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Domingo, 4 de agosto de 2013

Paisaje con pareja

 Por Guillermo Saccomanno

La pareja debe andar por los ochenta. Viajan en un asiento doble, uno junto al otro. El lee. Ella tiene la cabeza apoyada en su hombro. El sol de invierno que entra por la ventanilla del micro es radiante, tibio. Y los envuelve. Da gusto pensar que hace mucho que están juntos esos dos. No es poca cosa si se tiene en cuenta lo que han vivido desde mediados de los años cuarenta, cuando se casaron. El me cuenta que empezó a hacer retratos de sus hijos en esos años, los cuarenta. Y de esa época datan también varios retratos que hizo de ella. Hay ternura en sus modos. Y una sonrisa siempre inteligente, inteligente pero no fría. La sonrisa de alguien que comprende.

Los dos vienen cada tanto a la Villa. El invierno, lejos de amedrentarlos, parece atraerlos. En la Villa eligen un hotel frente al mar. Cuando le pregunto a él por qué ese hotel, me lo explica: puede unir las mesas del salón y tender sus bocetos, dibujar. Después, cuando están por salir, se abrigan mutuamente. El la ayuda a ponerse las mangas del abrigo. Y ella lo ayuda, a su vez, a él. Después bajan a la playa. Los veo caminar despacio en la mañana. Está levantando la bruma. Se dice que los días que amanece con bruma después viene un día limpio, azul. La pareja camina por la playa. Los veo alejarse. Y me gusta esa imagen.

Me quedo pensando en lo que vivieron juntos. En estos días, tras su muerte, se publican remembranzas, anécdotas, evocaciones, corolarios. No me animo a agregar mucho más a lo que ya se dijo y todos saben. Un artista único, irreverente, cáustico y juguetón. La última dictadura le desapareció un hijo. Lejos de quebrarlo, esa ausencia y el exilio fueron acentuando el carácter denunciante y solidario de su obra, tan vasta como implacable contra el poder y la Iglesia. Las veces que vino a la Villa y conversamos siempre me quedé con ganas de más. Como esta mañana en que lo veo alejarse del brazo de su compañera junto al mar. Me pregunto qué se hace con el dolor, cómo se lo aguanta. Y esos dos caminando cerca del oleaje son una respuesta.

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