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Lunes, 5 de diciembre de 2005

SANTA FE › CÓMO EL JUEZ DECIDIÓ ARCHIVAR LA CAUSA CAPDEVILA

El "suicidio" era lo mejor

Una investigación de Rosario/12 deja al descubierto las innumerables falencias del juez Precerutti y permitió determinar los extraños nombres
y teléfonos que había en la agenda del narco Aldo Ferrero, detenido en un procedimiento por el fallecido guardia rural Claudio Capdevila. Entre esos teléfonos, está el número particular del hermano del subjefe de la Policía de Santa Fe.

 Por Daniel Enz

La frase del camello cordobés no era casual, el día en que fue interceptado por los hombres de la Guardia Rural Los Pumas. "Estoy hasta las manos. Atrás tengo más de 150 kilos de marihuana. Te doy el número de teléfono al que tenés que llamar y arreglamos la plata; para vos y tus compañeros". Aldo Ferrero, el hombre de Morteros -donde hace un tiempo viene realizando negocios con el narcotráfico, entre Córdoba y Santa Fe- tenía todo el esquema diagramado y no había margen para errores. Cuando fue detenido y quedó a disposición del Juzgado Federal de Reconquista, liderado por el actualmente suspendido juez Eduardo Fariz, en su agenda, a la que tuvo acceso Rosario/12, aparecieron tres nombres clave, que, de alguna manera, pueden dar cuenta de sus fuertes vínculos. Figuraban el teléfono del juzgado de Reconquista; el del cuestionado abogado de esa ciudad, Ricardo Ceferino Degoumois -al igual que el de su hermana-, pero también -y lo que resulta más grave-, el nombre y el número del comisario general Julio César Pallavidini, hermano del subjefe de la Policía de Santa Fe, comisario general Jorge Carlos Pallavidini.

Pallavidini está al frente de la Jefatura del Departamento General López, con sede en Melincué y viene sonando para ser ascendido, pese a los cuestionamientos que pesan sobre su accionar, en especial en hechos relacionados con los desarmaderos de vehículos en esa zona. "En la agenda de Ferrero está el nombre del comisario y el teléfono", dijo la fuente, con la peculiaridad de que es un número particular, y no el de una dependencia policial. El agente Claudio Capdevila nunca quiso aceptar algún acuerdo con Ferrero; tampoco después, cada vez que tuvo que ir a declarar.

Este entramado maquiavélico puede ser una clara respuesta del por qué el juez de Instrucción de San Cristóbal, Aldo Precerutti -y varios de los miembros de la conducción policial o el gobierno santafesino-, hicieron tanto esfuerzo en estos cuatro meses, para no salirse nunca de la carátula de "suicidio" impuesta ese 6 de agosto, en que Capdevila apareció muerto, dentro del tumbado vehículo de la fuerza, con un balazo en la cabeza.

Los argumentos de Precerutti, para decidir el archivo de la causa, tienen una superficialidad poco comparable con casos parecidos en los últimos tiempos en la Argentina y propios de un film centroamericano con bajos recursos económicos. "La situación laboral en que se encontraba -era el tercer accidente con un móvil de la repartición en corto plazo-, los desencuentros amorosos que venía sufriendo desde un tiempo a esta parte, la alta graduación alcohólica que presentaba..., se convirtieron en un cóctel que lo determinó a descerrajarse un tiro con el arma reglamentaria que portaba", dijo Precerutti el último viernes, con total liviandad, tras lo cual anunció la remisión de copias a la fiscal, ante la posible comisión de un ilícito por parte de Juan Manuel Maidana, el médico forense de Reconquista que hizo la primera exhumación y encontró elementos contundentes para señalar que las características de la muerte de Capdevila no estaban relacionadas con un suicidio. Pero a su vez, el magistrado remarcó que descartaba la hipótesis de homicidio en base a los informes periciales sobre los rastros de pólvora hallados en ambas manos del occiso; la inexistencia de impactos de bala en el automóvil que manejaba cuando falleció; como de signos de que otro vehículo hubiera provocado el vuelco; y de los testimonios de las personas que arribaron a la escena cuando ésta estaba aún intacta. También destacó el juez que "no sólo no existen denuncias de amenazas sufridas... sino que Claudio Capdevila no tomaba precauciones en su vida cotidiana que hagan pensar en una persona amenazada... a tal punto que viajaba haciendo autostop desde San Guillermo a Vera y viceversa". Hubiera sido importante que también acotara la forma en que sus superiores le hicieron un vacío a Capdevila -en especial en las últimas declaraciones-, no otorgándole la más mínima seguridad para el traslado hasta el Juzgado Federal de Reconquista.

