rosario

Viernes, 9 de abril de 2010

CONTRATAPA

Expulsión en la ciudad

 Por Bea Suárez

El lunes pasado a la noche una de las instituciones psicoanalíticas más conocidas de nuestra ciudad, su comisión directiva concretamente, expulsó a dos de sus miembros, los conocidísimos y prestigiosos psicoanalistas Marité Colovini y Beto Manino.

¿Qué psicoanalista no los conoce o, mejor dicho, no conoce la obra y la ética con que ambos han trabajado en Rosario, Argentina y varios países del mundo? Pero no sólo son conocidos (y tener yo el honor de ser amiga de ellos además) sino gente lisa y llanamente buena y capa en lo suyo. Muy capa.

A los dos se los conoce además por estar habilitando desde hace muchos años a las nuevas generaciones de analistas que, obligatoria e inexorablemente, sustituirán a la anterior.

Han conjugado el verbo fundar en primera persona varias veces pues Beto (por ejemplo) fue miembro de esa institución desde sus comienzos, y Marité es mentora (e inventora) del nuevo touch que tiene la carrera de medicina en la Universidad Nacional de Rosario, ha participado en cambiar la óptica de una carrera tan importante donde se forman los médicos que nos atienden en los últimos años.

Pero además son dos creativos, movedizos, totalmente desacartonados, gente idónea que para demostrar dicha idoneidad no necesitan esperar a sus pacientes para decirles un congelado: "Y a usted ¿qué le parece?" o callarse la boca como en el siglo pasado y que los pacientes salgan espantados por la frialdad, la oscuridad, la soledad en que a muchos los deja un análisis ¿ortodoxo? No, justamente, Beto y Marité salen de lo común, son piolas, modernos, y han aggiornado al psicoanálisis a las épocas actuales, y sobre todo cada vez que toman la palabra se los escucha: Libres.

Tienen probada su condición de analistas hasta el hartazgo, gran parte de la ciudad se analiza, ha analizado, supervisado, aprendido y debatido con ellos.

Marité además de haber hecho doctorado, facultad de lo que quieras, títulos y yerba Taragüi, es inventora de cosas, de dispositivos para quienes no saben cómo se analiza a un paciente, ha intentado transmitir el psicoanálisis buscándole siempre la vuelta para que sea interesante, sí, sí, escúchese bien: interesante, y no exposiciones remanidas de repetir a Lacan en auditorios donde la gente se duerme. Eso valoro en ella y en Beto, su capacidad de darle una rosca más al discurso psicoanalítico para que resulte entretenido y no sólo un requisito para juntar papeles y currículums.

Beto es un tipo divertido, con quien hablar de psicoanálisis puede pasar a ser un gran momento de pensamiento y una buena ocasión de pasarlo bien entre sus palabras, gestos e inteligencia y lo que esas cosas nos han permitido a muchos psicoanalistas.

Es cierto que en éstos años se diferenciaron y promulgaron seminarios, reuniones y encuentros de una forma muy original y para nada parroquial (en cuanto a la patota psi) es por eso que con ellos estudian sociólogos, médicos, lingüistas, antropólogos y gente del vulgo que se acerca a sus palabras para saber de qué se trata el psicoanálisis, un psicoanálisis con calle, para la calle y por la calle, común y corriente de usted señor o señora que lee este periódico. Y esto no les ha impedido actuar como verdaderos maestros seguidos por discípulos de todo el país (como grandes flautistas que con su música atraen a escuchas y espectadores nada más y nada menos que para difundir, discutir, acordar o refutar a la obra de Freud y Lacan como no muchos logran hacerlo).

Los echaron de la institución que ellos mismos sostuvieron durante años en un acto inédito para la comunidad psicoanalítica y para la ciudad toda.

Por eso escribo.

Porque éste acto no puede ni va a quedar en un circuito cerrado de un grupo de amigos que se pelean. No. Ésta expulsión injusta va a traer consecuencias porque en Rosario la gente se analiza mucho, confía en el psicoanálisis como salida posible a sus desgracias, y han sido justamente analistas como ellos los que los echaron como una basura. ¿Cómo repercutirá este acto repugnante en los analizantes que confiamos en ellos? (se entiende mi preocupación ¿no?, ¿puede alguien echar como un perro a otro y después abrir su consultorio como si nada?, me lo pregunto de corazón en este espacio mío y suyo, lector).

Esto debe ser público porque es en el seno mismo de la polis donde una envidia muy grande y un odio muy grande permitió este acto parecido a muchos de los que ya vivimos los argentinos, por los cuales estuvo en riesgo la Patria.

Echar a semejantes miembros, trabajadores, intelectuales, movedizos, inquietos, viejos pero profundamente jóvenes, es una maniobra de la que la ciudad debe estar al tanto (como la mencionada institución lo es, pública también), para que usted, lector, simple lector de diarios, verdulero, profesor, vendedor, mozo de bar, doña Pepita, pedicuro, maestro, barrendero, ama de casa, bancario, estudiante, guitarrista, político, policía, etc. lo sepa, sepa que en nombre de la práctica que "a usted lo cura" se ha cometido precisamente una "locura".

A partir de ahora creo necesario pensar muy bien qué cosa se ha expulsado en esa institución tan conocida y prestigiosa porque echar a Beto Manino porque se olvidó un pen drive o a Marité Colovini porque usó el nombre de la institución para hacer propaganda de un seminario no son razones que asistan a echar a patadas a la gente, a dejar afuera años de lucha y de trabajo. (¡Ah! Otras de las razones es la supuesta circulación de estos analistas en la "gratuidad" de Internet, donde la mencionada institución no quiere meterse. ¿Será porque lo gratis no es justamente lo que les llena los bolsillos? Internet es el modo con que se comunica le gente hoy, los jóvenes, las personas entre países, se mantienen vivos lazos olvidados, etc... No es renegando de ese modo de comunicación como se lleva adelante una institución que se precie de moderna. Lo gratuito no es Internet, y lo caro son los honorarios que grandes analistas cobran para comprarse consultorios cada vez mas lejanos al bolsillo de la gente.).

Una expulsión supone que el jugador se va de la cancha, pero la tarjeta roja en alto la tiene que sacar un árbitro y bancarse entonces lo que venga.

Y lo que viene pone en juego incluso el futuro del psicoanálisis en nuestra ciudad, donde nos analizamos justamente para poder incluirnos cada vez más en ella, no para quedar echados y al margen de los laburos, la cultura y las hermosuras que la vida tiene y que muchas veces nos está impedida por nuestras neurosis.

Nos analizamos no para que nos expulsen y quedemos afuera de lo que más amamos.

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