían vinilos reales, pero no contenían música–, tapas con su arte, letras e incluso las etiquetas de los precios y los códigos de barra. Hace cuatro años, otro fanático del soul e investigador privado lo redescubrió. Y con la recuperación de todo ese trabajo de decenas de discos, apareció otra mirada sobre los años de los derechos civiles y la cultura de la resistencia de la comunidad negra en Estados Unidos.

 Por Rodrigo Orihuela

Un requisito esencial para homenajear a un artista suele ser que el artista en cuestión haya existido. Ahora bien, que sea esencial no implica que sea imprescindible, como quedó demostrado varias veces a lo largo de 2007 con diversos tributos al “cantante”, de soul Mingering Mike, cuya obra “pictórica y de diseño” también fue recopilada en un libro y exhibida en diversas galerías norteamericanas este año a pesar de que el artista nunca existió y de que su extraña historia no hubiera sido conocida si no fuese por un simple amante del soul llamado Dori Hadar.

Fanático coleccionista de artículos vinculados al género, Hadar trabajaba de investigador privado para el Poder Judicial estadounidense a fines de 2003 en Washington cuando, en una de las tantas ferias de segunda mano en las que buscaba artículos coleccionables, encontró más de treinta vinilos pertenecientes a un músico del que nunca había escuchado hablar. Enseguida vio que los discos eran falsos (desde el mismo vinilo hasta las tapas y las letras) y que estaban cuidadosamente hechos a mano, pero también cayó en cuenta de que semejante emprendimiento necesitó no sólo una dedicación especial sino que también tenía cierto valor artístico y testimonial.

Hadar compró todos “los discos” por dos dólares cada uno y al llegar a su casa puso un comentario en un soulstrut.com, sitio web para por fanáticos del soul. Otro coleccionista, Frank Beylotte, respondió que había visto más cosas del desconocido Mingering Mike en la misma feria y al día siguiente ambos fueron a comparar el remanente, que incluía cartas escritas por “artista”.

La historia de la misteriosa obra de Mingering Mike se propagó por los foros cibernéticos de soul y en pocos días el desconocido cantante que nunca cantó ni existió se convirtió en una leyenda del underground del género. Más adelante, Hadar explicaría que le parecía “asombroso que alguien se haya tomado el tiempo para crear un fantasía tan intrincada y que la haga parecer tan verdadero, que la haya hecho real para sí mismo. Que lo haya hecho hace más de 30 años y que haya sido encontrado 30 años después, es simplemente una especie de historia hermosa”. Por eso decidió, junto con Beylotte, buscar a Mingering Mike a través de la dirección de las cartas.

Aunque Mingering Mike se había mudado, Hadar lo encontró en los primeros meses de 2004. El artista al principio desconfió (“después de todo éramos dos tipos blancos golpeando la puerta para preguntar sobre su pasado”, diría Hadar) y después, cuando le habían contado que encontraron sus discos, dijo “My babies” (“Mis bebés”) y aceptó contar su historia.

Su nombre verdadero era Mike Stevens y se había criado en Washington. Su pasión por el soul empezó en los primeros años de su adolescencia, alrededor de la época en que vio un concierto de la Junior Walker and His All Stars en el Howard Theatre, famoso teatro de la capital estadounidense donde alguna vez tocaron Duke Ellington, Sara Vaughn y Ella Fitzgerald. De adolescente, Stevens soñaba con ser cantante y decidió materializar su sueño de forma casera. Por eso, en 1968 creó su primer “disco” y se presentó con el seudónimo Mingering Mike (mingering es una palabra inexistente, que combina las palabras inglesas merging, que significa fusionar, y mingling, que significa mezclar). También inventó los nombres y las letras de los temas, fabricó un disco de cartón, armó un sobre donde guardarlo, hizo un dibujo de tapa, agregó un logo, estampó el nombre de una discográfica e incluso puso las “grietas” típicas de los discos de vinilo. Para 1977, cuando tenía 26, había juntado unos 50 “discos” y unos 4000 temas, todo acompañado por las letras, el arte de tapa e interior e incluso las etiquetas de los precios y los códigos de barra.

