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Domingo, 30 de agosto de 2009

CRóNICA > RICHARD STALLMAN, EL PADRE DEL SOFTWARE LIBRE, EN BUENOS AIRES

El protector de pantallas

Richard Stallman es el creador del software libre, que permite que hoy en día el mundo pueda reemplazar prácticamente todos los programas pagos y además modificarlos según diferentes necesidades. Pero su trabajo no terminó ahí, y desde hace años es un feroz militante contra toda forma de restricción digital. Sus enfrentamientos recientes con Microsoft y Wikipedia han tenido repercusión mundial y su pelea tiene un poderoso principio ético y filosófico de la libertad. Esta semana, Stallman dio conferencias en Córdoba y Buenos Aires (dentro de la Wikimanía ’09), y sus declaraciones se reprodujeron en diarios y televisión. Pero Radar estuvo con él toda la semana y accedió no sólo a su perfil menos conocido, sino a un documento inédito que lo pinta de cuerpo entero.

 Por Mariano Blejman

Richard Stallman no es una persona: es un software. La vida cotidiana del creador del software libre se parece más bien a la ejecución de un programa. O sea, a pesar de lo que se cree, podría decirse que fue GNU quien escribió a Richard Stallman, y que lo nombró como líder de la Free Software Foundation en 1983, después de que Stallman dejara su prestigioso lugar en el MIT. Probablemente no haya persona en el mundo más parecida a un programa de software que Richard Stallman. GNU es un acrónimo de Gnu’s Not Unix. O sea, GNU no es Unix. Como se sabe (lo repitió hasta el hartazgo Stallman durante una semana en Argentina), GNU es una serie de códigos libres que tuvieron que esperar durante casi una década hasta que apareciera el kernel Linux creado por Linus Torvalds en 1991, para hacerlo funcionar verdaderamente. Allí nació GNU/Linux, se sabe, el sistema madre del software libre, que permite a las computadoras del mundo correr programas que sustituyen a los privados como Windows o Mac.

El software libre cuenta con cuatro principios básicos para que sus líneas de código sean éticas, dice este programa llamado Stallman: “La libertad 0 es la libertad de ejecutar libremente el programa. La libertad 1 es la de estudiar el programa y adaptarlo a sus necesidades. La libertad 2 es la de poder redistribuir copias, para ayudar a la comunidad. La libertad 3 es mejorar el programa y distribuir las mejoras a la comunidad”. Se lo dijo a Radar en Córdoba, donde compartió una extensa charla con periodistas del interior del país, y con un puñado de geeks, que siempre son más o menos iguales en cualquier lugar del mundo. Y lo repitió en Buenos Aires. El mundo del software conoce esas libertades de memoria, que son cuatro aunque empiezan en cero porque para el código binario el uno es en realidad el cero. Si alguna de esas libertades no son posibles, entonces el programa es “privativo”. Esa es una palabra inventada por Stallman a comienzos de los ‘80 y quiere decir que priva a los usuarios de alguna de sus cuatro características. Millones de computadoras se basan en estas cuatro libertades desde que diversas distribuciones de GNU/Linux se hicieron usables. La versión más difundida de GNU/Linux es Ubuntu, pero Stallman dice que no es totalmente libre. La que más se acerca a la perfección es GNewSense.

LA LIBERTAD 0

Stallman parece más bien un software de reconocimiento de voz, o un sistema de inteligencia artificial, algo parecido a conversar con un GPS. Es un GPS, eso sí, con altísimo sentido del humor, y que tiene un problema con el reconocimiento de voz: Stallman es un poco sordo. Esta semana el programa-Stallman se “ejecutó” en Córdoba, donde fue nombrado visitante ilustre, gracias al Centro Cultural España de esa provincia y la Fundación Vía Libre, dirigida por Federico Heinz. Además, Stallman estuvo en FM La Tribu de Buenos Aires donde dijo, por ejemplo, después de su habitual diatriba sobre la función ética del software libre y su comparación con las recetas de cocina (“¿quién podría estar en contra de compartir recetas de cocina, como de compartir software?”) que “Ecuador y Venezuela son los dos únicos países en el mundo que tienen legislación que expresamente piden para sus agencias el uso de software libre”, que “Argentina hace bastante poco por el software libre”, y que el “software libre tiene aspectos anarquistas, socialistas y también capitalistas”. Además visitó el Inadi, donde habló en la charla “Internet y discriminación”.

Un día después, hizo descolgar unas banderas de Linux del entorno donde iba a dar la charla en el Teatro Alvear, y se dio tiempo para interpretar junto a un grupo ad-hoc de la Bomba de Tiempo coordinada por la gente de Red Panal, una versión de la “Free Software Song”, una canción de siete tiempos de folk búlgaro que también fue grabada por el programador Jono Bacon en heavy metal, y hay otras versiones. El estribillo no es de lo más ocurrente, pero con la música funciona bien: “Unete y comparte el software / Serás libre, hacker, serás”.

