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Domingo, 13 de septiembre de 2009

CINE > SE PUEDEN VER LOS CORTOS ANIMADOS CENSURADOS POR INCORRECTOS

Animate

Durante los años ’40, la animación vivió una época dorada: los estudios la financiaban, la guerra ofrecía temas de variedad internacional, los rebeldes abrían sus propias productoras. Pero los tiempos cambiaron, y muchos de esos cortos son hoy vetados por supuestas incorrecciones políticas. Un ciclo como el de la semana que viene hace justicia, los rescata y devuelve sensatez a la situación.

 Por Mariano Kairuz

Ni el cine ni la televisión son los que eran, pero en su lugar tenemos Internet y los cineclubes. Cineclub Nocturna fue creado hace quince años –que se cumplen este mes en su sede actual, el Centro Rojas– por el coleccionista Christian Aguirre, y su largo peregrinaje estuvo siempre motorizado por la misma convicción: hay que preservar y difundir aquello que no encuentra otros canales de salida, porque fue olvidado, o pasó de moda, o siempre fue marginal y jamás entró en los circuitos más accesibles. Su territorio es principalmente el de películas que, hasta veinte años atrás, “hasta los ‘90 y la privatización de los canales de aire”, puntualiza Aguirre, por ahí sí podían verse en la muy cinéfila televisión argentina de antes, en ciclos de trasnoche, o en los Sábados de Súper Acción. Mucho Godzilla, vampiros y momias de la Hammer, invasores espaciales de toda laya, animé de los ‘60, blaxploitation. Este mes, como parte de sus festejos de cumpleaños, proyectará varios cortos de animación que muchos recordarán como clásicos vistos repetidamente en lejanas tardes televisivas, pero que hoy son toda una rareza. Y no por nada, sino porque han sido borrados de todas las programaciones y tachados de políticamente incorrectos, ahora que el dibujo animado para chicos es jurisdicción de canales de cable pertenecientes a grandes corporaciones.

Así que el verdadero gran programa de los próximos dos viernes no será tanto la película principal (en el caso de la función celebratoria, El monstruo de las profundidades, un Godzilla coreano de los años ‘60) como su complemento. Para empezar, el corto El corazón delator, producción del estudio UPA, fundado en 1940 por desertores de Disney que se oponían a la línea realista de su ex empleador, y pusieron en marcha una nueva escuela gráfica súper estilizada que dio maravillas como ésta, adaptada de Poe y narrada por James Mason. Y para seguir, el primer combo de “prohibidos”: dos cortos producidos por la Warner en los años de gloria de su departamento de animación, protagonizados por un pequeño cazador negro y el minah, un raro pájaro parecido en el dibujo a un cuervo, que camina acompasadamente al ritmo de la obertura de La gruta de Fingal, de Mendelssohn. Del puñado de cortos que protagonizaron estos personajes a lo largo de los ‘40 se verán dos: Inki y el león e Inki el cavernícola, ambos del legendario Chuck Jones. Y, a decir verdad, es difícil discernir por qué se los ha acusado de promover estereotipos racistas: ese nene africano de labios prominentes y hueso en la cabeza no es el Africa, sino apenas un personaje selvático que hace reír por el timing perfecto de sus desventuras y sus accidentes físicos. El otro corto censurado, y recuperado por Nocturna, será el mítico Blanca Negrita y los Siete Negritos (Coal Black and de Sebben Dwarfs, 1943), de otro talento mayor de los Looney Tunes y las Merrie Melodies: Bob Clampett. Versión libre del cuento de los Grimm, musical de temas de jazz con voces de estrellas negras, sugerentemente sexual y repleto de alusiones a los tiempos de guerra que corrían (los siete enanos son soldados), se lo acusó de racista por la descripción grotesca de sus personajes –el príncipe “Encantao” tiene dos dados por dientes, y no faltó quien leyera en ese detalle de caricaturización el cliché del negro juerguero que cundía en algunas películas– y por la inclusión de una organización mafiosa que mata a sus víctimas “por un dólar, medio si son enanos, gratis si son japoneses (japs)”. Para algunos historiadores, se trata de la mejor obra de Clampett, que era amigo de varios de los músicos más importantes de la escena californiana y volcó acá su fanatismo por el hot jazz. Pero la paranoia generada por todo lo que recordara aunque fuera remotamente al blackface (las imitaciones de negros por blancos con las caras pintadas al carbón, a la manera de Al Jolson en el Cantor de Jazz), llevó a que hasta un recurso clásico del dibujo animado como era la cara carbonizada de un personaje que acaba de recibir un escopetazo frontal, fuera leído como un chiste racista.