Según ha contado el mismo Mingering Mike, dejó su hobby de lado cuando la vida se le complicó porque tenía que trabajar y era fugitivo de la ley: había desertado ante una convocatoria para unirse al ejército durante la guerra de Vietnam y debió vivir en la clandestinidad hasta que el presidente Jimmy Carter firmó una amnistía para los desertores. Durante los años de clandestinidad, y por algún tiempo después, Stevens tuvo sus “discos” con él hasta que tuvo que dejarlos en un depósito de alquiler, de donde le fueron confiscados cuando se atrasó con algunos pagos y todo fue rematado.

Hasta este año, Hadar y Beylotte mantuvieron el verdadero nombre de Mingering Mike en secreto porque él temía que sus sueños adolescentes lo hicieran quedar mal en el trabajo. Rompieron el secreto ante la publicación del libro a principios de año (también vendrían exhibiciones retrospectivas en la galería Hemphill de Washington en julio y agosto y, en este momento, una en una galería de Toronto). Pero desde que la historia comenzó a hacerse pública en 2004 ha tenido amplia cobertura en los medios, desde el New York Times, que publicó una entrevista con él ese mismo año sin revelar su verdadero nombre, hasta la National Public Radio, la principal radio estadounidense. Mientras que la mayor parte de la cobertura se centró en lo pintoresco de la historia, diversas publicaciones culturales y especializadas en soul lo elogiaron por ser un outsider valiosísimo y un gran observador del contexto social de su época.

A simple vista, el arte de Mingering Mike parece una creación casera bastante mala, con sus dibujos hechos a mano sin gran talento. Sin embargo, la reconocida revista cultural estadounidense Bomb, como muchas otras, la consideró “un testimonio fantástico de una época convulsionada”. Como parte de ese testimonio estaban los nombres de las editoriales creadas por Stevens: Spooky, Sex, Fake Records, Mingering Records, Nation’s Capitol (fueron quince en total), nombres de fantasía similares a los usados por las discográficas dedicadas al soul en los ’60 y ’70, cuando el género era la música preferida de los negros estadounidenses.

La convulsión de la época, vinculada tanto a la obtención de los derechos civiles de los negros como a los movimientos de protesta contra la guerra de Vietnam, quedó representada en los “discos” de Mingering Mike, cuyos temas y tapas están en gran parte dedicados a la coyuntura imperante y que siempre buscaron tributar a los movimientos culturales del momento, como lo demuestra la “banda sonora” de un película imaginada por Mingering Mike que, de haber existido, hubiera pertenecido al género Blaxplotation, el movimiento cinematográfico “negro” por excelencia a principios de los ’70 y cuya película más famosa fue la versión original de Shaft.

Pero no sólo las lapiceras y las pinturas le servían a Mike Stevens para imaginar su carrera musical sino que también grabó algunas canciones en cintas magnetofónicas. Mingering Mike nunca había estudiado música, pero cantaba y se las ingeniaba para hacer sonidos instrumentales con la boca y con utensilios de la casa mientras que un tío y un primo lo acompañaban (ambos figuran en los créditos de los discos, con los seudónimos Big D. y Joseph War). Hadar encontró algunas de las cintas y hoy unas pocas canciones pueden oírse en la página de Mingering Mike en Myspace.com. Sin embargo, y como bien alertó la revista Playboy, oírlas no es recomendable: “Escuchar un tema real de Mingering Mike disminuye el misterio. Su arte de tapa era tan punzante y distintivo, que la imaginación de quienes lo miraban podían dejarse llevar, imaginando qué clase de funk y soul sin limite fluía por su cabeza mientras dibujaba”.

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