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Sábado, 6 de julio de 2013

CULTURA / ESPECTáCULOS › EL TERRITORIO DEL PODER SE PRESENTA HOY EN EL CCPE

Rebelarse ante lo inhumano

Después de homenajear a Rodolfo Walsh, el actor Leonardo Sbaraglia y el músico Fernando Tarrés le dieron forma a un nuevo trabajo que combina textos y música en vivo, donde proponen una reflexión en torno a la toma de decisiones personales.

 Por Edgardo Pérez Castillo

El cuerpo, el poder, Foucault, Elías Canetti y el jazz son, sin dudas, claves esenciales de El territorio del poder, la obra que Leonardo Sbaraglia y Fernando Tarrés presentarán esta noche a las 21.30 en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río). Acompañados por Damián Bolotín en violín y Pablo Fenoglio en trombón, el actor y el músico (responsable de la composición e interpretación de elementos electrónicos) proponen un recorrido por textos basados en ensayos de los citados autores, que Sbaraglia lee en interrelación con la construcción musical.

Una experiencia que tuvo un antecedente (y disparador) en RW, propuesta que la dupla generó a partir de una iniciativa del Centro Cultural Haroldo Conti con la intención de homenajear a Rodolfo Walsh. Tras la imposibilidad de continuar con ese proyecto Sbaraglia y Tarrés le dieron forma a este segundo trabajo compartido, que sostiene buena parte de lo allí logrado. "La verdad que la dinámica de la presentación de RW funcionó fantásticamente bien, a la gente le encantó", comenta Sbaraglia a Rosario/12.

La interacción a la que refiere el actor tiene que ver con su rol en escena, que va más allá de la lectura de esos textos basados en Focault y Canetti (ganador del Nobel de literatura en 1981, y de quien tomaron fundamentalmente su emblemático Masa y poder). "En relación a lo que va ocurriendo con la voz, los sentimientos, los pensamientos que se emiten de los textos, se va produciendo un efecto sonoro, que podría ser musical --detalla Sbaraglia--. Los músicos recogen esa textura y empiezan a dialogar y, al mismo tiempo, dialogo con lo que ellos me rebotan. De alguna manera hay algo en el ritmo, en la intensidad, que se va adaptando momento a momento en relación al diálogo".

Para el intérprete, de todos modos, "lo más importante es que se trata de textos muy valiosos, adaptaciones de tratamientos de pensamientos que hablan del cuerpo humano como lugar de disputa de poder". "Justamente hemos ido encontrando diferentes textos y adaptaciones que hablan de eso --apunta--. Desde el suplicio en la Edad Media, de la manera en que se castigaban a los cuerpos del ser humano, la manera brutal en que se lo abusaba y se demostraba frente al resto de la gente como castigo ejemplar, así como cuestiones que tienen que ver con el desarrollo, cómo se fue implementando el uso de la electricidad sobre el cuerpo humano, en sus diferentes formas. Por supuesto esto nos recuerda a hechos tremendos, pero en este caso particular es un documento histórico de un psiquiatra que cuenta cómo fue pasando de trabajar con animales a hacerlo con seres humanos y sus primeros experimentos. Después hay cosas que tienen que ver con el uso de los cuerpos en los campos de exterminio y en relación a una orden. O en relación a los chicos y las primeras órdenes que se reciben en los momentos de la infancia, de la educación, del trabajo".

- Remarcar el tema del poder sobre el cuerpo en las esferas de lo cotidiano promueve a una reflexión. El poder ya no como algo ajeno sino cercano, tangible.

- Algunos textos dicen las primeras órdenes fueron instauradas entre dos animales, uno más fuerte que otro, y eso implicaba una amenaza de muerte por un lugar de poder. El efecto de esa amenaza es la fuga de una de las partes, después esa orden se va domesticando en relación a lo que es el alimento: un animal empieza a recibir el alimento de una sola mano, empieza a domesticarse y a recibir órdenes. Lo que dice también Canetti es que toda orden nos queda instalada de por vida. Nos queda en nuestro cuerpo, nuestra identidad. Está en cada ser humano obedecer o no esa orden. Está la posibilidad, y también la esperanza, que uno quiere transmitir en el espectáculo, de que uno puede desobedecer toda orden inhumana. Eso es precioso, es conmovedor, porque está en uno no repetir las órdenes que le fueron instauradas negativamente, desde nuestros propios padres, nuestra educación, de los lugares de poder. Está en uno no repetir esos lugares de poder sobre los propios hijos. Al mismo tiempo el análisis social que hay es que repetir e instaurar esas órdenes es tan natural como masticar y hablar. Algo que se da una manera muy natural y legitimada por la sociedad. Por eso sigue siendo tan sórdida en muchas de sus construcciones. Pero al mismo tiempo vivimos en una sociedad que va cambiando positivamente en muchos aspectos, el ser humano es mucho más consciente de la inhumanidad ahora que cien años atrás. Al menos la inhumanidad no está tan legitimada.

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Leo Sbaraglia y Fernando Tarrés, protagonistas y responsables de la creación de la obra
 
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