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Domingo, 13 de septiembre de 2009

RADAR LIBROS #3

El caso Eleanor

El suicidio de la hija de Marx ha sido un misterio histórico, tan dramático como atractivo. El venezolano Ibsen Martínez, escritor y guionista de telenovelas, vuelve a abordarlo para convertir la tragedia en farsa y estilo.

 Por Samuel Zaidman

El señor Marx no está en casa
Ibsen Martínez

Norma
272 páginas

¿Por qué se suicidó Eleanor Marx, la hija menor de Karl Marx, a los 43 años, la mañana del 31 de marzo de 1898, en su casa de Sydenham, al sureste de Londres? Secretaria privada de su padre, activa participante en la organización del sindicalismo y el socialismo inglés, sobre su destino trágico se ha escrito mucho: dos importantes biografías y varias ficciones son una prueba elocuente del interés que despierta un personaje tan atractivo como misterioso. A esa serie se suma ahora la tercera novela del venezolano Ibsen Martínez, también dramaturgo y, durante muchos años, destacado guionista de telenovelas.

Sobre la muerte de Eleanor hay básicamente dos hipótesis: una, más ideológica, la atribuye a su decepción por el avance de la socialdemocracia y las dificultades de una revolución que ya no parece inminente; la otra, de carácter sentimental, considera que la causa del suicidio es un desengaño amoroso, punto final de la tortuosa relación que ha mantenido durante catorce años con Edward Aveling, mujeriego, farsante, estafador, autor de mediocres obras teatrales, quien la habría inducido a quitarse la vida para heredarla. Considerando insuficientes estas especulaciones, Ibsen Martínez construye su novela en torno de otra hipótesis mucho más provocativa y escandalosa: Eleanor habría sido abusada sexualmente por su padre, cuando ella tenía 16 años, y el suicidio se explica como una conducta frecuente de la víctima, abrumada por la culpa y el silencio. Un caso de manual para especialistas en violencia de género.

Sin embargo, Ibsen Martínez no escribe una novela sobre la hipotética e increíble relación incestuosa entre Karl Marx y su hija, sino que, tomando distancia de esa inmediatez realista, escribe la historia de un guionista de culebrones que quiere escribir una obra de teatro sobre la hipotética e increíble relación incestuosa entre Karl Marx y su hija. Obsesionado el narrador por años con ese proyecto, no puede concretarlo porque le falta un elemento dramático fundamental para construir una tragedia, esto es, la razón del suicidio. El hecho es que, cuando la encuentra, se siente incapaz de escribirla por lo que, finalmente, el libro que leemos es la historia de esa imposibilidad. La novela es así un contrapunto entre la vida del narrador en Caracas y la vida de los Marx en el exilio londinense, entre la historia del libretista de culebrones y el melodrama victoriano. Como resume Yvonne Kapp, biógrafa de Eleanor, tenemos una neurótica, un concubinato, una traición y un suicidio, pero mientras ella descarta la hipótesis amorosa por su excesiva vulgaridad, el narrador percibe un argumento apasionante para una obra. Esto le permite reproducir con eficacia un estilo literario, reconstruir no tanto las miserias de la sociedad industrial como los estragos de la enfermedad sobre los cuerpos y completar, a su vez, con la astucia de un detective, los huecos no resueltos de la instigación al suicidio.

Mientras el relato va y viene de un tiempo a otro acumula simetrías entre los personajes y comparaciones entre la naturaleza del culebrón y el drama histórico que nos cuenta. En la mayor parte de esos paralelismos se va tejiendo una insistente ironía. La más significativa es la identificación entre el narrador y Edward Aveling, el detalle de sus respectivas trampas intelectuales y financieras, su mutua debilidad por las actrices vocacionales y, no menos importante, el exacto contraste de sus eyaculaciones. También existe una relación especular entre el autor Ibsen Martínez y su heroína, porque cuando Eleanor y Aveling se conocen, el motivo de su conversación es nada menos que Ibsen, pero Henrik. Ella está indignada por una puesta de Casa de muñecas donde, curiosamente, “tuercen la trama y el final”; él aparenta ser un experto en su obra, con un enfoque particular y premonitorio sobre el suicidio y las mujeres casadas. Por último, también los libros de la serie bibliográfica se superponen, de modo que la foto que ilustra la tapa de esta novela es la misma que aparece en la portada del primer tomo de la biografía de Yvonne Kapp. Juego de máscaras y duplicaciones, de traductores y manipulación, donde no se trata de la verdad histórica sino de las necesidades de una trama, donde quien quiere escribir una tragedia escribe, diría Marx e Ibsen Martínez lo sabe, una farsa.

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