En 1968 United Artists adquirió los dibujos de la Warner y confeccionó una lista, “Los Once Censurados”, compuesta de cortos “ofensivos” que ya no sacaría más al aire. Para los ‘90, el Cartoon Network se hizo de todo Bugs Bunny; desde entonces, cada vez que hace sus maratones anuales dedicadas al conejo de la suerte, deja de lado los episodios “racialmente cargados”, los cuales se emiten por separado, por la noche, y con una advertencia / descargo previo, que dice: “Estos cortos son representativos de los tiempos en que fueron creados y se los presenta por su valor histórico”. Para Christian Aguirre, Inki y los otros prohibidos son producto de “la enorme libertad creativa que tenían los animadores de WB en aquella época: si sus personajes principales, Bugs, Lucas, Silvestre, eran una banda de marginales, los secundarios han sido especialmente apasionantes. Gente como Avery, Clampett, Jones, tenían carta blanca para trabajar e hicieron cosas increíbles. Acusarlos de promover estereotipos es una tontería pseudo progre de los últimos años, una denuncia barata que no tiene nada que ver con lo que buscaban estos artistas: si Jack Warner los trataba a ellos como basura, ¿a quién iban a discriminar como inferiores?”.

Por suerte, algunos de “Los Once Censurados” todavía pueden verse en YouTube, así como existe un espacio virtual para su difusión llamado Historical Preservation Offensive Library of Banned Cartoons (“Biblioteca para la Preservación Histórica de Dibujos Animados Ofensivos Prohibidos”). Y existe Nocturna, que entre sus infinitos rescates semanales habrá resucitado, en unos pocos días más, a los asombrosos y vibrantes Inki y Blanca Negrita.

Velitas de medianoche

Para Aguirre, la proyección de estos cortos censurados es una de las misiones más importantes de Nocturna: dar lo que no se puede ver en otro lado. Su formación consistió en visitar asiduamente, con su padre, los cines de barrio como el Rialto, el Argos, el Atalaya, donde podía ver las películas prohibidas para menores, y también los de la calle Lavalle, “en una época en que el espectador común iba a ver de todo”. Su amigo José Luis Tasinazzo, otro especialista en cine y TV, lo invitó al Bela Lugosi Club, que sirvió de inspiración para iniciar su propio espacio. A lo largo de una década y media Nocturna peregrinó por sótanos con onda, por cines, y por la pequeña sala de Sarmiento al 1200 donde pasaba películas uno de sus maestros cineclubistas (junto con Víctor Iturralde), Octavio Fabiano. En el Maxi vivió uno de sus tiempos de gloria, llenando una sala enorme como ya casi no quedan, más allá de la moda “bizarra” que cundía en la época. “Cuando uno hace algo con convicción y respeto –dice Aguirre–, por más que tenga que adaptarse a las crisis, no depende de las modas cinéfilas. Fabiano me enseñó que el cineclubismo es no rendirse nunca, y que es hacerlo todo, desde conseguir la película hasta cortar la entrada.” Por eso es que, ni cuando las salas se achican o el público merma, Aguirre nunca deja de entregar, en cada función, un programa de mano de varias páginas con información y fotos de las películas del día. “Un pequeño recordatorio de eso que para muchos es un recreo, un lugar de encuentro en torno de algo que nos apasiona. Parte del folklore de mantener vivo un cineclub cuando muchos de los espacios que había antes para ver cine raro se han perdido para siempre.”

Cineclub Nocturna festeja su década y media todos los viernes del mes a las 24, en la sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas, Av. Corrientes 2038. Gratis.

El próximo viernes 18 se proyectará en fílmico la película Obras Maestras del Terror (Argentina, 1960), adaptación de Poe por Enrique Carreras, con Narciso Ibáñez Menta, y un episodio de Viendo a Biondi.

Y el viernes 25 será el turno de los cortos de Inki, Blanca Negrita y los siete negritos, El corazón delator, y El monstruo de las profundidades.

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