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Domingo, 12 de abril de 2015

THAT GUY DICK MILLER

La historia de cómo Dick Miller conoció a Roger Corman es una de esas anécdotas de la clase B que pueden decir más sobre la auténtica materia de la que está hecha Hollywood que cinco libros sobre James Cameron y Steven Spielberg. Tras un par de experiencias no del todo exitosas escribiendo sketches para comediantes televisivos, Miller (Nueva York, 1928) partió a Los Angeles, pasó un año dando vueltas, vendió un puñado de ideas para un programa de ciencia ficción y cuando parecía que la cosa no daba para más, conoció a Corman a través de un amigo. “Vengo de Nueva York; soy guionista”. “No necesito guionistas, necesito actores”, retrucó el futuro rey de la clase B, a lo que Miller reaccionó con un impulso: “¡También soy actor!” “¿Querés hacer de indio para mí? ¡Empezamos en dos semanas!”.

Fue así que, con poco más que un paso por Broadway como antecedente, y con dos papeles distintos en una misma película (fue el indio y también un cowboy en Apache Woman, Corman, 1955), arrancó la carrera en cine de este hombre que es todo un personaje de culto, cuya cara muchos reconocen de algunas de las cerca de 170 producciones que filmó aunque no sepan realmente de cuáles (ni recuerden su nombre). Pocos años después de este encuentro, nuevamente bajo las órdenes de Corman, Miller se comía unas flores –de verdad: las masticaba y se las tragaba– en La tiendita del horror, porque eso era lo que requería la toma, y nada de hacerle asco al trabajo.

Y de poner en primer plano esa carrera y ese rostro repetido casi siempre en el fondo se trata That Guy Dick Miller, el documental dirigido por Elijah Drenner y financiado mediante una exitosa campaña de Kickstarter, en el que hablan, entre otros, dos de los cineastas que lo convirtieron en su intérprete fetiche: el propio Corman y Joe Dante –quien por años le encontró un papel, más grande o más pequeño, en todas sus películas y lo acercó a un público masivo con Gremlins 1 y 2– y también la encantadora señora Miller, Lainie, suerte de impulsora del film. A través de Corman, Miller llegó a todo el mundo: trabajó con Scorsese, con Spielberg, con Sam Fuller, con James Cameron (no le va del todo bien con Terminator), y con Tarantino (encarnó a Monster Joe, gran personaje secundario que quedó afuera de Pulp Fiction); aunque él nunca hizo diferencia: “Nunca me importó si los papeles eran grandes o chicos: un día hacía un protagónico y al siguiente un secundario, y luego otro protagónico: lo tomaba como venía, todo era laburo. Hay cosas que ni me acuerdo que hice”. Ni siquiera ahora, a los 86 años y con un documental que lo tiene de protagonista, Miller es consciente de su status de icono, y, como el laburante que fue toda su vida, sigue considerando que dos de sus actuaciones favoritas fueron las que hizo en El falso escultor (obra maestra de Corman que retrataba con ironía a los beatniks) y ¡los tres años que pasó en la serie televisiva Fama, en los ’80! Y solo de una cosa se arrepiente: “Si cuando hice Apache Woman para Corman hubiera sabido lo que sé ahora, ¡le hubiera pedido dos sueldos!”.

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