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Domingo, 7 de junio de 2009

CULTURA / ESPECTáCULOS › TEATRO. LA NUEVA VERSIóN DE LA OBRA ESCRITA POR DAVID ANICA Y GUSTAVO DI PINTO.

El regreso de Vittorino Pacheco

Es inevitable para los que vieron la propuesta original establecer ciertas comparaciones, pero para este trabajo se han preocupado por generar nuevas alternativas para un mismo texto, adaptado además a nuevos actores.

 Por Julio Cejas

Una de las características vitales y distintivas del grupo teatral Esse est Percippi es esa posibilidad de intercambiar y compartir los roles de actuación, dramaturgia y dirección de la misma manera en que se comparten los intentos de seguir focalizando una búsqueda estética siempre en mutación. Prueba de esto es el último trabajo dirigido por Natalia Dean, una nueva versión de la obra "Vittorino Pacheco" (En donde el camino siguió para otro lado), escrita por David Anica y Gustavo Di Pinto en 1999 y que puede verse todos los domingos de junio a las 18 y a las 20 en La Morada (San Martín 751). La obra que incluso fue publicada dos años después por Ediciones "La Vuelta del Siglo", fue a partir de su estreno en el Teatro del Rayo en el año 2000, uno de los caballitos de batalla de Esse Est Percippi que la representó a nivel local y nacional.

En esa oportunidad el propio Di Pinto encarnaba al personaje de Vittorino siendo además el responsable de la dirección lo que implicaba una primera lectura y una forma de poner en escena un texto que ha sido resignificado la versión adaptada y dirigida por Dean.

Es inevitable para los que vieron la propuesta original establecer ciertas comparaciones con este intento por parte de una de las integrantes del grupo para revitalizar ciertos códigos del texto de acuerdo a su óptica personal. Es evidente la preocupación de la dirección por generar una partitura coreográfica donde insertar el texto para hacerlo permeable a los requerimientos de las estrategias de dos nuevos intérpretes.

En un grupo donde pesa mucho la concepción de una escritura y un diseño escénico al servicio de las necesidades expresivas de sus actores, el valor de la palabra se inscribe muy lejos de la concepción tradicional de la literatura dramática.

Una vez más el espacio y el impacto de los cuerpos sobre las distintas zonas de expectación van a ser protagonistas excluyentes de un itinerario que por momentos descuida ciertos anclajes con la historia de los propios personajes y que paradójicamente se desliza por los intersticios de un texto que reclama "ser escuchado".

Y entonces de la idea central desarrollada por la directora en la nota adelanto de este diario: ".. cuando percibimos las cosas, entendemos acerca de ellas", podríamos deducir que percibir la resonancia de un texto es también una forma y no la menos importante para tratar de dar cuenta de lo que plantea ese texto.

Las acciones y los objetos escénicos también quedaron reducidos a un protagónico inodoro que servirá para todos los usos menos para el que precisamente está ideado, lo que no sería una mala idea ya que lo experimental de la propuesta podría incluir esta variante.

De la historia original pueden retumbar algunos ecos que se dispersan por las cuatro paredes de la sala donde una sola puerta marcará el final del ritual, un ritual que Florencia Guerrero y Matías Cingolani ejecutarán como un auténtico juego de adolescentes.

Estos jóvenes actores han explorado de la obra original lo más cercano a sus vivencias, por eso que prevalece el juego de la infancia, las anécdotas de un amor esperando en la plaza,y ese torbellino de ir y venir para no llegar nunca a tiempo.

El candor y la ingenuidad de haber nacido con "dos años de atraso", y el miedo de "llegar al altar tarde y con hilos sueltos, tantos cordones desatados...". Y entonces por momentos la obra se transforma en un gran despliegue de energía con dos cuerpos que rivalizan con el intento de asentarse en algún espacio donde las palabras parecen querer plantear lo imposible.

Y la teatralidad reaparece en otros instantes donde el recurso del absurdo pone una cadencia en la emisión de lo que se pretende decir y allí aparece un respiro para poder acomodarnos y acercarnos más a estos seres desolados.

Y entonces uno piensa en la complejidad interior de un personaje como Vittorino Pacheco y la de aquella mujer que lo acompaña, mitad pareja, mitad conciencia, mitad misterio y los laberintos por los que la vida lo llevó en aquella primera entrega literaria que hicieran Anica y Di Pinto.

Y en los artilugios filosóficos y en las cábalas y en la violencia de esos seres que pueden amar y matar o simplemente llegar "feliz con ese aire fresco de abril..." o que aseguran ver a Dios en un film de Van Dam. Y entonces aparece el último recurso y una acción concreta y fatal se cuelga a un tema musical que es todo un hallazgo y la puerta anuncia un destino o tal vez un nuevo camino que siga para otro lado.

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Florencia Guerrero y Matías Cingolani, en una secuencia de la obra dirigida por Dean.
 
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