Si uno lee el expediente, se encuentra con respuestas a cada uno de los argumentos del juez de San Cristóbal. A saber:

* Disposiciones. Se desconoce por qué Precerutti no dispuso la misma medida de enviar a la fiscal de turno, con respecto a su médico policial, Claudio Bazán, quien fue la primera persona que dijo que la bala le había ingresado a Capdevila por el lado izquierdo de su cabeza y se negó a realizar una autopsia, cuya actitud fue, en verdad, el gran obstáculo del expediente y no así la decisión de Maidana, quien cumplió con su tarea. Salvo que con tal determinación se le esté enviando un claro mensaje mafioso al médico reconquistense, en cuanto a exigirle un cambio de postura, porque de lo contrario él puede terminar con un proceso judicial. Pero por los errores de Precerutti, Maidana pudo realizar la primera autopsia el 17 de agosto de este año; o sea, 11 días después y con varios elementos faltantes. El médico se lo remarcó al juez, indicándole que junto con el cuerpo nunca le llegaron -como debe suceder en cada caso, lo que demuestra la falta de profesionalidad del magistrado- el formulario de levantamiento del cadáver, las circunstancias previas al deceso, el tipo de accidente, la posición del cuerpo o el tipo de arma utilizada, por lo que Maidana tuvo que realizar la pericia "sin orientación diagnóstico criminalístico alguno". Pero, por la demora del juez, el cuerpo estaba "en marcado estado de putrefacción y descomposición cadavérica, con edema generalizado y coloración variada y red venosa superficial".

* Accidentes. Es verdad que era el tercer "accidente" de Capdevila, pero en los dos anteriores no pueden imputarse negligencia al policía. En el primero de ellos (4/10/04) el empleado de la estación de servicios de San Guillermo se olvidó la manguera del surtidor de combustible en el auto policial, lo que tampoco fue advertido. En el segundo hecho (12/4/05), a Capdevila se le cruzó un equino en proximidades de la localidad de Monigotes. Pero el agente era un avezado conductor, fundamentalmente en caminos de tierra, porque siempre trabajó en el campo junto a su padre. Y, de hecho, no tenía problemas laborales: era un policía querido entre sus pares y muchos estaban preocupados porque quería alejarse de la función pública, para ir a colaborar con su padre, que en días previos había sido intervenido quirúrgicamente. Cabe acotar que los Capdevila de Vera es una familia absolutamente arraigada en esa zona y de buen pasar, al punto tal que varios de los hermanos o parientes directos del policía son conocidos profesionales en diferentes rubros.

* Relaciones amorosas. En buena parte del expediente, tanto el personal policial sumariante como el judicial, hicieron un gran esfuerzo por vincular las relaciones amorosas del policía -o sea, una situación privada, sin ningún tipo de vinculación con un hecho de tal gravedad, donde aparece muerta una persona- con su presunta determinación de quitarse la vida. En algunas de las testimoniales, lo "amoroso" ocupa casi el 70 por ciento de las preguntas a los citados a declarar.

* Alcoholemia. La cuestión alcohólica fue también hacia donde se apuntó en gran parte de la investigación, cada vez que una persona comparecía a declarar, lo que también resultó penoso. Pero lo más grave fue la forma en que el juez tergiversó la realidad al remarcar este punto. La mayoría de los que declararon dijeron que si bien observaron que esa madrugada del 6 de agosto Capdevila había ingerido cerveza o fernet con Coca Cola en el boliche en que se encontraba junto a sus camaradas, a su vez fueron muy pocos los que llegaron a decir que pudieron haberlo observado "en alguna situación de ebriedad". Una persona ebria -tal como lo quisieron señalar- no sale del boliche junto a sus compañeros, va a la panadería, compra facturas para todos, se va con ellos a la dependencia policial o lleva buena parte del trecho a su camarada, de regreso a su casa y en el interín se detiene para observar qué le había pasado a un grupo de muchachos que estaban en la ruta, momentos antes de ser encontrado muerto, tal como hizo Capdevila. Pero a su vez resulta aún dudoso el análisis bioquímico realizado por el oficial principal Gerardo Dalla Fontana, de la División Médico Legal de la Unidad Regional XIII, quien dictaminó que Capdevila tenía 1,89 g/lt, al realizarse la alcoholemia. ¿Una persona con esa graduación alcohólica, puede realizar todas las actividades que desarrolló desde que salió del boliche bailable hasta que fue encontrado muerto?