Pero así como suena, cada paso de Stallman resuena en todo el mundo. Invitado a inaugurar la Wikimanía ’09, el quinto encuentro mundial de wikipedistas que por primera vez se hace en el hemisferio sur, Stallman aprovechó el escenario para realizar un ataque furibundo contra Wikipedia al afirmar que el sitio rebelion.org estaba siendo censurado como fuente de referencia. Patricio Lorente, la cara de Wikipedia argentina, tuvo que salir a decir que no era cierta la censura, y que ya no era tema para los wikipedistas desde hace al menos un año. Y el asunto causó revuelo internacional: fue publicado el jueves por el enviado de The New York Times a la Wikimania ‘09.

Más allá de este planificado entredicho, los dichos de las cinco conferencias y las decenas de notas publicadas durante la semana sobre el padre del software libre fueron más o menos similares. Pero no se le puede pedir a un programa que –salvo que sea de Microsoft, claro– cada vez que se ejecute tenga un comportamiento distinto.

LA LIBERTAD 1

Pero si sus declaraciones pudieron leerse una y otra vez a lo largo de la última semana, lo que se revela a continuación tal vez no haya sido publicado en un medio impreso. A saber: habituado a viajar por el mundo en su free software never ending tour, este hombre sin casa (¡no tiene casa!) ni zapatos que se llama Richard Stallman envía un manual de uso de Richard Stallman antes de cada conferencia.

Después de una serie de disquisiciones técnicas sobre cómo titular sus charlas, cómo organizar el tiempo, resúmenes sobre su obra y sus condiciones para participar en eventos de mayor magnitud, su interés por llegar a la mayor cantidad de gente posible, Stallman pide Pepsi-Cola normal (“Me desagrada el sabor de la Coca-Cola y de todas las bebidas gaseosas dietéticas; además, participo en un boicoteo internacional a la compañía de la Coca-Cola por haber asesinado a los organizadores de su sindicato en Colombia (véase killercoke.org)”) o su propio té.

Stallman puede dictar conferencias en inglés, francés o español; y si la audiencia no comprende estos idiomas prefiere hablarle al oído a un intérprete en simultáneo que se dirigirá a los espectadores. “No estoy en contra de limitar el ingreso a la conferencia o de cobrar las entradas, pero excluir a la gente significa disminuir la eficacia del discurso”, dice y aconseja “permitir que los estudiantes, las personas de bajos recursos y los activistas políticos entren gratis, mientras los profesionales tengan que pagar”.

Como se vio en sus charlas en Buenos Aires, Stallman no acepta poner banderas de patrocinadores (en caso de que sea una corporación), aunque puede aceptar incluirlos en los folletos, lucha contra la confusión entre software libre y código abierto y se opone abiertamente a la idea de “propiedad intelectual”, ya que estima que es una manera de confundir a la población sobre tres temas distintos: derechos de autor, patentes y marcas con fines “malévolos”, como suele decir. Sobre las diferencias dice: “Son como dos partidos políticos. El software libre respeta la libertad del usuario. El open source, en cambio, a pesar de tener el código abierto, rechaza nuestras ideas de libertad aceptando programas que no se pueden modificar”, dice Stallman.

Sobre los periodistas, Stallman tiene un capítulo dedicado a ellos: pide que entiendan la diferencia entre software libre y open source y que se asegure que sus editores también entiendan la diferencia, además de hacer las entrevistas después de las charlas. Stallman prefiere entrevistas en grupo, y pide ser grabado y reproducido en formatos de software libre.

No quiere alojarse en hoteles, salvo que sea estrictamente necesario y sin dejar sus datos reales (“quiero escapar al Gran Hermano”), incluso prefiere un sofá de una casa común, viaja con un colchón inflable y tiene una especial preocupación por el aire acondicionado. Le gustan las mascotas, aunque si los gatos son muy peludos le dan alergia, y lo ponen nervioso los perros que ladran furiosos o saltan encima de la gente. “Si usted encuentra para mí algún anfitrión que tenga un loro simpático, me dará mucha alegría. Si hay alguien que tenga un loro al que pueda ir a visitar, también sería agradable”, dice. Pero pide que se evite la compra compulsiva de un loro.

Stallman rara vez usa navegador de Internet o webmail. Por eso, necesita transferir sus correos a su compu (una Lemote, de origen chino especialmente diseñada para el software libre) y se conecta mediante el protocolo SSH, que sólo usa Internet como un medio y no como un lugar en sí mismo. Es especialmente obsesivo con esto: no usa la web (esa que empieza siempre con http:), ya que obliga a dejar el rastro del IP de cada máquina y por lo tanto es más fácil saber dónde se encuentra el usuario. Esto podría explicar, entre otras cosas, que a Stallman le moleste que lo ayuden a cruzar la calle e incluso le pone nervioso que sus deseos sean considerados órdenes: “Si es de noche y las estrellas brillan hermosas, vacilo en decirlo, no sea que su sentido de anfitriones los obligue a tratar de conseguir una para mí”.

