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Domingo, 29 de junio de 2014

UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: SEñORITA CAROLINA Y “EL ESPACIO”, DE CAFé TACVBA

EXPERIMENTAL Y HUMANO

 Por Señorita Carolina

Una vez supe ganar entradas con pases backstage para la presentación de Bocanada, de Cerati, donde teloneaba Café Tacvba. Su disco Re me había acompañado durante años (tras la separación de mi primer novio) y no me cansaba de ponerlo una y otra vez. Ya me creía fan, aun antes de verlos en vivo. Pero no tenía idea. Al conocerlos en persona, no pude creerlo: los tipos en el camarín eran súper dados y generosos y logré que me firmaran la tapa roja de Re y hasta sacarme fotos con cada uno. Al rato, viéndolos en vivo, todo se elevó. Venían de sacar Revés/YosoY. Sabía que había sido un disco problemático respecto del contrato con su sello y que en el país no había sido de fácil edición por su fracaso comercial. No entendí por qué, las canciones esa noche me atravesaron, aunque no conocía muchas de ellas. No pude conseguir ese disco, ni lo intenté mucho. Preferí quedarme con el recuerdo de esa noche.

Más tarde, en 2001, me separaba de un amor importante y comenzaba a salir con otro ídem. El país estaba hecho un desastre que no entendía. Acababa de comprar, casi intuitivamente, Revés/YosoY entusiasmada, sin recordar mucho lo del recital y nada de aquellas canciones.

Era un momento de mi vida muy intenso, muy de los veintiuno: cambios, dudas, decisiones.

En esa época estudiaba música sin mucho convencimiento y de una manera muy suelta. Tenía un rato entre mi trabajo de aquel entonces, en un ciber café y la entrada al conservatorio, que en esa época tenía una de sus sedes en el Parque Las Heras. En el morral mi discman, grandes auriculares que sonaban muy bien, el disco recién comprado con un packaging hermoso... y ninguna gana de entrar a cursar. Ya en la puerta, se hizo la hora, todos iban entrando. Yo giré y me adentré en el parque y mientras buscaba un lugar en donde disfrutarlo, le di play. Me fui acordando de aquel recital. El sonido, las letras, el rumbo que había tomado la banda. Me acosté en el pasto, a mirar las estrellas y casi en sincro, comenzó a sonar “El Espacio”. Lo oí como si fuera la primera vez. Algo así como unas campanas, o triángulos, comenzaban a sonar. Y Rubén entra cantando muy bajito, muy en mi oído.

Entré en trance.

El comienza a subir el volumen, en un cantar casi de flamenco. Lo existencial pero abstracto de la canción y el sonido que propone ese disco en general (algo experimental, pero aun así familiar, humano), me explotó la cabeza. Emanuel también canta, con un teclado más infantil y en eso dice:

“Y estaba acostado,/ mirando el espacio exterior / y estaba pensando / en lo diminuto que era yo.”

Todo se resignificó. Describía exactamente lo que estaba haciendo y sintiendo. Esto de ser nada pero a la vez estar conectado con todo. Estaba en esa etapa de cuestionamiento, preguntándome el porqué de las cosas, leyendo algo de metafísica y hermetismo y astrología y... justo en ese momento cae este disco en mis manos. “No me preguntes,/ no me preguntes por qué / no me preguntes / porque no lo sé.” Ya se suman piano, un ritmo más fuerte, como un pulso materno y, ahora lo veo, tan influyente en mí, mi música.

Vuelve a repetir la frase de sentirse diminuto y luego “Y no pienso regresar, aquí es donde yo nací”. Y hacia el final, el toque Santaolalla supongo, de un ritmo más bien tanguero para que la canción se vaya en fado y me deje lagrimeando y sonriendo al mismo tiempo, aún mirando el azul profundo de las nueve de la noche. La voz de Rubén Albarrán acompañó muchos momentos de mi vida. Este en particular, siento ahora, tuvo mucho que ver con el volverse adulto, pasar a cuestionarse otras cosas mucho más allá del yo, del mundo del dinero, del tiempo y de las cosas.

Aún ahora su voz suena así para mí.

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