* Parafina. La prueba de Parafina de esa mañana del 6 de agosto indicó que existía una "reacción positiva en la mano izquierda, en la zona de los dedos índice y mayor, observándose en la mano derecha una débil reacción positiva, en la zona del dedo índice". Esto indicaría la siguiente situación: Capdevila hace una mala maniobra, tumba con el auto, que queda con las gomas para arriba y el policía, en esa situación inversa, trata de salir por el lado del acompañante, casi ebrio -como indica el juez- y tiene la suficiente capacidad como para tomar el arma reglamentaria con las dos manos y ubicarla del lado izquierdo de su cabeza, para pegarse un tiro. Sería interesante que cada lector haga la prueba con algún elemento similar y en la posición inversa del cuerpo.

* Huellas y errores. Es verdad que no se encontraron huellas extrañas, ni fue baleado el móvil policial. Esa verdad que nunca apareció el proyectil y solamente se encontró la cápsula servida, pero está claro también que los policías compañeros de Capdevila no dejaron de cometer irregularidades en la investigación, a pocos minutos de sucedido el hecho. Varios de los mismos policías declararon que a poco que llegaron al lugar, el arma de Capdevila (que estaba aún montada) ya no estaba o que el tránsito del camino no fue interrumpido, por lo cual no se pudieron detectar huellas extrañas. Los primeros en llegar fueron los policías Sergio Peralta y Rubén Fernández. Peralta, a los cinco minutos, se quedó solo en la escena, porque le ordenó a Fernández que fuera hasta la comisaría de Villa Trinidad "a dar la novedad a la superioridad". Pero también fue lamentable la declaración del sargento Rubén Fernández, que dijo que en la comisaría se enteraron del accidente de Capdevila cuando alguien habló por teléfono -"era un hombre", dijo-, le advirtió del hecho "y colgó enseguida". Sucede que cuando declaró el camionero Herminio Ramón Malano dijo que él fue personalmente a avisar lo que había pasado con Capdevila y nunca llamó por telefóno, porque se había olvidado el celular. "Se lo dije a un agente de anteojos. Eran las 6.30 y se enteraron por mi", manifestó.

* Amenazas. No existen denuncias formales radicadas por Capdevila sobre amenazas recibidas. Seguramente no estaba en su forma de actuar. Pero la realidad indica que el policía "estaba con miedo", como lo señaló cada uno de sus familiares, a los que trataba de no preocupar por la situación posterior a la incautación de los 150 kilogramos de marihuana. Sus más allegados consignaron en el expediente de comentarios concretos sobre advertencias recibidas por Capdevila en los últimos meses, previo a su muerte. Una mujer declaró incluso que algunas de ellas se producían antes de cada una de las testimoniales que tenía que realizar en el Juzgado Federal de Reconquista. La última vez que compareció, a la salida lo esperaba el abogado Degoumois -defensor del narco Ferrero, después de ser, en primera instancia, juez federal subrogante, reemplazando a Fariz- y se ofreció a llevarlo hasta Vera, dándole además su tarjeta con los números personales. Obviamente, el agente no aceptó ninguna oferta. A su vez, la madre de Capdevila supo que mientras Ferrero estaba preso en la cárcel de Vera, no pocas veces preguntó a los guardiacárceles por el policía e intentó realizar algunas averiguaciones sobre sus movimientos.

Siempre quedó clara la línea que quería definir el juez Precerutti en la investigación. Nunca hubo demasiado margen para profundizar sobre la teoría del crimen por encargo. "Es más fácil decidir por el archivo de la causa por suicidio, que pegar un viraje y encontrarse con el rostro adusto de varios jefes policiales, que vienen haciendo negocios con el narcotráfico, el contrabando o los piratas del asfalto en la zona limítrofe con Córdoba, cuentan con un buen pasar económico y están dispuestos a seguir creciendo, mientras el poder político coparticipa o mira para otro lado", señaló un conocedor del esquema mafioso que impera en tal región. El archivo de la causa Capdevila es un mensaje.

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El guardia rural muerto de un disparo, en una foto familiar. Capdevila no había aceptado la coima del narco Aldo Ferrero.
 
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