Stallman no desayuna, no le gusta el aguacate, la berenjena, la pimienta, el hígado, las ostras, la yema de huevo ni los quesos fuertes, entre otras cosas. “Nunca trate de decidir qué alimento debería comer yo sin preguntarme. Nunca asuma que seguramente me guste cierto plato simplemente porque a la mayoría de la gente le gusta. ¡Siempre pregúnteme por adelantado!” OK, Computer.

LA LIBERTAD 2

El mismo día que Richard Stallman presentaba su charla en el Teatro Alvear, se dio a conocer en Buenos Aires (y en el mundo) la nueva versión del sistema operativo de Microsoft: Windows 7. Nada casualmente, desde el cuartel general, la Free Software Foundation en Estados Unidos dio a conocer una acción llamada “Windows 7 Sin”. O sea, los siete pecados de Windows, donde advertían desde su sitio www.windows7sins.org que habían enviado una carta a 499 empresas de la lista de Forbes 500 (“no creemos que Microsoft vaya a escucharnos”, dicen). Los siete pecados están ligados a la educación, la restricción de copias digitales (drm), la seguridad, el monopolio, los programas inmodificables (standards), el formato de archivos y programas (lock in) y la privacidad.

Un día antes, en FM La Tribu, Richard Stallman llegó a ponerse increíblemente nervioso –lo mismo pasó en Córdoba cuando le dijeron que iba a tener que dar una entrevista cada 20 minutos– cuando uno de los integrantes del colectivo le propuso sumarse al “ataque acústico”. La idea de La Tribu: acercarse a la puerta del hotel donde se presentaba el Windows 7 para armar una radio pública en repudio. La acción no pudo ser: para Stallman era sulfúricamente obvio que lo que había que hacer era convencer a los periodistas de otra manera, y no que los vean como esos locos de afuera. Antes que nada, Richard Stallman es un estratega político y nadie sabía que un día después esa campaña iba a explotar en el mundo entero: “Microsoft is trashing your freedom” (Microsoft está tirando a la basura tu libertad). Por supuesto, fue levantada por los medios del mundo.

A través de Twitter pudo seguirse en estos días una disputa retórica que viene teniendo Richard Stallman con Linus Torvalds a través de diversos diarios en el mundo. Hace unos días Torvalds (creador del Linux) dijo que el odio a Microsoft era injustificado, a lo que Stallman retrucó en Buenos Aires: “Es cierto, aunque Windows desaparezca el problema va a seguir siendo siempre el software privativo”. Stallman no tiene Twitter ni Facebook ni celular (“si pudiesen usarse sin que sepan dónde uno está, lo usaría”, confesó a Radar), usa desde hace un año la Lemote china y, aunque desea fervientemente no ser encontrado por el Gran Hermano, paga en efectivo y rara vez (salvo cuando tiene que viajar en avión) da sus datos personales. Es muy fácil saber en qué lugar del mundo está, puesto que sus dichos siempre causan revuelo, provocan admiración y una influencia enorme en la comunidad. Quiérase o no, Richard Stallman marca la agenda digital.

LA LIBERTAD 3: MEJORAR EL PROGRAMA Y SUBIRLO A LA COMUNIDAD

“Soy por naturaleza pesimista”, dice Stallman. Sin embargo, Stallman tiene la capacidad de organizar (al fin y al cabo eso es lo que hacen los programas) los claroscuros del mundo digital. De todo lo que dijo esta semana, cabe puntualizar algo:

Deploró la aparición del libro electrónico de Amazon llamado Kindle (Encender, en inglés “eso es lo que quiere hacer Amazon con los libros”, repite), porque Amazon decidió borrar hace algo de un mes de todas sus computadoras copias piratas del libro 1984 de George Orwell.

Sostuvo que el problema de las redes sociales no tiene tanto que ver con el software libre sino con que, aunque el software de la red social sea libre, los datos allí dejados serán públicos (recomendó a una red social hecha con software libre poner un cartel que diga algo como “toda la información aquí publicada será conocida por el Gran Hermano”).

Afirmó que un día le mandó personalmente como donación 100 dólares al periodista independiente Greg Palast (el que descubrió cómo se robó la reelección de George W. Bush en Estados Unidos).

Y aseguró que él no hace futurología pero... hay que decirlo, predijo hace por lo menos 30 años cómo iba a ser el mundo actual. Y trabajó para que sea distinto.

Al fin y al cabo, eso es Stallman: un ordenador. Y cumple con las cuatro libertades.

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