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Domingo, 20 de abril de 2008

CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. LA OBRA "LA 45 ﷓NO VOY A LLORAR, DE ESO YA ME CANSE"

Los ropajes del orden y la santidad

El grupo que repone esta obra de Cecilia Propato en Buenos Aires, desembarcó el pasado viernes en el Teatro de La plaza.

 Por Julio Cejas

Esta noche a las 20 en el Teatro de La Plaza (Entre Ríos 1051), se despide de Rosario, el elenco de La viuda y el amante, con una nueva función de "La 45 -no voy a llorar, de eso ya me cansé", escrita y dirigida por Cecilia Propato. El grupo que actualmente repone esta obra en el porteño Teatro de El Nudo de la calle Corrientes al 1500, desembarcó el viernes en una función que no contó con la cantidad de espectadores acorde con los méritos y la trayectoria de la directora y particularmente de esta propuesta. Sobre el tema de la violencia familiar y puntualmente sobre la situación de la mujer como blanco preferido de una historia que pareciera agravarse con el tiempo, todavía pareciera no haberse escrito lo suficiente.

En "La 45...", si bien el tema fundamental es la violencia ejercida contra la mujer en los acotados márgenes de un entorno familiar, la estrategia ideológica de la autora va más allá de lo privado y compromete lo institucional. La elección de los personajes para abordar una historia que tiene mucho de folletín y melodrama, es precisamente uno de los reaseguros de esa estrategia que va a golpear sobre el imaginario que el espectador tiene acerca de ciertos símbolos.

Grace y Rebecca, además de ser mujeres, son policías, con todo lo que ello implica para algunas miradas que todavía consideran al hombre como único garante de determinadas tareas que impliquen fuerza y autoridad.

Pero entre las mismas protagonistas aparece una marcada diferencia de conceptos acerca de lo masculino y lo femenino: Grace está preocupada por lucir bien, porque "presta un servicio a la comunidad", Rebecca por asegurar el orden antes que nada. Para Rebecca, Grace es blanda, está en un lugar "para flojos", Grace intenta aclarar en un ingenioso dialogo, la idea de la palabra sujeto, mientras a Rebecca solo le interesa "sujetar el arma y disparar", no hay sujeto que me sujete".

En toda la obra se desenmascara el poder de lo simbólico y en este pasaje donde las protagonistas reconocen que no "existen las sujetas", que todos somos sujetos, la autora se permite denunciar el fuerte componente masculino en la estructuración del lenguaje.

Componente que desdibuja lo femenino en Rebecca seducida por los nombres de las armas, "castigada" por no poder dominar sus impulsos de disparar. Grace por su parte tiene su arma intacta porque "no se trata de andar matando gente por allí-, ella no puede disparar porque no sabría que hacer después. Rebecca no puede concebir otra forma de entrar en la vida que no sea disparando antes de preguntar, en este sentido su personaje nos hace recordar a la tristemente célebre policía de "gatillo fácil".

Propato interviene su escritura en un inteligente cruce con algunas escenas de "Un tranvía llamado deseo" de Tenesse Williams, identificando a Grace con Stella y a su esposo con Stanley Kowalski, personalidad golpeadora que por momentos también asoma en algunas actitudes de Rebecca.

La puesta está jugada a plena luz, como si la escena en la puerta de un banco perteneciera a una de las tantas que muestran los noticieros tratando de mostrar una cotidianeidad exasperante.

De pronto, el set televisivo en el que se ha convertido la vida, deja lugar a la otra cara de estos seres desgarrados que despojándose de sus atávicos uniformes, danzan y juegan embriagados por otras luces que los acercan y los transforman.

Rebecca encontrará que su alma no estaba en una cartuchera vacía y Grace soñará con que podría subirse un día de estos a un tranvía llamado deseo que la llevara lejos de tantas heridas.

Laura Rojas reconstruye un personaje complejo como el de Grace, con la solvencia de una actriz que puede desdoblarse, enternecer y espejar el universo complejo de una mujer golpeada.

María Lía Bagnoli, sobrevuela el desafío de una máscara que le impone Rebecca,un ser plantado desde la fuerza y el poder que le da un arma, hasta quebrarse y reencontrarse lamiendo sus propias heridas en los brazos de Grace.

David Señoran, encarna a una enigmática monja que encubre un secreto, tiñiendo con su presencia la inevitable tragedia que se esconde detrás de sus hábitos. Quizás su presencia en la escena debería ser mucho más sugerida dejando que el espectador no esté tan pendiente de sus movimientos, es por su característica un personaje que sorprendería más desde el lugar del misterio.

La poética de Propato está diseñada para que todos encuentren algún lugar desde donde poder tomar partido, el humor, los juegos coreográficos y los cruces con lo trágico completan la riqueza de un trabajo que se disfruta.

En un ajuste de cuentas con la interpretación clásica de "Un tranvía llamado deseo", "La 45" resignifica el personaje de Stella, opacado a veces por el de Blanche Du Bois, para transformarlo en la auténtica heroína de la pieza de Williams.

De la lectura que hace Propato se desprende un intento por abarcar no sólo el padecimiento de la mujer sino el de la discriminación social que también incluye a los marginados y a los que la ética imperante tacha de inadaptados. Encontramos puntos de contacto con otra de sus obras que está actualmente en cartel, "Romancito", donde tampoco se puede hablar de los que han sido violentamente eliminados de los padrones de la vida.

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El tema es la violencia ejercida contra la mujer.
 
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