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Domingo, 24 de octubre de 2004

Welles y la publicidad: vendiendo vino en Hollywood

La fiesta inolvidable

Welles tuvo otra oportunidad de reclutar a Dickson durante su larga y algo indigna sociedad con Paul Masson, el empresario de vinos, a quien le alquilaba su voz y su figura para algunos comerciales.
Dickson: Más tarde o más temprano, Orson siempre terminaba hinchado las pelotas. Le decían: “Bien, la acción del comercial transcurre en una fiesta en su casa”. Y él decía: “En mi casa, ni lo piensen”. “No, alquilamos una casa y queremos que usted hable de la variedad de amigos que ha invitado a la fiesta y la compare con la variedad de cepajes que hace falta para hacer un gran vino...” El tipo de idea que él detestaba. Así que llegamos a la casa, una linda mansión de Hollywood, y Orson echa un vistazo a los extras que hay por ahí y dice: “¿Quiénes son estos tipos?”. “Los invitados de su fiesta.” Y él dice: “¡Serán los invitados de Spielberg, porque yo no los invitaría ni con un café! Mándenlos a casa. Hago un par de llamados y ya van a ver lo que es invitar gente interesante”. Y una hora después aparecía un montón de gente cuyas caras uno había visto en películas durante años, gente muy mayor que las cámaras habían olvidado por completo. Y enseguida la fiesta se poblaba de gente de toda clase, tipos con turbantes, gitanas, primeros ministros... Y ésa sí era una fiesta de Orson Welles. Los comentarios eran: “¿Y usted de qué personaje hacía?”. Hollywood está lleno de esos personajes. “Oh, ¡no tenía idea de que usted estuviera vivo!” O bien: “¿Una estrella del cine mudo? ¿Y qué diablos es el cine mudo?”.

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